noviembre 11, 2006

El cerco que se rompió: la ley gay


Este jueves la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó, por fin, la ley de sociedades de convivencia, llamada la 'ley gay' por sus miopes críticos. Con 43 votos a favor, 17 en contra y 5 abstenciones, los asambleístas rompieron el cerco de la moral impuesta, del temor fundado en dogmas, de la leguleya, del cálculo político y nos dieron la posibilidad acercarnos un poco más a una sociedad de derechos, plena y vigorizada, plural y diversa.
Escribo sobre esta ley no sólo por el seguimiento que desde hace varios años he dado a este tema, que hasta ahora había esencialmente oscuro y problemático, sino también porque estoy convencido que este es un paso hacia un nuevo momento de la sociedad capitalina y del país en lo general también. Evidente resulta que lo mayoritariamente importante de esta ley tiene que ver con las parejas homosexuales, esto es, el salto cualitativo en la vida legal y civil de lesbianas y gays. Pero también hay que apuntar a que hay asuntos relevantes para otras personas con lazos de convivencia y afectos sin necesariamente tener relación sexual.
En primer término vale la pena saber los alcances y limites de esta ley. En sus limitaciones hay que destacar que no alcanza a cubrir la homologación total de derechos, esto es, que no permite aún el matrimonio entre dos personas que se amen, más allá de su sexo. Reconoce vínculos pero aun faltan por reformase leyes y reglamentos para que sean reconocidas por instituciones como el Instituto Mexicano del Seguro Social y otras entidades que dan atención y asistencia social. Como ninguna hasta la fecha, esta ley no es perfecta y seguramente que sufrirá modificaciones durante su implementación y uso. Es en la vida cotidiana que se pueden ir midiendo los vacíos y las omisiones en este tipo de legislación. En sus virtudes hay muchas pero una destaca: es un paso hacia el reconocimiento de la pluralidad y diversidad que existe en la sociedad mexicana. Aceptar que somos un país en el que la familia nuclear ya no es plenamente hegemónica, y que hoy tenemos muchos tipos de familias que viven, conviven y luchan día tras día por alcanzar su felicidad es un paso en la dirección correcta.
Y es en este tema que me resulta destacable lo que la Ley de Sociedades de Convivencia arrojará. Los grupos conservadores han lanzado cualquier cantidad de adjetivos e insultos a lo que se nos avecina: el fin de la familia, la extinción de la moral – vaya usted a saber cual moral -, la normalización de lo 'anormal', la legalización de lo aberrante. Ante todo esto sólo queda decir que se darán cuenta, como se dieron cuenta el día que se legalizó la abominable idea de que las mujeres pudieran votar y, líbrenos el Señor, de ser votadas.
Los preocupados por las consecuencias 'devastadoras' de esta ley verán, en la vida cotidiana, que sólo le estaremos dando certidumbre a lo que es una realidad. La realidad de que la gente encuentra el amor en la gente, no en los sexos, que la gente ama y desea ser amada, y que los derechos que hemos construido para los que se aman, los debemos tener todas y todos, no sólo los heterosexuales.
Esta ley demostrará que los ataques virulentos vienen de la ignorancia y de los dogmas, no del entendimiento y de la racionalidad. Esta ley no impone una manera de vivir, como sí lo intentan los grupos de derecha bajo el auspicio de sectores de Acción Nacional. Esta ley no obliga a la gente a vivir de maneras distintas a las que desean, simplemente trata de garantizar que todas las maneras sean igualmente reconocidas.
Esta ley debe ser un primer paso hacia una verdadera igualdad de derechos. Ojalá que en algunos años estemos viendo una reforma al código civil en la que en vez de decir que el matrimonio debe ser entre hombre y mujer diga entre dos personas.
Pero por ahora esta ley servirá para romper el cerco que se había impuesto por sectores conservadores, incluso perredistas como el propio López Obrador, a nuestra sociedad sobre este tema. Con el tiempo esto permitirá que las clandestinidades, la falta de certeza y la inseguridad jurídica se extingan, que se despliegue la gente con tranquilidad y creatividad.
Hay que reconocer la valentía que tuvo el grupo parlamentario Socialdemócrata al presentar esta iniciativa, a todos los grupos sociales y de la diversidad sexual que no se rindieron. Hay que aplaudir al PRD, en particular a Víctor Hugo Círigo su coordinador parlamentario, por no ceder ante las presiones. Al PRI que, a pesar de todo, no se abstuvo. Pero en particular a los diputados de Alternativa, Jorge Díaz Cuervo y Enrique Pérez Correa que no dudaron y a escasas semanas de haber tomado protesta, ya lograron que se aprobara una iniciativa de este tamaño y relevancia.
La Ciudad de México irá marcando la pauta en este debate a nivel nacional. El camino por delante no será sencillo y las resistencias se manifestarán en muchos rincones del país. Ceder no debe ser una opción. Hay que seguir marchando para colocar este tipo de iniciativas en el centro del debate nacional.
Un país con libertades, con derechos iguales, con respeto a la pluralidad y diversidad, encontrará acuerdos para transitar en el combate a la desigualdad, a la pobreza, a la injusticia. Se encontrará un el desarrollo sostenible y sustentable más sólido con cona sociedad libre e igual.
Esperemos que el nueve de noviembre de este año quede marcado en la historia de México como el día en el que una nueva etapa social se inició. Y estemos ciertos que con derechos iguales y tolerancia llegaremos lejos.

1 comentario:

Eduardo Rentería dijo...

Sin duda Luciano lo que escribes es importante.

En lo personal me parece que es un primer paso entre el reconocimiento de vínculos de las personas hacia el paso de la homologación total de derechos, y que por supuesto no se límite sólo al Distrito Federal.

Quiero aprovechar el espacio para felicitar al diputado Jorge Carlos Díaz Cuervo de Alternativa por su emotivo razonamiento de voto sobre la ley de Sociedades de Convivencia dicho ante la Asamblea Legislativa del D.F. el 9 de Noviembre.