marzo 25, 2007
Aborto e ISSSTE, la trampa de la minoría
Muchos han escrito sobre el tema de las mayorías legislativas, puestas de moda últimamente por las actividades que tanto la Cámara de Diputados como la Asamblea Legislativa han desarrollado.
Se ha escrito sobre el legítimo uso de una mayoría en un órgano legislativo para aprobar una ley o reforma que atiende lo que, a juicio de esa mayoría, es lo necesario, lo útil.
El mayoriteo es, a pesar de las quejas de las minorías, un fenómeno natural en la democracia. Por desgracia, la combinación de mayorías con pocos estímulos para el consenso ha traído una distorsión del papel de las minorías o de las oposiciones.
El proceso de reforma del ISSSTE y la ley para aumentar las causales para despenalizar el aborto en el Distrito Federal, son motivos de grandes debates en nuestra sociedad.
Sin embargo, lo interesante desde mi perspectiva, no es el saber o explicar cómo el uso de las mayorías puede ser legítimo o hasta necesario. Creo que otros editorialistas ya lo han hecho con detalle; no, me parece que una lectura más profunda nos la puede dar el comportamiento de las minorías, o por lo menos de los que están colocados ahí por diversas razones.
El comportamiento del Partido Acción Nacional en la ciudad de México versus el del Partido de
la Revolución Democrática en el ámbito federal tienen una gran coincidencia. Demasiado grande tal vez. Ambos han optado por la movilización de radicales, por el endurecimiento de su discurso, que por reconocer el valor y la utilidad de estos cambios y, por ende, usar su minoría para mejorar las acciones legislativas y construir consensos.
Ambos, resueltos a no ser minorías participantes, se volcaron a las consignas y la manutención de sus clientelas, de sus grupos duros, y dejaron de lado su tarea de construcción política.
Me explico. El PRD en la Cámara de Diputados decidió ir contra todo. De inicio prefirió colocarse fuera de la negociación, excluirse de facto al declarar su repudio máximo por la reforma y así, dejar el camino libre para que los otros partidos, unos por consigna y otros por vocación de diálogo, aportaran al debate y a la reforma.
Este hábito ha sido un fenómeno repetido por el PRD en varios momentos y que pocas veces le ha reportado réditos, véase la selección del Consejo General del IFE hace algunos años. Así es como este partido logró dejar de ser un factor de peso en la definición de la ruta de la reforma y se convirtió en un espectador más de la votación.
En paralelo, el PAN en el Distrito Federal, se ha dado el lujo de sumarse a las filas de la retórica y el grito de protesta, sin buscar jugar mayor papel que no sea el
de estar —felizmente— compartiendo trinchera con
el Vaticano y gente de la talla pública de Jorge Serrano Limón. Acción Nacional ha preferido abandonar su posibilidad de rédito en la propuesta, abandonar el carácter laico de la propuesta de Gómez Morín, y han preferido sumarse a los gritos de “asesinos” y de “Dios los castigará”.
La tragedia en ambos casos es que este país no necesita una clase política así de pragmática y coyuntural. Lo que se necesita es tener gente que esté dispuesta a sumarse al mérito de las propuestas, a hacer valer su carácter de minoría, pero que en una sociedad plural
y diversa debe ser muy valiosa.
Parece ser que ninguno de estos dos partidos entiende algo que, por lo menos el PRI y Alternativa sí entienden muy bien. Se puede ser minoría y al mismo tiempo influir para que las cosas que en la agenda de cada cual importa, se logren. Esto por la vía del diálogo y la negociación.
Yo no supongo que esto es fácil, ni que se debe hacer siempre, pero, seamos realistas: el ISSSTE requería, urgentemente, una reforma. El sistema de pensiones nos estaba llevando a una vertiginosa espiral que nos iba a hacer fallarles a todos aquellos jubilados. Hacer oídos sordos de esto y negarse a ser parte de esa transformación es un lujo que una izquierda seria no se puede dar, y menos cuando las cosas se pueden hacer sin ella, pero entendiendo que su participación hace más plural y útil la ley.
Lo mismo va para el Distrito Federal. El que el aborto esté penalizado no impide que se realicen abortos, sólo los hace clandestinos, caros, peligrosos y —esos sí— asesinos. No importa qué opina la jerarquía católica —por cierto que es la misma que hace unos años apenas “perdonó” a Galileo Galilei por sugerir que la tierra era redonda y no plana— lo que importa es que la gente de este país tenga las condiciones que necesita para su desarrollo. Lo que importa es que no sean unos cuantos, con sus ideas, su moral, los que se impongan a todas.
Lo que importa es que las minorías se percaten que su valor no está en la radicalidad sino en su vigilancia, observancia y aportación. Que dar por hecho que una votación está perdida no debe significar volcarse a la radicalidad. Y mucho menos que esta sociedad necesite de partidos que se vuelven comparsas de los radicales por simple rentabilidad.
Las minorías sí pueden cambiar la historia. Sólo tienen que aprender cómo.
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1 comentario:
Perfectamente de acuerdo...tal vez un comentario así no sea tan "interesante" como los que crean debate, pero debo decir que lo que acabo de leer viene de una mente muy equilibrada por lo menos en apariencia.
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