mayo 11, 2009

La demencia verde

Este artículo fue publicado por Andrés Pascoe en Crónica sobre la pena de muerte.
Creo que resume bien mi opinión compartida con este interessante señor.
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Vergüenza de muerte

Por: Andrés Pascoe Rippey

Conforme el terror al Apocalipsis porcino se va desdibujando y podemos volver a la tragicomedia de la política mexicana, hay un tema que está recibiendo mucha menos atención de la que merece: la propuesta “ecologista” de legalizar la pena de muerte.

En efecto, cuando en otros países cuando se enteran de que en México es el Partido Ecologista el que está promoviendo una ley para empezar a ejecutar delincuentes nadie lo puede creer. Este tipo de ley, usualmente empujada por partidos de ultraderecha, nada tiene que ver con defender el medio ambiente.

Pero fuera del hecho de que tengamos el único partido ecologista facho en la región, el asunto es increíblemente grave. Me metí a su sitio web a conocer más sobre la propuesta de los verdes para matar secuestradores. Lo que hay –al menos a la vista– es una “iniciativa de ley”, firmada por la diputada Gloria Lavara Mejía. En la iniciativa, escrita con una infernal mala redacción, la diputada propone falacia tras falacia para justificar darle al Estado el derecho de matar ciudadanos.

Dice doña Lavara que la pena de muerte tiene poder disuasivo. Alega que hay lugares donde han bajado los asesinatos desde que empezaron a ejecutar a personas. ¿De verdad? Según datos oficiales de Canadá, los asesinatos han caído en 27 por ciento desde que se ANULÓ la pena de muerte. Según las Naciones Unidas —una institución un poco más seria que el Partido Verde—, los cinco países con el más alto índice de homicidio que NO aplican la pena de muerte tienen 21.6 homicidios por cada 100 mil personas; por el contrario, los cinco países con el mayor índice de homicidios que SÍ aplican la pena de muerte tienen 41.6 homicidios por cada 100 mil personas.

Estados Unidos es el último país desarrollado del mundo que aún recurre a la pena de muerte, y la zona dónde más lo hace —el sur— acapara el 80 por ciento de las ejecuciones y tiene el índice más alto de crímenes violentos.

Pero más que nada es un supuesto ridículo que el delincuente comete el crimen calculando cuál será la pena que pagará. Los secuestradores no se detienen a sacar su calculadora y pensar: “A ver, por secuestrar a este niño serán 10 años; por mutilarlo, otros ocho; por matarlo, 25…”. El criminal siempre parte del supuesto de que no lo van a agarrar.

Lo que los verdes no dicen es que no hay un solo estudio serio que vincule la pena de muerte con el declive en la delincuencia. El progreso económico y la reducción en la impunidad son lo que cambia a una sociedad, no las ejecuciones.

Más adelante, Lavara cita un estudio que concluyó que “es sentimentalismo falso” pensar que es importante la posibilidad de ejecutar inocentes. Dice la diputada que el ejecutado debió ser “vencido” en un juicio antes de pasar a la electrocución. No sé en qué país viva la diputada, pero en una nación con un sistema legal carcomido por la corrupción y aplastado por la impunidad las posibilidades de que alguien muera de forma injusta son enormes. Que le pregunte sobre la impunidad al presidente de su partido, a quien todos vimos en un video solicitando un soborno. ¿Fue de alguna manera castigado por su corrupción? De ninguna manera. ¿Ese es el sistema judicial al que esta persona le quiere entregar el derecho de ejecutar personas? ¿Realmente piensa que en este país no hay inocentes pagando penas? ¿Se empapará ella las manos con la sangre de alguien condenado injustamente?

Si lo que quiere son cifras incontrovertibles, que vea cuál es la relación racial de ejecutados en Estados Unidos. Desde 1977, blancos y negros han sido víctimas de asesinatos de forma proporcional, pero el 80 por ciento de los ejecutados por el Estado han sido negros. Nadie necesita aclarar que los ejecutados son —siempre— personas pobres que no pudieron pagarse una buena defensa.

¿A quiénes mataremos si aprobamos esta ley? A indígenas pobres. A minorías. A jodidos. Pero, bueno, ¿cuándo le ha importado eso al PVEM?

No son ganas de defender delincuentes. Al contrario: es el reconocimiento de que el delito es tan grotesco que exijo que mi gobierno no haga lo mismo.

Lo más trágico de la propuesta del Partido Verde es que no tiene seriedad alguna: ellos mismos saben que no llegará a ningún lado. Lo único que están haciendo es usar el dolor de una sociedad atormentada y asustada para su beneficio político. Si es indignante que alguien se aproveche de la pobreza, el hambre y la marginación para ganar votos —como hizo el PRI por décadas—, es mucho más bajo aprovecharse del dolor para lograr el registro. Lo que está haciendo el Verde es miserable porque están buscando usar el odio, el miedo y la tragedia para seguir exprimiendo la teta del Estado.

Esto no tiene que ver con la pena de muerte. Tiene que ver con el grotesco cinismo de un partido al que nada le importa la vida —ni de la gente ni de los animales—–. Tiene que ver con el aprovechamiento de la ignorancia y la desesperación. Con toda sinceridad lo digo: no creo que se pueda caer más bajo que eso.

Es una vergüenza de muerte.

apascoe@cronica.com.mx

diciembre 21, 2007


Discurso pronunciado por el Representante de Alternativa Socialdemócrata, Luciano Pascoe Rippey, con motivo del nombramiento del Presidente Provisional del Consejo General del IFE



Estamos hoy en esta sesión extraordinaria por una simple y sencilla razón: los partidos políticos tradicionales – PRI, PAN y PRD- no pudieron librarse de su propia trampa. Una trampa que ataba este proceso de renovación del Instituto a ellos mismos y cuyo buen fin dependía de que la clase política fuera generosa, constructiva y de altas miras.
Explicamos, una y otra vez, las virtudes de la reforma electoral –emanada del acuerdo y construimos todo un discurso que buscaba demostrar que, en estos nuevos tiempos, la clase política había -habíamos- empezado a construir acuerdos.
Vendimos una falacia. Le fallamos a la sociedad en esa expectativa, ninguno de esos propósitos de construcción y buena fe se cumplió y eso, damas y caballeros, tendrá su costo inevitablemente. Vendimos una falacia porque esos partidos, los de la decisión, no pudieron desprenderse de sus intereses, de sus dogmas y de su ambición. Estamos aquí porque la intransigencia tomó el lugar de la política y de la legalidad democrática.
No minimicemos los hechos; no tratemos de restarles trascendencia ni importancia. Esto es un desastre. No supongamos que esta fuga hacia adelante abre mejores perspectivas que un severo esfuerzo por cumplir con nuestros tiempos y nuestros acuerdos.
Los partidos políticos violamos tiempos que constitucionalmente nos habíamos dado e incumplimos con las pautas impuestas por nosotros mismos. Pero el daño no se reduce exclusivamente a una formalidad.
1. Este proceso se convirtió, en manos de aquellos que prefirieron actuar mediática en lugar de responsablemente, en una pasarela de insultos, denostaciones y maltrato público a todas y todos los que tuvieron la osadía de aspirar a un espacio en este
Consejo General.
Cuando la expectativa era un desfile de talentos, lo que imperó fue la antropofagia política, el canibalismo profesional. Los perfiles desaparecieron y llegaron las ‘investigaciones’, los ‘hallazgos’, la vasta mayoría distorsionados por el interés político.
Se hurgó en las vidas de los aspirantes con la suficiencia y la autoridad que da ser juez, olvidando la responsabilidad que conlleva la consolidación de una institución y no su simple allanamiento. Descalificaron por fobias y filias a los aspirantes; no por trayectoria, ni talento. Sería muy pertinente saber cuales fueron las discusiones dentro de la Junta de Coordinación Política del Congreso y las razones del denominado “atorón” en el acuerdo.
2. El aplazamiento en la designación del nuevo Consejo General del IFE condena a los aspirantes que cumplieron en tiempo y forma con los requisitos exigidos por el Congreso, a una larga espera.
3. Con la lista de personas que, valientemente, se registraron, ya mutilada y esquilada, los partidos políticos tradicionales nos dieron una oscura lección. Se encerraron a tratar de imponerse sus candidaturas a modo y se olvidaron del interés superior y nacional.
4. El mensaje que se ha enviado a la sociedad es, en nuestra opinión, terrible: Queremos decidir todo y no sabemos ceder, negociar y pensar en el colectivo. Son los políticos de siempre haciendo trabajos no para la ciudadanía, sino para los intereses de sus propios partidos, grupos y líderes.
5. Manifestamos nuestro profundo desacuerdo con esta visión de la política. Por eso creemos que se debió haber convocado, sin dilación alguna, a un período extraordinario que diera paso a un acuerdo que diera al IFE y a todos y cada uno de nosotros —la ciudadanía— la certeza de que tenemos un Legislativo responsable, íntegro y que no deja las cosas derruidas por costumbre o hábito.
6. Con esta decisión queda en evidencia un proceso que como no modificó de fondo el mecanismo para elegir a los consejeros electores, no privilegió la selección de los perfiles y tampoco permitió un respeto y un trato digno a quienes decidieron contender.
7. La clase política se ha desnudado frente a sí misma, dejando en evidencia su empeño en convertir decisiones importantes para el país en un reparto de cuotas y de vetos, cuyo resultado, una y otra vez, es la ineficiencia política. No hay acuerdos porque la política se ausentó y tomaron su lugar la mezquindad y la revancha.
Ojalá se hubiesen construido los consensos para esta designación, ojalá el mensaje que salga de este Consejo General no sea el mismo que se está dando en los terrenos donde los partidos políticos tenemos responsabilidad, ojalá que podamos tener en este espacio una señal de certeza y no más rispidez.
Alternativa Socialdemócrata lamenta profundamente el resultado de este proceso y sin embargo, a pesar de este mal augurio, estamos ciertos de que el IFE seguirá de pie y que en la eventual elección del consejero Andrés Albo se tendrá una dirección que dará certeza por el tiempo que le sea conferido.
Alternativa Socialdemócrata le seguirá apostando a un IFE fuerte, autónomo, que no sea rehén de intereses de los partidos políticos ni de los poderes fácticos.

mayo 12, 2007

¡Nos mudamos!


En primer lugar te agradezco mucho tu visita y tu lectura.
He abierto un nuevo espacio y me encantaría que ahí nos vierámos para seguir debatiendo, discutiendo.
Nunca he limitado las participaciones de los que opinan diferente. Siempre las he apreciado y creo que en la medida en la que discutamos iremos encontrando lugares de coincidencia y de sana discrepancia.
Seguiré escribiendo, ahora más frecuentemente, sobre lo que nos sucede día con día. Como país, como mundo, como gente.
Te invito, te espero, ahí nos vemos.
lp

http://lucianopascoe.spaces.live.com/

mayo 05, 2007

La guerra que no se gana


Desde que inició sus operaciones en Irak en marzo del 2003, los estadunidenses han sufrido 3,361 bajas. Esto significa que cada año han muerto, en promedio, 840 norteamericanos en la guerra privada e indefendible de Bush. Este conflicto, motivado por el dinero, el petróleo, la revancha familiar y la necesidad de reactivar el mercado de armas le ha costado mucho y le costará más a los Estados Unidos.
No son las cifras de Vietnam, pero es alarmante en todo sentido.
Por eso resulta escalofriante que ante esas cifras, las nuestras, las de nuestra guerra contra y entre el crimen organizado del narcotráfico, no reaccionemos con fuerza frente a más de 800 entre enero y principios de mayo. Hemos tenido semanas de más de setenta muertos. 70. En los espeluznantes atentados del 11 de marzo en Madrid murieron 191 personas. Estas comparaciones, con todas sus salvedades sirven APRA mostrar lo dramática de la situación en nuestro país.
Y ahora hay que sumarles cuatro soldados emboscados. Así, tal cual, como si de una guerra convencional se tratara, los sicarios se apostan a esperar – suponemos que previo ‘pitazo’ de algún infiltrado- a que pasen los del ejercito y masacrarlos.
Los retenes desalientan, pero no resuelven. Las deportaciones nos aseguran que estos personajes dejarán de operar, pero ¿y todos los que siguen operando tranquilamente desde penales mexicanos?
Hasta ahora el espejismo que mantiene esta guerra fuera de nuestras vidas cotidianas es que pareciera que ‘sólo se matan entre ellos’ como me dijo una amistad en su socialmente aceptada ceguera. Esto bien puede ser. Bien puede ser que por ahora sólo se estén ejecutando entre bandas rivales – el golfo contra el de Tijuana, contra el de no-sé-quién- pero la realidad y las secuencias naturales para esta desbocada y desnaturalizada violencia siempre terminan transgrediendo las barreras de lo normal. Tarde o temprano esta violencia llegará a mi calle, a la usted, a la de todos.
Ya la gente que vive en plazas tomadas por el narco vive con temor y con extrema precaución. Si esto no se detiene pronto lo que seguirá será peor.
Y no es que uno sea tremendista, es que sólo hay que ver las cifras antes mencionadas, o cualquier otra que usted guste buscar en Internet. Estamos en cifras de guerra convencional, eso no es ningún asunto menor.
La responsabilidad de la autoridad es enorme, pero tampoco cuenta con todas las herramientas para librar esta batalla. Tienen un sistema de justicia corrompido, con el cual será difícil lograr resultados en las detenciones, tienen cuerpos policíacos municipales y estatales infiltrados por el crimen en todos sus niveles y además la policía federal no tiene suficientes efectivos –alrededor de 12 mil en todo el país- para realizar sus tareas. El último eslabón es el más delicado: las fuerzas armadas. ¿Realmente queremos involucrarlas en una guerra así de sórdida en la que pudiesen ser objeto de los mismos sobornos y complicidades? A estas alturas ya no tenemos de otra.
El gobiernote Felipe Calderón tendrá que ir a fondo a una guerra perdida de arranque. Una guerra en la que dependemos de la capacidad del narco para desaparecerse entre ellos para ganar una ventaja significativa. Sólo si entre ellos se eliminan estaremos en condiciones de recomponer a un país que vive algunos de sus días más sangrientos.
Tal vez es hora de pensar, seriamente, en la legalización de algunas drogas. De romper el ciclo de violencia que se gesta en la ilegalidad. Tal vez si el mercado lo regulamos nosotros y no ellos las cosas puedan cambiar. Es hora de pensarlo y discutirlo seriamente, las vidas humanas nos lo exigen.