marzo 31, 2007

Del ISSTE, aprendamos por favor


Las crisis de los sistemas de bienestar social y de pensiones son tema en el mundo. Todos los países, sin distingos, han tenido que entrar a debatir su presente y su futuro frente a la oleada de realidades que se han ido imponiendo.

En México esta discusión, que ya tiene al menos una década, ha entrado al terreno de las definiciones, siendo la reforma del ISSTE la punta de flecha en lo que deberán ser dos o tres reformas adicionales y sin duda igual de polémicas.

Muchos han escrito sobre los temas de fondo. Vale la pena recuperar algunos de los documentos publicados aquí mismo, en Crónica, por Ricardo Becerra, detallando las dinámicas poblacionales y las deficiencias de nuestra legislación para adecuarse a ellas.

La sociedad, por motivos varios, se ha ido transformando. La expectativa de vida se ha extendido y por ende los años de actividad profesional y productiva de las personas también. La tendencia de crecimiento demográfico ha variado sustancialmente, y hoy hay menos jóvenes para sostener la pirámide laboral. Los giros profesionales también se han modificado y el sector servicios es, hoy por hoy, el pilar de la economía nacional.

Pero además es notorio que los procesos de democratización y emancipación del régimen de partido de estado han rematado las vertiginosas dinámicas sociales y les han añadido nueva energía. La juventud en este país tiene aspiraciones distintas, sueños diferentes y horizontes más amplios que hace treinta años.

En resumen, el país para el cual se diseñaron los sistemas de pensiones, nuestro sistema de atención medica y de seguro social, ya no existe.

El México del estado todopoderoso, de la burocracia irreductible, de la administración de la abundancia y de la crisis perpetúa ya no esta más. Sin embargo las condiciones de vida son tan o más dramáticas que antes. Pobreza extrema, desigualdad en el acceso a una sociedad de derechos, inequidad económica, monopolios –antes estatales, hoy privados-, corrupción, impunidad, educación de baja calidad, sindicalismo clientelar y antidemocrático; todo ello sigue ahí.

De esto que la ruta y forma de las transformaciones institucionales necesarias para adecuar la ley – osease las reformas estructurales- a la nueva configuración social no puedan fundarse en ignorar la pluralidad del país y mucho menos tratar de acallarla por la vía de la cerrazón. La única forma en la que lograremos que estas reformas lleguen a ser útiles para nuestro futuro es con dialogo, construcción colectiva y respeto a la diferencia.

Desde ahí es que podemos traducir la inmediata y fulminante negativa del Partido de la Revolución Democrática para debatir las modificaciones a la ley de ISSTE en la negación de representar a sus votantes en un proceso de tal importancia. Eso no puede ser, bajo ningún argumento, un acierto político.

El PRD logró marginarse, por completo, de incidir en la conformación de una parte de nuestro futuro. Logró aislar a una parte importante de la sociedad y del pensamiento de colocar preocupaciones, temas y proyectos en lo que es hoy nuestra nueva ley.

Debe quedar claro que en los tiempos que vivimos tan reprochable es que unos partidos intenten imponer leyes, como lo es vetarlas. La expectativa de la sociedad no es que todos estén de acuerdo, es que logren consolidar proyectos plurales que detonen el desarrollo justo y equitativo del país.

De la propuesta inicial, los que se sentaron y pelearon por incidir, lograron al menos tres cosas a destacar: la incorporación de toda esta nueva visión al marco de la Ley Federal de Acceso a la Información, la despolitización de los responsables de vigilar y cuidar las pensiones de los trabajadores y la de permitir que la doble responsabilidad profesional – doble trabajo- no sea excluyente de tener prestaciones en ambos espacios de trabajo.

Estos tres puntos, dos propuestos por Alternativa, son producto del debate, la negociación transparente y el dialogo.

Si el PRD se hubiera tomado el atrevimiento de sentarse a discutir esta reforma, de hacer propuestas y de criticar – con toda la vehemencia que le apeteciera- sus desacuerdos, tendríamos hoy una mejor ley. De eso no nos debe quedar duda, pero sí alguna lección.

Ahora discutamos la reforma siguiente.

marzo 28, 2007

Marchemos por todas


Les invito a participar en la marcha que Alternativa ha convocado en apoyo a la iniciativa de despenalización del aborto en el Distrito Federal.

La cita es el jueves 29 de marzo, a las 16 horas, para salir del Hemiciclo a Juárez y dirigirnos a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, ubicada en Donceles y Allende, Centro Histórico de la Ciudad de México.

Por favor inviten a otras personas interesadas en el tema.

Porque las mujeres deben ser dueñas de sus cuerpos y de sus vidas,

Porque defendemos el derecho a decidir,

Porque el aborto clandestino es una realidad y un problema de salud pública que genera miles de muertes de mujeres anualmente,

Porque reivindicamos el Estado laico,

Porque luchamos por una vida digna y con calidad,

Marchemos junt@s

marzo 25, 2007

Aborto e ISSSTE, la trampa de la minoría


Muchos han escrito sobre el tema de las mayorías legislativas, puestas de moda últimamente por las actividades que tanto la Cámara de Diputados como la Asamblea Legislativa han desarrollado.
Se ha escrito sobre el legítimo uso de una mayoría en un órgano legislativo para aprobar una ley o reforma que atiende lo que, a juicio de esa mayoría, es lo necesario, lo útil.
El mayoriteo es, a pesar de las quejas de las minorías, un fenómeno natural en la democracia. Por desgracia, la combinación de mayorías con pocos estímulos para el consenso ha traído una distorsión del papel de las minorías o de las oposiciones.
El proceso de reforma del ISSSTE y la ley para aumentar las causales para despenalizar el aborto en el Distrito Federal, son motivos de grandes debates en nuestra sociedad.
Sin embargo, lo interesante desde mi perspectiva, no es el saber o explicar cómo el uso de las mayorías puede ser legítimo o hasta necesario. Creo que otros editorialistas ya lo han hecho con detalle; no, me parece que una lectura más profunda nos la puede dar el comportamiento de las minorías, o por lo menos de los que están colocados ahí por diversas razones.
El comportamiento del Partido Acción Nacional en la ciudad de México versus el del Partido de
la Revolución Democrática en el ámbito federal tienen una gran coincidencia. Demasiado grande tal vez. Ambos han optado por la movilización de radicales, por el endurecimiento de su discurso, que por reconocer el valor y la utilidad de estos cambios y, por ende, usar su minoría para mejorar las acciones legislativas y construir consensos.
Ambos, resueltos a no ser minorías participantes, se volcaron a las consignas y la manutención de sus clientelas, de sus grupos duros, y dejaron de lado su tarea de construcción política.
Me explico. El PRD en la Cámara de Diputados decidió ir contra todo. De inicio prefirió colocarse fuera de la negociación, excluirse de facto al declarar su repudio máximo por la reforma y así, dejar el camino libre para que los otros partidos, unos por consigna y otros por vocación de diálogo, aportaran al debate y a la reforma.
Este hábito ha sido un fenómeno repetido por el PRD en varios momentos y que pocas veces le ha reportado réditos, véase la selección del Consejo General del IFE hace algunos años. Así es como este partido logró dejar de ser un factor de peso en la definición de la ruta de la reforma y se convirtió en un espectador más de la votación.
En paralelo, el PAN en el Distrito Federal, se ha dado el lujo de sumarse a las filas de la retórica y el grito de protesta, sin buscar jugar mayor papel que no sea el
de estar —felizmente— compartiendo trinchera con
el Vaticano y gente de la talla pública de Jorge Serrano Limón. Acción Nacional ha preferido abandonar su posibilidad de rédito en la propuesta, abandonar el carácter laico de la propuesta de Gómez Morín, y han preferido sumarse a los gritos de “asesinos” y de “Dios los castigará”.
La tragedia en ambos casos es que este país no necesita una clase política así de pragmática y coyuntural. Lo que se necesita es tener gente que esté dispuesta a sumarse al mérito de las propuestas, a hacer valer su carácter de minoría, pero que en una sociedad plural
y diversa debe ser muy valiosa.
Parece ser que ninguno de estos dos partidos entiende algo que, por lo menos el PRI y Alternativa sí entienden muy bien. Se puede ser minoría y al mismo tiempo influir para que las cosas que en la agenda de cada cual importa, se logren. Esto por la vía del diálogo y la negociación.
Yo no supongo que esto es fácil, ni que se debe hacer siempre, pero, seamos realistas: el ISSSTE requería, urgentemente, una reforma. El sistema de pensiones nos estaba llevando a una vertiginosa espiral que nos iba a hacer fallarles a todos aquellos jubilados. Hacer oídos sordos de esto y negarse a ser parte de esa transformación es un lujo que una izquierda seria no se puede dar, y menos cuando las cosas se pueden hacer sin ella, pero entendiendo que su participación hace más plural y útil la ley.
Lo mismo va para el Distrito Federal. El que el aborto esté penalizado no impide que se realicen abortos, sólo los hace clandestinos, caros, peligrosos y —esos sí— asesinos. No importa qué opina la jerarquía católica —por cierto que es la misma que hace unos años apenas “perdonó” a Galileo Galilei por sugerir que la tierra era redonda y no plana— lo que importa es que la gente de este país tenga las condiciones que necesita para su desarrollo. Lo que importa es que no sean unos cuantos, con sus ideas, su moral, los que se impongan a todas.
Lo que importa es que las minorías se percaten que su valor no está en la radicalidad sino en su vigilancia, observancia y aportación. Que dar por hecho que una votación está perdida no debe significar volcarse a la radicalidad. Y mucho menos que esta sociedad necesite de partidos que se vuelven comparsas de los radicales por simple rentabilidad.
Las minorías sí pueden cambiar la historia. Sólo tienen que aprender cómo.

marzo 18, 2007

Ley de Punto Final a Norbertito y sus secuaces


Desde que se abrió el tema han desfilado frente a nuestros ojos cientos de declaraciones. Desde la izquierda hasta la derecha, la discusión sobre las reformas a la ley del DF sobre el tema del aborto ha generado un alud de opiniones.
Es, pues, tiempo propicio para manifestar la propia y tratar de darle a lectora o lector una visión más sobre este asunto.
Para empezar hay que dejar claro que nadie, ningún partido político ni persona, puede estar a favor del aborto. Ninguna mujer se embaraza con el simple objetivo de practicárselo, y nunca he escuchado a ningún participante de esta causa decir “qué bueno que haya abortos, por eso los queremos despenalizar”.
Mentira. Mentira que usa la derecha y la Iglesia católica en su perpetuo afán de inmiscuirse en la vida pública de este país. Bien vale la pena recordarle a don Norbertito Rivera que éste es, le guste o no, un Estado laico. Esto quiere decir que ninguna religión o código moral está por encima de ningún otro. El Estado laico busca el respeto a la fe de cada cual, manteniendo al Estado por fuera de ese código.
Esta mancuerna de la derecha, ignorante y pusilánime, con la jerarquía católica que supone que posee al país a través de su fe, ha decidido que es tiempo de ponerle un alto a este debate y a movilizarse en su contra.
Para su desgracia, las únicas herramientas con las que cuentan son su obstinación y su sentido de propiedad sobre nuestras conciencias. Y desde ahí se han dedicado a propagar las más atroces mentiras sobre este asunto.
La primera mentira ya fue develada. La segunda, tiene que ver con la ridícula idea de que en donde está despenalizado el aborto hay igual de muertes de mujeres por esta causa. ¿Perdón? Mire, no es con afán de dejarlos en ridículo, pero alguien debe decir esto. En Yucatán —Yucatán, México— existe una clínica para atender abortos y es legal. Es la única del país. ¿Sabe usted cuántas mujeres yucatecas han muerto por abortos mal practicados desde el 2000? Una.
Mientras que en el país muere una cada seis horas. Cuatro al día. Eso sin contar cuantas quedan estériles, o terminan con brutales infecciones, secuelas o daños diversos.
Eso, contrario a la lógica de don Norbertito, no es un castigo divino, es producto de la clandestinidad, de las condiciones miserables en las que la vasta mayoría de las clínicas realizan legrados.
Pero estos grupos prefieren aventar misteriosas informaciones de universidades de derecha que “comprueban” que ellos tienen razón.
Las preguntas que me saltan a la mente son obvias, pero dramáticas. ¿La Iglesia y sus secuaces, como el demostrado corrupto de Jorge Serrano Limón de ProVida, nos están planteando que es mejor que las mujeres mueran en la ilegalidad? ¿Nos están sugiriendo que no se use ni se promueva el condón, ni la píldora del día siguiente, y que, además no se permita el aborto? Esto demuestra que la derecha es, para su eterna desgracia, conservadora y tiene los ojos clavados en el pasado.
Veamos esto con frialdad. La que se pueda. Medio millón de mujeres se practican abortos al año. De las cuales por lo menos mil trescientas mueren. Creo que es evidente que este tema tiene que ser, por definición, un tema de acción pública. Es decir alguien tiene que hacer algo al respecto puesto que, sin lugar a dudas, yo no tolero que por asuntos de moral impuesta, miles de mujeres fallezcan.
Pero esto no es únicamente un asunto de salud pública y de las demencias de las derechas. Esto tiene que ver con reconocer en las mujeres a sujetos de derechos plenos.
Las mujeres deben tener la posibilidad de decidir sobre su vida. En efecto, los varones no tenemos bronca con este tema, no es posible que nos embaracemos, pero si embarazamos, como hacen muchos, siempre podemos “negar” la paternidad. Pero las mujeres terminan atrapadas por su historia. Atrapadas por un destino que se les impuso. Se les condicionó porque no tenían de otra. Porque si deciden otra cosa el cardenal las acusa de asesinas y el Estado las pone en prisión.
No. Punto final. Nunca más.
Perdóneme usted pero yo quiero una sociedad en la que las mujeres sean verdaderas dueñas de su destino. El término madre soltera existe por que nosotros, los hombres, no nos hacemos cargo de nuestras responsabilidades. Pero eso sí, exigimos, como la Iglesia y los panistas del siglo pasado, que las mujeres carguen por completo con las “regadas de tepache” de ambos.
Es tiempo que seamos capaces, como sociedad, de lograr dos cosas elementales.
1.- Reconocer que cuando hay un problema de salud pública, se debe atender y resolver. No meter bajo el tapete o peor aún bajo la sotana.
2.- Que reconozcamos a las mujeres como dueñas únicas no sólo de su cuerpo sino también de su destino.
Si hacemos eso le garantizo que verá en el aumento de causales para abortos permitidos, no una imposición de los “izquierdosos” sino un paso inequívoco hacia una mejor sociedad.
Espero que la ley se apruebe y se apruebe pronto.

marzo 13, 2007

RevistaFarsa.Net

Esta nueva publicación electrónica abre un espacio de discusión y debate sobre -al menos en esta ocasión- la izquierda en México.
Les invito a verla, leerla, recomendarla y a debatirla.

marzo 03, 2007

México sale del ‘clóset’


A todas y todos aquellos que siguen en el silencio, para que pronto puedan ser sin temer

Hace unos meses, cuando escribí sobre la Ley de Sociedad de Convivencia, trataba de matizar los alcances de esta ley con lo que me resulta la posibilidad de un éxito mayor. Decía que era importante esta nueva legislación no sólo por lo que empezaba a permitir – derechos similares a todas las personas- sino porque abría de tajo la posibilidad de que en nuestro país se despenalizara el debate alrededor de las preferencias sexuales.
Lo fundamental es que entremos en una etapa que nos permita ir dilucidando en conjunto los lugares a los que queremos llegar, las condiciones en las que estamos, y las formas para garantizar que toda la gente tenga los mismos derechos.
La aspiración es que seamos un México que no le tenga miedo a decir lo que opina, que pueda dilucidar sus horizontes y tener la valentía de andar – aunque implique abrir brecha- hacia ellos.
Hoy tenemos la primera muestra de lo que implica poder aceptar las libertades del otro sin desplomarnos en un vacío de prejuicios, lugares comunes y todo lo demás que acompaña saber que alguien tiene una preferencia sexual distinta a la nuestra. Christian Chávez del muy popular grupo musical RBD decidió que, ya una vez ventilada su preferencia sexual, no iba a caer en la extravagante negación de lo obvio. Con todo cálculo de riesgos, personales y profesionales, optó por cortar de tajo la especulación y decirlo claramente: soy gay.
Es una de las primeras personas públicas en nuestra historia en reconocer su orientación sin ningún resquemor, al menos aparente.
Su comunicado transmite los temores naturales de ser el primero en entrarle al toro por los cuernos y poner en claro que las fotos de su vida íntima no eran mentiras, ni fotomontajes, ni nada. Era él con su pareja y, yo añadiría, a mucha honra.
La posibilidad de que este joven haya sido tan abierto con su orientación se debe, en lo esencial, a dos factores. Por un lado su innegable valentía y su pertenencia a una nueva generación que esta dispuesta a decir lo que es con menos complejos que las anteriores. Pero también pudo hacerse publico porque hay nuevas, incipientes si se quiere, pero nuevas condiciones sociales para esto.
Hoy decirse abiertamente participante activo de la diversidad sexual es menos costoso, menos dramático y menos condenable que hace 10 o 20 años, y ese es un triunfo de una sociedad que ha tenido cientos de mujeres y hombres que han salido a luchar por su derecho a decidir lo que son y a buscar su felicidad aun a costa del escarnio público.
La comunidad LGBTT (Lésbica, Gay, Bisexual, Transgénero y Transexual) ha logrado construir un espacio en el que, con todos los obstáculos aun presentes, puede ser sin tanto temor, puede existir y exigir lo que por derecho les corresponde, pueden enfrentar las lógicas discriminatorias con mejores herramientas. Eso es de aplaudirse y de respetarse.
Estamos en el umbral de un momento en el que podremos ir abriendo viejos baúles de silencio, de prejuicio, que por años hemos dejado acumular y la oportunidad de crecimiento como sociedad es inmensa.
Hoy las escuelas de avanzada no enseñan un solo tipo- monolítico- de familia, muestran la complejidad en la que ya muchos infantes están. Parejas homosexuales, madres y padres solteros, familias divididas por la migración, por la violencia, por libre decisión. Que nuestros niños y niñas no crezcan con nuestros prejuicios es un paso fundacional de una nueva ciudadanía. Una que sea respetuosa, generosa, justa.
En el futuro inmediato tenemos debates que seguirán abriéndose paso con vehemencia y dificultad, y más nos vale estar listos para darlos tranquila pero contundentemente.
Vienen propuestas para legalizar la eutanasia, para despenalizar por completo el aborto en las primeras 12 semanas de gestación, para legislar sobre los crímenes de odio. Además de asuntos como el de los militares y el VIH que han marcado, ya, momentos fundamentales en la ruta que instituciones y personas teníamos sobre esto.
Temas complejos pero al mismo tiempo inescapables para un país que aspira a ser mucho más de lo que hoy es.
Entremos a estos temas, salgamos del clóset silencioso que nos atrapa en nuestros propios temores y pánicos. Seamos capaces de romper nuestros prejuicios.
Que al final no es para nosotros, es para que las nuevas generaciones no sean victimas de nuestra negación a crecer.
Christian merece, como muchas y muchos antes pero menos públicos, un homenaje a su valor, audacia y congruencia. En la vida muchos errores podremos cometer, pero el no reconocer lo que somos es probablemente lo más inaceptable que hay.