El debate entre las candidaturas presidenciales resultó ser mucho más importante de lo que se había pensado en un inicio.
En este mundo de cálculos, estrategias, se hacen apuestas y algunos ganaron, y otros perdieron estrepitosamente.
Roberto Madrazo apostó a que podía ganar la batalla de descalificaciones y demostrar que sus adversarios eran peores que el. El candidato del PRI salió, presuroso, a tratar de noquear a su declarado contrincante, Roberto Campa, y a poner contra las cuerdas a Calderón. Madrazo sabía que estaría en fuego cruzado y consideró que su reto era controlar el ambiente, tomar la iniciativa y hacer del gobierno panista el espejeo para confirmar su utilidad para este país.
El hielo por el que debía caminar Madrazo era tan delgado como extenso. Tenía que resistir 120 minutos y salir ganador. Decidió, según muestra el propio debate, que decidió combinar, como un buen fajador pugilista, ataques con propuestas. En el recuento de propuestas vertidas Madrazo sale si no primero, en cercano segundo lugar.
Sin embargo perdió. Se enlodó, se enredó en el océano de ataques. Dio la impresión de haber perdido la mesura, parecía que estaba determinado a demostrar la máxima aquella de que ‘la mejor defensa es el ataque’. La gente terminó con la impresión de que estaba frente a un candidato exacerbado, excesivo, radicalizado. Sus propuestas fueron aplastadas por sus injurias. El PRI va a tener que hacer mucho para recuperar el terreno perdido. Han entrado en un espacio en el que se confunde la virulencia con la intensidad, la insolencia con la convicción. El único potencial acierto que tuvo fue haber salido en una pieza. El reto de este partido y su candidato ahora es reconstruir la idea de que Madrazo sí tiene posibilidades de ser presidente de México.
Para Felipe Calderón este debate fue oro molido, oxígeno puro. Mientras Madrazo se enganchaba en el la violencia verbal con Campa, el aprovecho para consolidar la idea de que es distinto al PRI, demoliendo el discurso del pacto entre sus partidos, o como le dicen el ‘PRIAN’. En segundo término aprovecho para moverse de la derecha al centro colocando temas de mujeres, de jóvenes, combinando con su visión de estado y mercado. La apuesta de Calderón era exactamente esa, salir como un hombre que no se enfrasca en batallas sin fin y que tiene ideas para este país. Vale la pena decir que en su presentación sobre combate a la pobreza su propuesta fue, por decir lo menos, imposible. Prometió un paquete de servicios insostenibles para la economía de este país. Pero poco importaba ya. Su tercer logro fue no hacer de Lopez Obrador y el PRD un tema, y al mismo tiempo dejar clara su ausencia. Calderón logró colocarse como la opción frente al PRD y eso le deja toda la presión por las semanas siguientes. Ahora sí habrá que ver si Calderón ha construido un equipo que es capaz de llevarle a través del trecho final con éxito.
López Obrador es mención obligada. Los demenciales análisis como los que Carlos Marín o Federico Arreola han proferido suponiendo que el candidato del PRD salió beneficiado de ese debate, demuestran la peligrosa ceguera que podría estarse ciñendo sobre el equipo de campaña de Lopez Obrador. Hay que decirlo con claridad: su ausencia en este debate sólo le ha reportado pérdidas. Ninguna de ellas irremontable, pero pérdidas sin duda.
Lopez Obrador supuso que su obstinación le permitiría imponer su estrategia y salir airoso. Perdió.
Perdió porque la sociedad mexicana ve con buenos ojos los ejercicios democráticos y los diálogos públicos. Y él decidió no asistir a uno de ellos. Perdió porque se desvaneció de la escena política y mediática por varios días. Perdió porque el PRI y el PAN no hicieron un debate a modo. Perdió porque sí hubo una izquierda en ese debate, y esa izquierda ganó.
También perdió la posibilidad de demostrar que es capaz de cambiar de opinión, que es capaz de recular, perdió la oportunidad de decirle a todos que no es un hombre obstinado y necio. Pero sobretodo dejó escapar la idea de que encabeza la elección. En estos días la gente ya esta dispuesta a creer que ya no va arriba, la idea de que va a perder. Eso, en términos de estado de ánimo de su elector y su militante, es muy costoso. Su reto es convencer de que va a ganar, y vencer las tentaciones de descalificar encuestas, de colocarse como victima. Él decidió no asistir a este debate, nadie lo obligó.
Para Roberto Campa este era un debate en el que iba a perder hasta en el mejor escenario. El decidió cumplir con su objetivo y su compromiso político de evidenciar públicamente a Roberto Madrazo. Lo hizo a costa de su imagen, de su posibilidad de triunfo, de sus propuestas. Campa ganó políticamente todo lo que perdió electoralmente.
Y, finalmente, Patricia Mercado. Patricia apostó por las ideas. Apostó por no personalizar sus intervenciones, y ganó.
Logró mantenerse crítica sin subirse al ring de la descalificación, logró demostrar el lugar que las mujeres tienen en la vida de nuestro país. Patricia decidió jugar a ser la distinta y lo consiguió, logró ser la única mencionada positivamente por sus adversarios, demostró su inteligencia y su frescura, al no memorizar sus participaciones.
Patricia Mercado logró, sobre todo, demostrar que hay muchas izquierdas y que la suya cree en el diálogo, la democracia, el acuerdo y la política. Patricia Mercado ha logrado decirle a México que su proyecto es verdadero y sólido. ¿Qué pensarán hoy los que quisieron vender su candidatura al Dr. Simi para ‘asegurar el registro’?
No cabe duda que la de Patricia es una victoria importante porque es compartida por las ideas, las convicciones y el proyecto socialdemócrata.
Su gran reto hoy es lograr que esos dos millones de mujeres y hombres que han decidido votar por ella realmente lo hagan el dos de julio.
Ganaron Calderón y Patricia, perdieron Campa, Madrazo y Lopéz Obrador.
El seis de junio es el sigueinte debate y será doble o nada.
abril 29, 2006
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