George Bush decidió este fin de semana que su tradicional programa de radio a nivel nacional sería en vivo. Las razones estaban claras y su instinto, que él considera espléndido, no lo dejaba mentir: la elección del próximo 7 de noviembre no es sólo crucial para mantener su agenda nacional y mundial, sino que además está en juego cómo lo juzgará la historia. Si los republicanos pierden la mayoría en el Congreso pocas cosas podrán impulsar y muchas les serán impuestas. Está en juego su trascendencia, su lugar en la historia. Está en juego lo que más le interesa, su reputación.
Necesitaba mandar un mensaje de que encara los problemas y de los ‘riesgos’ que enfrentarán los Estados Unidos si ganan los demócratas. Así que se descosió y planteó lo que se transcribe. “Lo último que necesitan las familias estadunidenses y los pequeños negocios en este momento es una cuenta impositiva más elevada. Y eso es lo que obtendrán si los demócratas logran el control del Congreso”, no contento con esta melodramática reflexión siguió con “la elección que hagan el martes tendrá un impacto directo sobre nuestra economía, sobre los pequeños negocios creadores de empleo y sobre los trabajadores que dependen de ellos” (Reforma, 4 de noviembre, 2006).
El proceso electoral se ha complicado seriamente para los republicanos y la más reciente encuesta del New York Times coloca al partido de Bill Clinton con cerca del 49 por ciento de las preferencias mientras que el de Bush rondaba apenas el 30 por ciento de las preferencias. Ante esta realidad electoral la lectura natural de los republicanos es sobre temas económicos y quieren lograr convencer a la ciudadanía al norte de nuestra frontera que sus bolsillos están en juego una vez más.
Pero lo que resulta curioso es que esta táctica que parece pecar de simplista en el fondo demuestra nítidamente la ceguera de la administración Bush sobre los temas que realmente le han costado a su gobierno.
Ese tema de fondo en la sociedad norteamericana son los muertos.
A la fecha 3,068 efectivos de la Coalición han muerto en Irak, de ellos 2,829 son estadunidenses (CNN, 4 de noviembre, 2006), y de las muertes civiles ni se habla, algunas instituciones plantean más de medio millón de fallecidos por motivo del conflicto. Esta es, en principio, una de las motivaciones más importantes del repudio a la política bélica de los últimos años. Cerca de tres mil muertos y no hay un ápice más de paz, no hay una desarticulación real de las fuerzas terroristas y el gran líder del ‘mal’ Osama bin Laden sigue prófugo y operando.
Son ya varios años de ocupación e Irak sigue sin una capacidad de autocontención, y lo que es peor, ante la eliminación de Hussein el equilibrio en el Medio Oriente quedó roto, con nuevos liderazgos regionales en crecimiento, como lo es Irán.
Hoy los ciudadanos estadunidenses se sienten menos seguros y tienen un mundo que los detesta aun más que antes. Hoy los Estados Unidos viven con alertas que van y vienen. Con largos procesos de registro, los auscultan más, y aún se sienten en un planeta que no agradece tenerlos en él.
Pero los muertos de esta administración apenas empiezan en Irak. Tienen Afganistán con 341 fallecidos en esa también catastrófica operación. El resultado de esa región es un refortalecimiento de los puestos talibanes en el sur y en la zona de montaña de ese país que, entre otras cosas, esta en condiciones miserables. La respuesta de Bush ha sido quedarse más tiempo aún ahí.
Pero también nosotros tenemos muertos en conjunto con ellos. En el 2005, de acuerdo a datos de la cancillería, fallecieron 324 mexicanos en su intento por cruzar la frontera norte para llegar a los Estados Unidos, pero la cifra puede elevarse a 441 porque se presume que otros 127 fallecidos son de origen mexicano y de enero a mayo de este año la cifra estaba en 151 connacionales que se quedaron con sólo el sueño de cruzar (Crónica, 2 de junio, 2006). La respuesta de los republicanos fue levantar un muro.
La realidad ha alcanzado a Bush, con todas las tragedias humanas en su haber, su propio país que antes lo vitoreaba por ser un ‘líder decidido’ hoy lo ven como un estorbo en su ruta al futuro.
Este 7 de noviembre los demócratas obtendrán una cómoda victoria. Con ella podrán fingir demencia y dejar todo como está, o podrán darle un vuelco a las atrocidades de estos años. Es fundamental que recuerden las razones de su triunfo, por que al final esta no será un refrendo de confianza a los demócratas, es una revancha de los muertos de Bush.
noviembre 06, 2006
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