enero 23, 2012

El costo de las expectativas



Estos últimos 14 días vimos una carrera parejera entre los aspirantes a la jefatura de gobierno por el PRD. Después de acordar que sería una encuesta la que definiría al candidato o candidata, y que el Consejo Político —órgano designado legalmente para escoger candidato— refrendaría ese resultado, empezaron los acomodos. A manera de homenaje al Dinamita Márquez, hoy también infractor electoral según las autoridades, hagamos esto en tres rounds.

El primer round fue para definir el método a través del cual se tomaría la decisión. Barrales y su equipo llevaban —cualquier chilango lo puede testificar—al menos un año en campaña abierta en calle y sabían que esa era su ventaja. El entonces candidato oficial, Mario Delgado, no había logrado crecer en las encuestas pero sí contaba, y sus eventos masivos así lo demostraban (más de 30 mil personas juntas en el Monumento a la Revolución), con las estructuras de apoyo partidista. Para cualquier efecto, si la definición quedaba en manos de militantes en las urnas, Delgado contaba con ventaja, si era por encuesta Alejandra Barrales tenía una abrumadora ventaja.

Por ello cuando se definió que era a través de una encuesta, y a levantarse a mediados de enero, el equipo de la diputada pensó que el proceso estaba casi en la bolsa y sólo miraban de reojo a un adversario mínimo en ese momento: el procurador Mancera daba su informe de labores y desplegaba una campaña publicitaria buena y extensa. Y ya Carlos Navarrete parecía haber alcanzado sus máximos con una estrategia fija de promoción.

Mientras, y a partir de esta decisión, Delgado y sus colaboradores se retiraban de la contienda sabiendo que si en un año de trabajo no habían logrado crecer, hacerlo en un mes sería imposible.

Segundo round. Ya marcado el procedimiento se subieron todos lo personajes del mundo al ring. Ortega, Noroña, Navarrete, Barrales, Batres y Mancera. Con este ecléctico grupo se dio el banderazo de salida hacia la encuesta. Era inicios de año, y en 15 días se levantaría la encuesta y tendrían un debate. Todos aceptaron las reglas, inclusive incorporaron una nueva encuestadora, para llegar a tres, y asegurar que todos estuvieran tranquilos con los resultados.

Este round vio de todo. Gasto indiscriminado en propaganda, presencia salvaje de al menos dos de los personajes en medios de comunicación y un debate en el que quedaron las personalidades al desnudo: Fernández Noroña demostró que es un bufón sin seriedad ni contenido. Batres confirmó que su participación sólo atendía a una megalomanía sorprendente e inexplicable. Navarrete demostró que es un hombre preparado y de Estado, Barrales que el carisma no es lo suyo —ni las ideas—. Mancera, mientras tanto, era el que mejor ordenó sus posiciones, consolidó su presencia y se presentó como ganador.

Terminando ese debate el desaseo inició. Navarrete declinó por Barrales y acusó vientos de imposición. Barrales tomó la estafeta y empezó un lento y agónico deslinde de las reglas que ella misma aceptó.

Tercer round. El knockout técnico se da cuando el adversario simplemente ya no puede continuar, sea por lesiones o por incompetencia. El round pasado se lo llevó Mancera a tal grado que Barrales, la única verdadera adversaria, empezó a jadear y pedir esquina.

Antes del jueves, en las horas previas al anuncio de resultados, Barrales rompió con las reglas que ella misma propuso y se negó a participar. El evento tuvo a todos los participantes y un dato inescapable: Miguel Ángel Mancera remontó y venció a la imbatible Alejandra Barrales por muchos, muchos puntos.

Ella acusó de manipulación, reiteró inducción, dijo que no se valía, que era injusto, que había tintes fraudulentos. Camacho Solís el gran operador de crisis perredistas se lanzó al ruedo para contener una ruptura, pero era demasiado tarde.

Barrales ya se había encaramado al monte y desde ahí preparaba su rebeldía. Convencida de que la única explicación posible a su derrota era un fraude.

Y es que ella, un mes antes, encabezando todas las encuestas y feliz con ese método de selección, construyó expectativas, diseñó un gabinete, distribuyó plazas, imaginó su gobierno, soñó ser la precandidata presidencial en seis años. Diría el Melate: Se vio.

Y cuando uno se ve, uno se asume, uno se la cree hasta antes de tener la victoria en la mano, puede perder. Y no hay derrota más costosa en la vida que la de ver las expectativas desvanecerse por no haber esperado los tiempos y resultados. Ese es el costo de las expectativas y el valor de la prudencia.

Twitter: @lucianopascoe

enero 15, 2012

La guerra de los egos

En el 2009 el hoy extinto Partido Socialdemócrata (PSD) planteo abiertamente la necesidad de entrar de lleno a un debate sobre la legalización de las drogas como camino central para abatir los índices de violencia y la ilegalidad que de ella se desprende. Fue la primera vez que un partido político lo hacía patente pero sin duda era sólo una de las muchas voces alrededor de este tema.
Esta propuesta lleva años en la mesa de discusión y es respaldada por personas como Carlos Fuentes, Fernando Savater y una cantidad importante de artistas, politólogos, sociólogos y gente de la vida pública.
Hoy este tema esta de regreso en la agenda nacional, tanto por el proceso electoral que se viene y las múltiples propuestas que habrá frente al tema de seguridad, como por el avance ineludible de la regulación de la mariguana en varios estados de la Unión Americana.
Es importante, por esto mismo, construir un piso mínimo de información para entrar a estos debates con un sentido constructivo y reducir a un mínimo las visiones caricaturescas o simplistas sobre la legalización del mercado de las drogas.
Este debate no es nimio, ni irrelevante. Puede ser el inicio de un cambio profundo en nuestra ruta de política pública hacia el entendimiento de la violencia como un fenómeno que va más allá de los narcos, más allá de buenos y malos, es un debate que nos obliga a definir qué tipo de políticas públicas aspiramos a tener, nos fuerza a definir que sistema de salud y que visión educativa queremos para México.
En esta primera entrega revisaremos los primero cuatro cuestionamientos más recurrentes al tema de la regulación del mercado de las drogas.
Me parece útil, entonces, darnos mayores elementos para que este debate encuentre un punto constructivo, más que de simple forcejeo verbal y retórico.

1 ¿Con la propuesta se promueve el uso de drogas?
De ninguna manera. Al contrario, es deseable acompañar esta propuesta con una campaña nacional a todos los niveles que muestre los riesgos de las drogas para la salud. También es partidario de que se apoye a los adictos sin que se les considere delincuentes, sino enfermos que ahora son usados por los narcotraficantes como carne de cañón y por algunos policías que los chantajean.

2 ¿Esta idea propone un acuerdo con los narcos o perdonarles sus delitos?
No. Para empezar, los primeros que están en contra de la legalización de las drogas, son precisamente los narcotraficantes, pues son ellos quienes obtienen enormes ganancias económicas, mediante el tráfico ilegal de drogas. Los narcos son los únicos beneficiados, los únicos que han logrado amasar enormes fortunas y un poder que pone en riesgo la estabilidad y hasta la existencia del Estado.
La regulación del mercado se debe acompañar de asegurar el mayor castigo legal posible y la lucha sin tregua contra estos delincuentes.

3.- ¿Esta propuesta desprecia la lucha de policías y el Ejército en contra de la delincuencia ligada al narco?
Independientemente de estar a favor de la legalización, la labor que llevan a cabo policías, jueces, autoridades judiciales, soldados e instituciones de todo el país es digna de un enorme reconocimiento, sin embargo, su labor está atada a una visión de coyuntura en la medida que la estrategia requiere de triunfos militares y policiacos exclusivamente para decirse exitosa. Legalizar las drogas también es un nuevo enfoque al papel que deben jugar los servidores públicos en todos los órdenes, desde el militar hasta el aduanal.

4.- ¿La estrategia del Gobierno Federal está equivocada?
El Gobierno federal ha tomó la decisión de enfrentar a los grupos del crimen organizado para recuperar el control de ciertas regiones y para replegar a los grupos criminales abiertamente desplegados en ciertas zonas del país y recuperar así lo que es conocido como el monopolio de la violencia en el país. Esta decisión se ha acompañado por estrategias para prevenir el consumo de drogas y con depuraciones de cuerpos de seguridad estatales. Frente a estos objetivos la estrategia del gobierno federal, en mi opinión, no ha fracasado, sin embargo tampoco parece tener mucho futuro.
La realidad impone que las soluciones a largo plazo tienen que ver con cambios rotundos en nuestra visión de país y de estado. En nuestra convicción de que es más fácil prevenir adicciones y atender el problema de salud publica que se genera con las drogas si estas están reguladas, a que si son simplemente ilegales.
Hoy los Estados Unidos esta cada vez más cerca de regular por completo su producción y consumo de mariguana, paso indiscutible hacia una regulación transversal de drogas, y nosotros tenemos que lograr estar del lado más progresista y de vanguardia de este asunto, y no sólo del conservador lugar que es el que reacciona sin proponer.
Tan importante es recuperar el control de las instituciones y del país por la vía policiaca, cómo lo es plantearse un avance sostenido hacia una política inteligente frente a las drogas y no sólo arcaicamente punitiva.

5.- ¿Qué lograría la legalización de las drogas?
Por una parte, la idea de legalizar las drogas está dirigida a acabar con la principal fuente de poder de los grupos dedicados al narcotráfico, que son los recursos que provienen de la venta ilegal de drogas. Sin dinero no tendrían posibilidad de comprar tantas armas, de corromper o amenazar a las autoridades, etc. Es evidente que sabemos que la legalización no acabaría de facto con el crimen organizado, pero lo heriría mortalmente.
Por otro lado, los recursos obtenidos por el consumo de adultos que son dueños de su cuerpo podrían generar para el Estado la posibilidad de dar más dinero para las tareas de prevención y combate a las adicciones, pues actualmente se destina a dichas acciones, menos del 5% de los recursos disponibles para el combate al narco.

6.- ¿Cómo marchan las cosas en países donde está permitido el consumo de algunas drogas?
Es cierto que el consumo no ha bajado en esos países, pero también es cierto que los gobiernos no realizan campañas intensas para evitar las adicciones debido a que no son un problema de salud pública o de delincuencia. Sin embargo, al haber control del Estado se ha logrado que no haya crimen organizado potente relacionado con el consumo.

7.- ¿El consumo de drogas ilegales mata a muchas personas?
Falso. Mata más personas el consumo de alcohol y nuestro desmedido gusto por el azúcar (diabetes, obesidad, problemas cardiovasculares) en nuestro país que el consumo de drogas. Por supuesto, ninguna de estas adicciones es recomendable, pero al hacerlas legales se facilita su dimensionamiento y su combate por la vía correcta: la responsabilidad de las personas hacia su salud y la de los suyos.
Por más problemas asociados al consumo de bebidas alcohólicas, nadie en su sano juicio considera viable la idea de prohibir su consumo, pues se argumenta, se estaría generando un tremendo problema de contrabando ilegal o mercado negro, que daría lugar al surgimiento de mafias abocadas a la producción, venta y distribución de bebidas alcohólicas, tal como ocurre con las drogas actualmente.

8.- Si se legalizan las drogas ¿su consumo aumentaría exponencialmente?
Es posible que ante la despenalización del consumo de drogas, el número de consumidores aumente debido a la curiosidad de muchos por conocer los efectos de ciertas sustancias recientemente legalizadas o bien porque ahora están subestimados los registros, pero no hay evidencias de que se vaya a elevar exponencialmente.
Actualmente, es muy fácil conseguir drogas, incluso para niños y jóvenes, legalizar las drogas facilitaría controlar los sitios de venta y, por supuesto, impediría que quienes no deban tener acceso las obtengan.
De acuerdo con datos de la encuesta realizada por María de las Heras el 68% de la población no fuma mariguana porque no quiere, no porque sea ilegal. Asimismo, el 88% asegura que quienes quieren fumar mariguana lo hacen, sea ilegal o no.
Ahora bien, la marihuana es la droga de mayor consumo a nivel nacional, con cerca del 4.4% de la incidencia; seguida de la cocaína, con 2.5%; los inhalables, con 0.7%; metanfetaminas 0.5%; alucinógenos 0.4% y heroína 0.2%.
Los debates sin información se convierten en diálogos de sordos y actos de retórica. Más temprano que tarde lograremos, como sociedad, dar un paso evolutivo en nuestra forma de ver y resolver el mundo.

La legalización de las drogas es un debate inaplazable en nuestra clase política y en la sociedad en su conjunto. No rehuyamos de él, pero tampoco le entremos sin información. Un debate sin información es –solamente– una guerra de egos.

@lucianopascoe