diciembre 15, 2009
Abramos la propuesta de Calderón, a debate
El presidente nos ha presentado sus diez propuestas para dar un salto en materia política y electoral y para cambiar por completo las reglas del juego hacia el 2012. Con esta reforma, Calderón centra el debate en temas históricamente espinosos como la reelección y el número de diputados. Creo que es importante revisar cada planteamiento y valorarla en su justa dimensión.
Yo por mi parte arranco diciendo que me parece loable que el presidente abra el juego de argumentos dando sus posiciones. Eso es sano y fomenta un intercambio de ideas fundamentadas en su visión de la política. Espero que la clase política sea capaz de abrir un proceso incluyente e inteligente – ¡por favor!- y no sólo tirarse al suelo en visiones convencionales y ortodoxas. Es evidente, para cualquier mexicana o mexicano, que nuestra política necesita cambiar, colocar incentivos diferentes y lograr una renovación amplia de la clase política.
Así pues daré mis posiciones sobre cada una de estas ideas. Siéntanse en la confianza de hacer lo propio.
1.- Permitir la elección consecutiva de alcaldes y demás miembros de ayuntamientos, así como de los jefes delegacionales en los estados de la República y en los municipios hasta por un periodo de 12 años.
Coincido. Me parece que hemos satanizado la reelección en nuestro país y que hemos logrado que se documente gran cantidad de simulación por este hecho. ¿Cuántos alcaldes candidatean a sus hermanos, esposas y anexos y luego regresan el trienio siguiente? Yo creo que además la calidad de nuestra clase política ni mejora ni empeora con la reelección, pero si fomentamos vicios indeseables sin ella –por ejemplo pasan de federales a locales a federales sin ninguna restricción. Tres años para gobernar un municipio o delegación no da ni para arrancar proyectos de transformación básica. Sin embargo 12 años me parece un exceso. Yo lo dejaría en 3 periodos de tres años, esto es 9 años. O cambiaría el proceso para periodos de 4 años con una reelección.
2.- Permitir la reelección consecutiva de legisladores federales con periodos límite de 12 años.
Coincido. A diferencia de los presidentes municipales, que son cargos ejecutivos, los legisladores yo no los condicionaría años, sino en periodos consecutivos. Me parece que hay que entender la importancia de los relevos no debe negar la construcción de carreras parlamentarias sólidas.
3.- Reducir el número de integrantes del Congreso. En la Cámara de Senadores se eliminarían los 32 escaños electos de una lista nacional para un total de 96 senadores. La Cámara de Diputados se reduciría de 500 a 400 legisladores, 240 por mayoría relativa y 160 por representación proporcional.
Coincido. Y aprovecho para fustigar públicamente a esas personas que quieren acabar con la representación proporcional –pluris- de nuestro sistema. La sola idea de que la representación de un país se construye sólo con ganadores distritales es imaginar que un partido con dos millones de votos no representa a nadie. Por el contrario yo creo que debemos avanzar hacia dónde están las democracias europeas en las que n varios países no hay un solo diputado territorial, todos son por lista y buscan representar a la sociedad y no sólo a un territorio. Este país será mejor cuando los diputados representen a su sociedad y no a un pequeño núcleo de personas.
4.- Aumentar el mínimo de votos para que un partido político conserve su registro. El porcentaje necesario pasaría de 2% a 4%.
En contra. La idea de cerrar el sistema de partidos, nos va a mandar al exquisito planeta del bipartidismo, ese en el que es gato o gata. Nada más cabe. Y, o estás ahí, o no estás en ningún lugar. Yo me pondría más radical. Que no haya mínimo para registro de partidos, pero que sólo se acceda a recursos públicos cuando se pase un umbral del 5 por ciento de los votos. Pero esta idea de que los partidos políticos deben desaparecer por un resultado específico es tanto como negar nuestra pluralidad y diversidad política y social. Las democracias sanas, que funcionan, tienen varios, muchos a veces, partidos políticos. Y nadie ve con malos ojos su existencia.
5.- Agregar la figura de "iniciativa ciudadana" para que las personas puedan proponer iniciativas de ley sobre temas de su interés que no se encuentren en la agenda legislativa.
Coincido. Me parece central en la construcción de un país diferente que la ciudadanía pueda llevar a l congreso debates, ideas e iniciativas y que no dependamos de los partidos exclusivamente para ello. Agregaría que con ello, las comisiones deberían dar derecho de audiencia a los ciudadanos que ingresan iniciativas.
6.- Incorporar la figura de las candidaturas independientes a nivel constitucional para todos los cargos de elección popular.
Coincido. Aunque siempre he tenido mis dudas sobre las ‘bondades’ de las candidaturas ciudadanas –simplemente porque creo que sólo podrán competir los que puedan retar económica y estructuralmente a los partidos políticos (Slim, Castañeda, Azcárraga, et al), reconozco que el monopolio partidista ha resultado más dañino que útil. Hay que abrir la competencia un poco más.
7.- Implementar la segunda vuelta electoral para la elección de presidente de la República. Se elegirá como presidente a quien obtenga más de la mitad de los votos emitidos, en caso contrario pasarían a segunda vuelta los dos que hayan obtenido el mayor número de votos. Ésta se realizaría en la misma fecha de la elección legislativa.
En contra. Y, ojo, no por la idea de la segunda vuelta, que en realidad me gusta bastante, pero al juntar la legislativa con la segunda vuelta es un paso directo al bipartidismo, porque es como ignorar los procesos de polarización. En casi todos los países con segunda vuelta, las cámaras se conforman en la primera vuelta y la presidencia se define sola en la segunda vuelta, lo cual obliga a los participantes a construir alianzas estratégicas que le da gobernabilidad. Ahora, sería indispensable acompañar de la figura de segunda vuelta de alianzas parlamentarias, que obliguen a los partidos a defender una agenda especifica, pactada en el balotaje, para dar certeza a las partes sobre el funcionamiento de los acuerdos.
8.- Reconocer a la Suprema Corte de Justicia de la Nación la atribución para presentar iniciativas de ley en el ámbito de su competencia.
Coincido. Los tres poderes deben poder ingresar a las cámaras propuestas de iniciativa y participar de los debates que se generen. Máxime porque el diseño de legislación en materia penal y judicial muchas veces requiere de la mirada experta del sector jurisdiccional.
9.- Facultar al Poder Ejecutivo para que pueda presentar al Congreso dos iniciativas preferentes que deberán votarse antes de que concluya el periodo. En caso contrario éstas se considerarían aprobadas.
En contra. Me parece correcto que el presidente pueda presentar iniciativas y detonar reflexiones públicas que lleven a cambios en el ordenamiento legal, pero no requiere preferencias legales, debe construir preferencias políticas que le ayuden a hacer sus iniciativas de obvia y urgente resolución. El incentivo al congreso no puede ser a resolver a como dé lugar algo.
10.- Establecer la facultad del Ejecutivo para presentar observaciones parciales o totales a los proyectos aprobados por el Congreso y al Presupuesto de Egresos de la Federación. Establece la figura de la "reconstrucción presupuestal".
En contra. Una vez más por la forma, no por el fondo. Me parece correcta la preocupación del ejecutivo de recibir presupuestos armados al vapor y en mil y un negociaciones políticas –parchados- y que eso puede impedir su eficacia. Pero darle mano libre para cambiar un ley o un presupuesto es un exceso. Creo que al poder vetar una ley ya tiene un buen incentivo para que los legisladores negocien con el ejecutivo ciertos términos. El presupuesto creo que debe construirse de otra forma, un mecanismo más participativo y ciudadano, y menos centrado en los partidos y políticos. Pero para eso falta otro post, sobre ello.
Coincido en un 60 por ciento con la propuesta del presidente, sin embargo creo que dejo fuera temas relevantes como la reducción a los presupuestos de los partidos, la reelección presidencial –por obvias razones la omitió-, la modificación de trienios a cuatrienios.
En fin, es un saque muy interesante del presidente y que debería ponernos a todos a pensar sobre hacia donde queremos que se dirija la política en nuestro país.
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