septiembre 28, 2006
Definición
Sara Sefchovich es escritora e investigadora en la UNAM, y aurtora del textoq ue les pongo a continuación.
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Hace unos días Elena Poniatowska culpó a Cuauhtémoc Cárdenas, al llamado subcomandante insurgente Marcos y a Patricia Mercado de que Andrés Manuel López Obrador perdiera la Presidencia de la República.
La acusación no es poca cosa y merece comentarse. Sobre todo, porque no es la primera persona que la hace, ya otros intelectuales se habían expresado en el mismo sentido.
Desde su punto de vista, la motivación de los tres inculpados fue la envidia, de tal manera que si no le hubieran tenido envidia a Andrés Manuel, lo habrían apoyado y él sería ahorita quien habría ganado las elecciones.
Me parece un extraño razonamiento el de la escritora. Ahora resulta que los responsables no fueron los millones de ciudadanos que votaron por otros candidatos, ni los muchos millones que prefirieron abstenerse, ni las campañas sucias emprendidas por todos los grupos, ni la fuerza de poderosos intereses que no lo apoyaban, ni los errores cometidos por el propio López Obrador. De acuerdo con este punto de vista, nada de eso fue lo determinante y lo que eliminó a AMLO de la silla presidencial fue la envidia de tres individuos.
Envidia significa querer tener algo que el otro tiene y, según el diccionario de la lengua española, sentir tristeza o pesar por no tenerlo. No veo cómo esto aplica a los mencionados, todos los cuales han tenido en algún momento lo que tiene AMLO: carisma, popularidad, respeto de amplios grupos, estatura moral y sus propias ideas.
El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas manifestó su desacuerdo con López Obrador por concepciones distintas sobre cómo debe actuar la izquierda, cuáles deben ser sus propuestas para la nación y con quiénes no se debe trabajar. Marcos, por su parte, siempre dijo que no había condiciones para una elección realmente democrática (argumento que ahora usa López Obrador) y que era demasiado dinero el que se gastaba en ese "juego" electoralista. Y Patricia Mercado hizo una oferta política que llenó huecos importantes sobre asuntos que AMLO no quiso considerar.
Ahora bien: dejando de lado el hecho sustancial de que en una democracia es inadmisible reprocharle a alguien por expresar sus ideas y por "atreverse" a abrir diferentes opciones políticas, resulta muy simplista considerar que esas ideas no pudieran resultarles atractivas a los ciudadanos y que en cambio es muy fácil arrastrarnos para acá y para allá como si no pensáramos, como si fuéramos entes vacíos que porque oyen una frase bien construida o ven un anuncio en la televisión ya por eso cambian de opción política.
Pero además, ese modo de ver las cosas también deja de lado el hecho innegable de que el ingeniero Cárdenas no fue una opción por la que se podía votar, que ni sus seguidores ni los de Marcos son suficientes como para cambiar las tendencias de una votación y que quienes votaron por Mercado, no necesariamente le habrían dado su apoyo a López Obrador si ella no hubiera existido, pues se dirigió a un nicho de la población a la que no satisfacía la oferta de la coalición.
Entonces, no sería mejor preguntarse: ¿qué hizo Andrés Manuel como para alejar tanto a esta gente de la izquierda?
Y la respuesta la conocemos: allí está el trato que le dio a cada uno de ellos y a sus grupos y allí está el hecho de que no los escuchó ni se les acercó. Quizá porque no le interesaban sus propuestas o porque no consideró que los votos que ellos podían aportarle significaran algo en esos 10 puntos de ventaja que estaba seguro de obtener.
De modo, pues, que no hay justificación para las acusaciones como no sea la actitud que ha prevalecido de una vez ahogado el niño pasársela buscando culpables y encontrando chivos expiatorios. Pero se llegó demasiado lejos al promover en plaza pública una rechifla contra el ingeniero Cárdenas, algo no sólo inmerecido sino lamentable, pues se trata de un hombre de gran estatura moral y de importantísima presencia en nuestra historia.
La pasada Semana Santa una "asamblea popular" decidió juzgar al tristemente célebre Góber Precioso de Puebla. A gritos y chiflidos de la turba se decidió su culpabilidad y se quemó una efigie de cartón que lo representaba.
Eso quiere decir que un grupo de gente puede por igual, con ese método, nombrar presidente de la República a quien le gusta (ahora lo hicieron los amloístas, hace casi dos décadas lo hicieron los panistas con Clouthier) o condenar a muerte a quien no le gusta. Y eso no es la democracia, son medidas sectarias y muy graves que lo único que consiguen es dejar cada vez más solo a quien las permite.
sara.sefchovich@asu.edu
Escritora e investigadora en la UNAM
septiembre 24, 2006
El monopolio de la izquierda
Aunque en diversos textos he planteado mis diferencias y criticas al movimiento del PRD y su ex candidato presidencial, López Obrador, es un buen momento para, más allá de la detracción, revisar el lugar de las izquierdas y sus posibles devenires.
La esencia de la crisis contemporánea de la izquierda se puede identificar en varios momentos, pero creo que el lugar en el que se localiza con mayor claridad es la preparación del proceso electoral del año 2000.
El PRD se vio enfrascado en una lucha directa entre las corrientes que lo integran, el resultado fue un evidente viraje hacia adentro y una inicial cerrazón a la sociedad amplia y civil. Con esto se perdió la posibilidad de que los pensadores, los intelectuales, la ciudadanía con liderazgos entrara en la distribución de espacios y se minimizara la relación partido-ciudadanía; este que siempre había sido un importante eje de la solidez y pluralidad de ese partido de una otrora izquierda abierta.
Con este giro hacia adentro la lógica cambió drásticamente: ahora no era importante tu historia política, tu posibilidad de aportación a la transformación del país, tus redes sociales o tu liderazgo temático. No. Ahora llegaban los que tenían mas ambulantes agremiados, mas grupos de vivienda organizados, mas taxistas piratas corporativizados. El PRD se transformó en un mecanismo de premiación de las viejas formas de hacer política, aquellas que por tanto tiempo había luchado por erradicar.
Junto con el triunfo de las clientelas llegó el otro factor de descomposición: el dinero. Convencida la estructura política de que con dinero se podían ganar elecciones, el pudor desapareció y los mecanismos oscuros de financiamiento florecieron: Ahumada, cochinitos, contratos con ‘refilón’, todo eso se convirtió en cotidiano y legítimo. Además las batallas internas y externas cada vez lo exigían más. Si uno quiere competir con estructuras clientelares requiere de mucho más recurso que si busca el poder de la convicción. Para muestra sólo hay que recordar las desmedidas, casi insultantes, pre campañas perredistas del 2003. Dispendio, movilización, organización.
Si uno logra superar este ‘pequeño tema’ se percata que el resultado de estos fenómenos no tiene sólo que ver con el inicio de la corrupción como sistema interno, hay un resultado más grave: la extinción del debate político, ideológico, programático.
A la Coalición por el Bien de Todos le pareció suficiente que Lopez Obrador planteara sus 50 puntos de ensueño y presentará su programa ‘alternativo’ de nación.
Sin debate, sin discusión, sin consulta.
Esa es, al final, la gran queja de Cárdenas en su carta a Elena. Todo se convirtió en irrelevante frente a la posibilidad del éxito electoral. Irrelevante era discutir los programas, tener ideas, escuchar a las disidencias, seleccionar a las candidaturas. Todo quedo rebasado por la ambición de ser la clintela más grande del mundo.
Es por esto que hoy, frente al movimiento de la resistencia civil y las argumentaciones del perredismo sobre la legitimidad y la profundidad de su movimiento, surgen las dudas y las criticas de las otras izquierdas, las que no comparten estas ideas y que además destacan la ausencia de debate.
En el fondo a lo que ha renunciado la izquierda oficial, léase el PRD, hoy día es a la deliberación, al debate, a la autocrítica y al análisis. La defensa de su ‘triunfo’ y la legitimidad de su ‘presidente’ se ha vuelto dogmática. Sin pensamiento critico, no ha crecimiento, no hay vanguardia, es más, no se puede ser progresista.
Hay sectores dentro del PRD que saben de esta carencia y aseguran que pronto volverán a construir los mecanismos para el debate.
Eso esperamos muchos pero entre tanto el dogma, la consigna, la línea, siguen siendo el constante obstáculo a que este partido se percate de que tiene en sus manos una oportunidad histórica de consolidación de su proyecto.
Es tiempo de que se asuma que no hay verdades absolutas, ni claridades proverbiales, ni rutas únicas para lograr un país con justicia e igualdad.
Las izquierdas son varias y vislumbran el futuro desde distintos lugares. Sin embargo su existencia ha sido tildada de envidia, esquiroleo, de inútil.
El momento de crisis que se vive dentro del pensamiento de izquierda debe encontrar rutas para el dialogo, y para el entendimiento. Pero sobre todo para la generosidad y la solidaridad que implica el reconocimiento de los demás y el respeto a sus rutas. Para reconocer en la critica no un enemigo, sino una posibilidad de crecimiento.
Si el PRD y sus incondicionales logran superar sus vendajes y su propio ombligo, podrían ser, realmente, la punta de lanza de un Frente Amplio Progresista, cualquier otra cosa, como la actual es simplemente un membrete.
En las ideas, la izquierda debe partir de una idea base: no debe haber, como en el mercado, monopolios de la verdad.
septiembre 15, 2006
La carta y el derecho a disentir
He vivido muchas coincidencias y discrepancias con Cuauhtémoc Cárdenas en mi vida. Muchas veces he admirado su visión de Estado, su respeto a la ley, su impecable manejo de los tiempos políticos y muchas otras veces me he frustrado su ambigüedad, su lentitud para la acción y en diversas ocasiones quisiera haberlo visto más tirado para adelante.
Nunca olvidaré el mensaje que dio en el Zócalo capitalino una semana después de las oscuras elecciones de 1988: la lucha sigue pero por las vías pacíficas y legales. Cambiaremos este país con la ley en la mano.
Este país ya cambió, ni tanto como queremos ni con el rumbo que deseamos, pero en este momento la lucha sigue por los mismos caminos, no por otros.
Ante la andanada de criticas mezquinas y satanizaciones que el movimiento de López Obrador ha generado en torno a varios personajes de la política, a destacar el propio Cárdenas, Marcos y Patricia Mercado, sale esta carta, escrita por el tres veces candidato presidencial.
Creo que retrata con claridad lo que muchos pensamos sobre López Obrador y sus métodos. Es larga pero vale la pena su cuidadosa lectura.
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De Cuauhtémoc Cárdenas a Elena Poniatowska
México, DF, 13 de septiembre de 2006
Elena:
En la edición del diario La Jornada (página 8) del 10 de septiembre aparece una nota encabezada "Marcos y Cárdenas no apoyaron a AMLO por envidia", en la cual se te atribuye, entrecomillada, la siguiente expresión: "Si estos tres personajes [en el texto de la nota se agrega a Patricia Mercado] se hubieran sumado, si no se hubieran echado para atrás, no habría la menor duda del triunfo de López Obrador, pero no lo hicieron por envidia".
No me corresponde hablar de las razones de Patricia Mercado ni del subcomandante Marcos para haber adoptado las posiciones que adoptaron frente al proceso electoral reciente, pero puedo asegurarte que no fue la envidia lo que los motivó a actuar como lo hicieron, sino que, entre otras cosas, sólo ejercieron su derecho a pensar diferente.
En lo que a mí respecta, tu talento y trayectoria me obligan a darte una respuesta, obligadamente larga, de por qué no participé en la campaña de la coalición Por el Bien de Todos ni participo en la Convención Nacional Democrática, que empieza por decirte que la envidia no ha tenido lugar hasta ahora en mi conducta, ni pública ni privada, y que nunca me he echado para atrás frente a los compromisos que he asumido a lo largo de una ya larga vida.
Con Andrés Manuel he compartido por años propósitos y episodios importantes de la lucha por la democracia en nuestro país. Nunca exigimos incondicionalidad ni subordinación en nuestra relación. El trato en los muchos encuentros de los dos, puedo decirte, ha sido cordial y respetuoso.
Mis desacuerdos o desencuentros con él no son de carácter personal. Las diferencias que existen entre ambos son relativas a las formas de hacer y entender la política y sobre algunos aspectos programáticos, acentuadas, ciertamente, cuando se trata como hoy de los destinos del país y a partir de que se iniciara el proceso que debía conducir a la pasada elección del 2 de julio y respecto al cual ambos definimos con anticipación y públicamente nuestras posiciones frente al país y a la ciudadanía, él a través de sus "20 puntos", sus "50 puntos" y del libro Un proyecto alternativo de nación, yo mediante la publicación de Un México para todos, de autoría colectiva. Aun con esas diferencias, mi voto fue por todos los candidatos de la Coalición, como en su momento lo hice público.
Una de las discrepancias que resaltaría de esas publicaciones es con relación al juicio que hace, sin mencionar nombres, de la digna y firme defensa del principio de no intervención y de la paz que hizo Adolfo Aguilar Zinser como miembro del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas.
Al respecto, Andrés Manuel escribió: "Después del triunfo de Vicente Fox, nuestra política exterior se ha conducido con desmesura. El resultado más notorio ha sido la afanosa intervención en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que en la práctica sólo vino a complicar aún más nuestra situación internacional", lo que me lleva necesariamente a preguntar si la política exterior de México debe plegarse incondicionalmente a la de Estados Unidos con el fin de no complicarse y olvidarse entonces de la defensa de los principios, de tomar decisiones soberanas en función de los intereses del país y de la dignidad misma de la nación, que gobierno y ciudadanos estamos obligados a respetar y a hacer valer.
Se dice también en ese proyecto: "Los sueños de ver a México como gran protagonista en el concierto de las naciones son sólo eso: espejismos protagónicos para alimentar ambiciones personales que nada tienen que ver con el país real", lo que me lleva a pensar que se quieren desconocer los logros de la política exterior mexicana como, entre otros, la aprobación por amplísima mayoría de la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, el reconocimiento del derecho de los Estados a su mar patrimonial o la participación en el Grupo Contadora para lograr la pacificación de Centroamérica, que implicaron el despliegue de una gran actividad -y si se quiere llamar protagonismo- de la diplomacia mexicana.
Encuentro como una grave omisión de un candidato presidencial no tomar posiciones claras y públicas respecto a cuestiones importantes, tanto del momento como con consecuencias hacia adelante.
Puedo citarte los casos siguientes respecto a los cuales Andrés Manuel no se pronuncia todavía y que quienes consideramos prioritaria la lucha por el rescate y ejercicio pleno de la soberanía y por la cabal vigencia de un Estado de Derecho estimamos fundamentales: no ha habido una toma de posición en relación a los contratos de servicios múltiples de Petróleos Mexicanos; tampoco respecto a la ilegal prisión y la extradición hace unas cuantas semanas de seis ciudadanos vascos.
Sobre la iniciativa Sensenbrenner, que de llevarse a la práctica vulnerará los derechos de miles o millones de mexicanos en exilio forzado en Estados Unidos; la mayor y excesiva militarización de la frontera común del lado norteamericano, que constituye, sin lugar a dudas, un acto inamistoso hacia México; la iniciativa del Área de libre comercio de las Américas del presidente Bush y la propuesta alternativa de promover un acuerdo continental de desarrollo.
La iniciativa de ley de sociedades de convivencia, bloqueada en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal en los primeros tiempos de su gestión; la falta de tacto y de oficio diplomático en las relaciones del gobierno mexicano con los gobiernos y Jefes de Estado de Cuba, Venezuela, Argentina y Bolivia.
Reconocerás que en el círculo de colaboradores cercanos de Andrés Manuel se encuentran algunos de los que instrumentaron el fraude electoral y la imposición en 1988 desde el gobierno, el Partido Revolucionario Institucional, la Cámara de Diputados y la Comisión Federal Electoral, que impuso la banda presidencial a Carlos Salinas el 1 de diciembre de 1988.
Además, el que instrumentó la privatización del Canal 13 de la televisión; el que ha declarado que el proyecto económico de Andrés Manuel es el mismo que el de Carlos Salinas; el que pretendió promover la reelección de éste. Pero a ninguno, que se sepa, ha pedido Andrés Manuel explicación sobre su cambio de piel política y ninguno la ha dado públicamente.
Este mismo grupo es el que ahora, con algunas adiciones, acompaña a Andrés Manuel en sus nuevos proyectos y el de quienes podría pensarse que formarían parte de su gobierno, que no sería por sus antecedentes y falta de deslindes, un gobierno identificado con los principios y las luchas del PRD y de manera más amplia con aquellos de la izquierda mexicana.
Sólo para argumentar sobre uno de los casos: de seguirse la política económica del salinato, se proseguiría con la enajenación del patrimonio estratégico de la nación y con el desmantelamiento de la planta productiva, se pondría en práctica una política entreguista en lo económico y de subordinación en lo político, se profundizaría el desastre productivo y social del campo mexicano, se mantendría acrecentado el flujo migratorio masivo hacia Estados Unidos y se haría cada vez más agudo el proceso de concentración de la riqueza en pocas manos.
Por otra parte, no se podrá decir que no manifesté oportuna y públicamente mi desacuerdo con la postulación por parte de la coalición Por el Bien de Todos, de la que el Partido de la Revolución Democrática fue el eje, de candidatos con posiciones públicas contrarias a los principios del PRD, que nunca se deslindaron de sus pasados políticos ni han explicado las razones de su traslado al PRD o cómo concilian un pasado antagónico con los principios del PRD al haber aceptado una candidatura de éste, que no los representa por sus trayectorias y posiciones políticas públicas.
Ahí están, como muestra, algunos que fueron candidatos y otros que ya son legisladores en funciones. En este caso, voces como la mía y las de muchos otros que sólo demandaban congruencia, fueron simplemente ignoradas.
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En los últimos días de mayo hice público un documento a través del diario La Jornada denominado "Viendo hacia adelante: un camino democrático y progresista para México", en el cual planteaba algunas cuestiones que me parece fundamental que se lleven a la práctica en el próximo sexenio, que pudieran ser consideradas por los candidatos entonces en campaña.
No merecieron la mínima observación, ni en sentido negativo ni en positivo, por parte del candidato de la coalición y la misma actitud de ignorar críticas, discrepancias e incluso planteamientos coincidentes con su línea política recibieron muchos de aquellos que por largo tiempo han militado en el campo progresista.
Digo en ese documento -y te lo reitero ahora- que al no haberse dado relevancia a la presentación y discusión de propuestas y compromisos por parte de los candidatos a lo largo de los meses de campaña, se hace necesario insistir en pensar y discutir el país que queremos, por encima de todo y antes que nada, así como en cambiar radicalmente la forma de hacer política, subordinándola a un proyecto de país y no a la simple ambición de poder o a la toma coyuntural de decisiones.
Entre las cuestiones básicas que no se discutieron en el ir y venir de las campañas estuvo la continuidad de la reforma electoral, que después del 2 de julio y ante los serios cuestionamientos que se han venido haciendo a la calidad del proceso electoral se ve aún más urgente, ya que a pesar de los muchos cambios que ha sufrido la legislación correspondiente, continúa inconclusa.
La gente reclama reducir y transparentar los gastos de las campañas; reclama que se llame a las cosas por su nombre, empezando porque las supuestas precampañas se reconozcan como campañas en la ley y en los cómputos de gastos y tiempos electorales; reclama abrir la posibilidad de candidaturas ciudadanas que no tengan que pasar necesariamente por la aprobación y gestión de los partidos políticos.
Además, facilitar el registro de nuevos partidos políticos, sin que el registro represente acceso automático a la asignación de dineros públicos; restituir en la ley la figura de las candidaturas comunes; reunir en no más de dos momentos dentro de un sexenio, los procesos electorales federales, estatales y municipales; y establecer las dos vueltas en las elecciones, tanto presidenciales como legislativas.
En materia de reforma electoral, la medida más efectiva, aquella donde se encuentra la principal respuesta a las exigencias populares, la reforma más de fondo es hacer equitativos los tiempos en los que partidos y candidatos tengan acceso a los medios electrónicos de comunicación, así como acotar los periodos en los que pueda hacerse propaganda dirigida al público, prohibiéndose a partidos, candidatos y particulares comprar tiempos en los medios electrónicos -televisión y radio comerciales- y que éstos sean asignados por la autoridad electoral de manera equitativa.
Lo anterior para que no sea el gasto mayor o menor en la compra de tiempos lo que determine la mayor o menor presencia de las alternativas electorales que se ofrezcan a la ciudadanía al través de esos medios. Así se tendrían campañas equitativas y se lograría una reducción sustancial de los tiempos y las erogaciones públicas -y en su caso privadas- en las campañas electorales.
Por otro lado, y también en relación con la cuestión electoral, debe legislarse para prohibir que en la publicidad que se hacen las dependencias oficiales al través de los medios de información -televisión, radio, prensa escrita- aparezcan imágenes y nombres de funcionarios, que si bien pudieron haber participado en la promoción o ejecución de algún programa o proyecto público, no hicieron sino cumplir con su obligación y en su caso, con un mandato ciudadano, pues fue irritante y ofensivo en las precampañas, como creo te consta, ver cómo candidatos o precandidatos de los tres partidos de mayor presencia nacional, despilfarraron a lo largo del sexenio y hasta que dejaron sus cargos, dineros públicos para su personal promoción político-electoral.
Es necesario comprometerse con reformar la reciente y vergonzosamente aprobada Ley de Radio y Televisión, recuperando para el Ejecutivo la capacidad de normar la operación de los medios de información electrónicos con sentido de servicio público y de equidad, abriendo las posibilidades, a partir de los avances tecnológicos en la materia, de otorgar nuevas concesiones a instituciones de educación superior, gobiernos estatales y municipales, organizaciones culturales y comunitarias y sociedades comerciales sin vínculos con los medios ya en operación.
Es ya oportuno también convocar a la revisión, con sentido y procedimientos democráticos, de las bases y los términos de nuestro pacto federal.
De esa revisión habrá de surgir la nueva Constitución que contenga la estructura y competencias de la Federación, los estados, los municipios y de los tres poderes de la Unión, que considere los derechos ya ganados por los mexicanos, sus nuevos derechos y los procedimientos para que el ciudadano o las colectividades hagan exigible su ejercicio frente al Estado.
Una que esté concebida visualizando la presencia de nuestro país en el mundo globalizado, que establezca los cauces para el tránsito de una democracia representativa plena, aún por alcanzarse, a una democracia de amplia participación social, así como los mecanismos de consulta ciudadana, iniciativa popular y de revocación de los mandatos, entre otras cuestiones.
Lo que hasta aquí te he expuesto son algunas de las razones que a mi juicio determinaron el número de votos que obtuvo Andrés Manuel el 2 de julio. Por estas mismas razones no creo, contra lo que tú has declarado, que mi ausencia de los actos públicos de la campaña haya provocado una dramática disminución de las preferencias electorales a favor de la coalición. Seguir argumentando más sobre estas cuestiones, sería entrar a un terreno estéril de especulaciones.
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Yendo a otros temas, me preocupa profundamente la intolerancia y satanización, la actitud dogmática que priva en el entorno de Andrés Manuel para quienes no aceptamos incondicionalmente sus propuestas y cuestionamos sus puntos de vista y sus decisiones, pues con ello se contradicen principios fundamentales de la democracia, como son el respeto a las opiniones de los demás y la disposición al diálogo.
Me preocupa, asimismo, que esas actitudes se estén dando dentro del PRD y en sus cuadros dirigentes, pues se inhibe el análisis y la discusión de ideas, propuestas y alternativas entre compañeros, más allá de que esa cerrazón se extiende también a lo que pueda llegar de afuera del partido; que la conducción política y las decisiones tomadas después del 2 de julio, como el bloqueo de Madero, Juárez y el Paseo de la Reforma -excluyo la ocupación de la plancha del Zócalo- se estén traduciendo en pérdidas y desgaste del movimiento democrático en lo general y del PRD en lo particular.
Me preocupan los cambios contradictorios de línea política: a un medio de información norteamericano Andrés Manuel le declaró no ser de izquierda, cuando había declarado serlo a lo largo de precampaña y campaña. Por otro lado, el 10 de agosto pasado se publicó en La Jornada una entrevista que hiciste a Andrés Manuel en la que preguntaste: "Si llegaras a la Presidencia, ¿tendrías que moderarte?".
A lo que respondió: "Si, la institución te lo exige, yo lo haría. Es más, durante la campaña y hasta ahora no he dicho cosas que pienso sobre mi país, porque me he autolimitado, porque mi rol es hasta ahora uno.Una vez que se resuelva este asunto [el conflicto poselectoral], ya veremos.
Pero muchas cosas me las guardé porque uno tiene que actuar de una manera cuando es candidato y, desde luego, actuar de otra manera cuando se es Presidente, y de otra manera como dirigente de resistencia social. Pero en cualquier circunstancia uno tiene que mantener sus principios. Es nada más un asunto de matices, de moderación".
¿Por qué entonces guardarse de fijar posiciones y hacer propuestas, cuando era precisamente en su calidad de candidato a la Presidencia cuando se tenían que hacer definiciones que atrajeran con lealtad y orientaran con rectitud el voto de la ciudadanía? ¿No es principio básico de un comportamiento leal y democrático actuar con transparencia y hablar con la verdad? ¿Cómo lo explicas tú?
En reciente documento suscrito por Andrés Manuel se plantea que la convención que él ha convocado para celebrarse el 16 de septiembre "decida si el órgano de gobierno y quien lo represente, se instale y tome posesión formalmente el 20 de noviembre o el primero de diciembre de 2006".
Aquí me surge la siguiente pregunta: si se considera que el gobierno actual ha quebrantado ya el orden constitucional ¿para qué esperar al 20 de noviembre o al 1 de diciembre, por qué no empezar por desconocer a la administración en funciones, como sucedió cuando el movimiento constitucionalista encabezado por el Primer Jefe Venustiano Carranza desconoció al gobierno usurpador de Huerta, a los poderes Legislativo y Judicial y a los gobiernos estatales que no acataran el Plan de Guadalupe?
No pienso que así deba procederse. Hacerlo sería un craso error, de altísimo costo para el PRD y para el movimiento democrático en su conjunto. Por el contrario, estoy de acuerdo con la sensatez y sabiduría de Luis Villoro, que en un artículo reciente dice que la discusión de un proyecto nuevo de nación requiere de tiempo para su debate y no puede aprobarse en un acto declaratorio en el Zócalo, al calor de un discurso, pues haría falta por lo menos la consulta y la anuencia de delegados de toda la República.
Es decir, agrego yo, de un amplio proceso de análisis y discusión, que en función de un proyecto de nación construido colectivamente en la pluralidad y mediante procedimientos democráticos, desemboque en la elaboración de una nueva norma constitucional.
Villoro expresa también que "muchos no podemos estar de acuerdo con nombrar un nuevo presidente en rebeldía. Esto rompería, aunque sólo fuera simbólicamente, el orden constitucional. Para sostener una amplia y permanente oposición lo que menos necesitamos son actos provocadores.
Lo que sí es necesario, pienso yo con muchos conciudadanos, es caminar hacia la paulatina realización de un nuevo proyecto de nación para el porvenir cercano. Un proyecto de oposición podría seguir ciertas ideas regulativas: una nueva ley electoral; una nueva legislación sobre los derechos de los pueblos indígenas; resistencia contra la privatización de los recursos naturales; lucha contra la corrupción; ampliación de la educación en todos sus niveles; lucha para disminuir radicalmente la desigualdades económicas y sociales. Una izquierda nueva podría aglutinarse, sin perder diferencias, en las líneas de un proyecto semejante".
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Como ves, con esta larga carta lo que hago es defender el derecho a disentir, a pensar diferente, a pensar que cuando se ha impedido ha conducido a dictaduras, opresión, represión, sectarismos e intolerancia, que estoy cierto, ni tú ni yo queremos ver en nuestro país.
Muy atentamente
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano
septiembre 11, 2006
Exorcizando a Stroessner
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¿Qué sabes de Paraguay? ¿Cuánto sabe el mundo de Paraguay?
¿Iguazú? ¿La Guerra del Chaco? ¿Qué una de ‘allá’ se casó con Christian Castro?
Es altamente probable que, si no eres paraguayo, sepas muy poco. Una de las razones de esa ignorancia no tiene sólo que ver con tu indiferencia a la historia o geografía, tiene que ver con un país que ha pasado más de medio siglo mirándose a sí mismo, ignorado por sus vecinos, despreciado hasta por economías menores. Esa es la tragedia de la que daremos cuenta.
Desde 1954 y hasta 1989, Alfredo Stroessner dictó implacablemente los destinos de ese país sudamericano.
Disciplinado, ególatra, dogmático, su carrera militar fue un éxito natural. Para 1954 fue promovido a general de división y con eso bastó para que, en ese mismo año, encabezara un golpe de estado contra el presidente Federico Chávez, bajo la elocuente máxima de detener el avance comunista, instauró la llamada “Trilogía: Gobierno-Partido-Ejército”.
Sus más de treinta años en el poder mostraron el rostro de un personaje que, con una sociedad política sometida, hizo poco que no fuera mirarse al espejo y vanagloriarse de cuanta pequeñez alcanzó.
Todas sus obras públicas, marca natural de los gobiernos militares en ese periodo, llevaban su nombre. Tuvo el tino de hasta nombrar una ciudad Puerto Presidente Stroessner, misma que hoy es conocida como Ciudad del Este.
Treinta años fueron de extravío para Paraguay. Treinta años sí son algo.
Reformó la constitución paraguaya para reelegirse en innumerables ocasiones y perpetuar su régimen de presión y terror. Fue reelegido en 8 legislaturas, en votaciones verdaderamente fraudulentas, y con la ventaja añadida de ser el único candidato: 1958, 1963, 1968, 1973, 1978, 1983 y en 1988.
Treinta años con más de cuatro mil muertes por represión. En silencio, en el anonimato mundial, Stroessner persiguió a los ‘comunistas’ hasta su desarticulación. Tortura, desaparición, fosas comunes. Todo enmarcado en sus espléndidos mecanismos de premiación gubernamental que mantenían callada a la clase política.
Por su origen, pero más por su formación, era —y cómo no lo iba a ser— particularmente afecto de los nazis. Inclusive dio asilo a una gran cantidad de militares alemanes en plena huida.
Faltaba más: enredado en su imagen del gran dictador, este personaje se permitió dar asilo a Anastasio Somoza, derrocado dictador nicaragüense. Somoza murió asesinado en Asunción y con esto se desató una época de temor dentro del sistema de gobierno, que tanto se pavonea de ser infranqueable.
Como todo dictador, su estrategia de supervivencia económica fue el endeudamiento con los Estados Unidos, quien en su alineación anticomunista le otorgaba líneas de crédito amplias. El resultado de su gobierno fue, como es fácil intuir, catastrófico.
Su proceso de descomposición se agudizó con el crecimiento de la corrupción y sus implacables imposiciones políticas. En el ocaso de su reinado empezó a pagar el costo de haber creado un estado con escasa educación, en el que el contrabando de whisky y cigarros hacia Brasil y Argentina, eran una parte fundamental de la economía.
En diciembre de 1989, sin democracia, con una economía que rayaba en el feudalismo, y habiéndose convertido en un ser que parecía el intermedio natural entre el mandato de Fidel Castro y la represiva y necia dictadura chilena de Augusto Pinochet; su propio partido Colorado lo declaró caduco y lo derrocó, mandándolo al retiro permanente en Brasil.
Curioso fue que nadie festejó ni protestó en Paraguay. Miraron, impávidos, lo que acontecía. Más como telenovela que como hecho histórico, resulta, para alimentar el morbo social, que lo destituyó su consuegro.
Desde su exilio se iniciaron diversos procesos en su contra, ahora sí, el partido Colorado se mostraba consternado por las desapariciones, por las corruptelas. Ese mismo que fue el gran beneficiado de este estado de control.
Hoy recordamos a Stroessner, lo recordamos porque ha muerto. Falleció en Brasil, pesando sólo 45 kilogramos de un mal pulmonar.
Pero la verdadera oportunidad con su muerte es que puede ser el inicio de la emancipación de los paraguayos de una clase política que no les ha servido para nada, que los mantiene en la pobreza y desigualdad.
Emancipación de todos aquellos que los han sometido por décadas.
Porque no hace falta decir que si Stroessner cayó hace 17 años, no se siente una gran diferencia en el desempeño de su actual gobierno. Son más de tres lustros y no han logrado colocar a su país en algún otro lugar, uno distinto al que han tenido por tanto tiempo.
Paraguay busca, con urgencia, liberarse de la historia de ser dirigidos por personas que sólo saben mirarse a sí mismos.
No han logrado desterrar al fantasma de un personaje que los asedió por años y que, para su desgracia, sigue rondando las calles, los pueblos y los gobiernos paraguayos.
A veces pareciera que además de emanciparse, Paraguay necesita un exorcismo.
septiembre 06, 2006
El precio único, vetado por Fox
La ley del libro, otra vez
Por: Fernando Escalante Gonzalbo
Es aburrido volver a hablar por tercera o cuarta vez de la ley del libro, y no me gusta la idea de hacer leña del árbol caído, pero no hay remedio, el veto del Presidente no tiene disculpa: es una decisión dogmática e irresponsable. De toda la aparatosa publicidad de su gobierno lo más afortunado fue la frase “Por un país de lectores”; ahora bien: una de las pocas cosas positivas que se hicieron para ese propósito —no fue el Presidente, sino el Senado quien tuvo la iniciativa— fue la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro, que Vicente Fox ha decidido vetar (la ha devuelto al Congreso diciendo que reconoce “los numerosos méritos” de la ley, pero se opone al “esquema del precio único”, que es prácticamente el único recurso concreto de la ley que en lo demás sólo pide fomentar, favorecer, apoyar, estimular, promover, pero sin indicar medios ni facultades).
El argumento de la Presidencia es previsible: el precio fijo perjudicaría a los consumidores, porque “suprimiría la libre competencia”. Lo mismo había dicho, días atrás, el presidente de la Comisión Federal para la Competencia, Eduardo Pérez Motta, que la ley “tiene grandes virtudes” pero el precio único es inaceptable, porque en el mercado de “cualquier producto” los precios “se van ajustando conforme a la dinámica” de la oferta y la demanda. Algo parecido dijeron varios articulistas cuando se votó la ley en el Senado. Enrique Canales, en Reforma, argumentó que con la ley se pretendía “defender a las librerías ineficientes castigando a las que mejor nos han atendido” y con eso quitarnos “el sagrado derecho a los consumidores de aprovechar un descuento”; es una medida, dijo, que “corresponde a una economía centralizada como la cubana”. Sergio Sarmiento fue todavía más explícito: “El propósito real [de la ley] no es fomentar la lectura sino atacar a las cadenas de librerías que se han distinguido por su eficiencia y resultados” y debería llamarse, en concreto, “Ley para castigar a la librería Gandhi”; su argumento era idéntico a los anteriores: “Cuando se establece un precio único para cualquier producto se reduce o se elimina la competencia que beneficia a los consumidores”.
Aunque la doctrina diga otra cosa, en el mercado del libro la competencia a base de descuentos no se traduce necesariamente en una disminución de los precios, y no hay ningún misterio en ello. El libro es una mercancía particular, como lo son todas: el petróleo, la tierra, los servicios médicos, la educación o las líneas telefónicas. Por eso cada mercado tiene sus reglas (y todos tienen reglas). No hay tal cosa como “cualquier producto” ni hay tampoco “el consumidor”, sin más.
La diferencia fundamental que caracteriza al mercado editorial es la cantidad y variedad de títulos y el hecho de que sean estrictamente incomparables, únicos: un libro no es nunca cualquier libro, no se puede sustituir por otro cualquiera y tampoco se puede repetir la compra, como se hace con una marca de galletas. Normalmente, si alguien ya compró un libro no lo volverá a comprar, y si a uno no le gusta un autor o no le interesa un tema no comprará el libro, por muy barato que se lo ofrezcan. Por otra parte, se publican en castellano entre sesenta y ochenta mil nuevos títulos cada año: ninguna librería puede tenerlos todos, de modo que un factor básico de competencia está en la selección del fondo, que es mucho más importante que el precio. También lo es la inteligencia, la capacidad y la atención del librero.
¿No se habrán preguntado en la Presidencia, no se habrán preguntado los señores Canales, Sarmiento o Pérez Motta por qué tienen leyes de precio único de los libros los países de la Unión Europea? ¿Por qué, con qué consecuencias han mantenido el precio único desde hace décadas Alemania, Francia, España? ¿Pensará alguien que son “economías centralizadas” como la de Cuba? ¿Estará alguno en la idea de que los libros son más caros en España o en Francia que en México? No hay que darle muchas vueltas: el precio único —entre otros recursos—ha servido para proteger hasta donde es posible la diversidad de la industria editorial y para mantener un sistema de librerías razonable (siete mil en Alemania, otras tantas en Francia y cinco mil en España —de ellas, mil de gran calidad—a pesar de la abrumadora presencia de cadenas como FNAC y Virgin; en México tenemos teóricamente unas quinientas, contando todo, y en la práctica no más de media docena).
En cuanto al precio, sirve de ejemplo el caso inglés: a partir de la supresión del precio fijo —una delicadeza del “nuevo laborismo” de Blair, en 1996— el precio de los libros ha aumentado muy por encima de la inflación promedio.La libertad de precios tiene una consecuencia básica en un mercado concentrado como es el del libro actualmente: las grandes cadenas de librerías, que acaparan un volumen considerable de las ventas de cualquier editorial, están en posición de imponer sus condiciones; piden descuentos extraordinarios —para bajar sus precios sin reducir ganancias— que no hay más remedio que darles y que los editores compensan aumentando el precio de lista (pregunte usted a los editores, compare el precio de los libros en España y en México).
Las librerías pequeñas no tienen forma de competir con eso. Sumemos el otro factor, la concentración oligopólica de la industria editorial: las grandes ventas corresponden a las novedades de Planeta, Random House y Santillana, y a ellas se dedican las cadenas. Las pequeñas editoriales no pueden ni ofrecer grandes descuentos ni manejar una cantidad de títulos comparable con la de los grandes consorcios, tampoco tienen sus recursos publicitarios y, por lo tanto, no interesan a las cadenas porque sus libros se venden despacio y en pequeñas cantidades. En resumidas cuentas, con el sistema actual tenemos cada vez menos librerías, menos editoriales, una oferta reducida de títulos disponibles y precios más altos.
Puesto que de eso se trata, preguntemos: ¿qué es una librería “eficiente”? Para los dogmáticos del mercado no hay duda: una librería es una tienda como cualquier otra, que vende cosas, de modo que la más eficiente es la más grande, que vende más cosas, más baratas y gana más dinero. Su modelo en México es Gandhi. Es también, por supuesto, la que mejor atiende al consumidor, puesto que lo único que el consumidor quiere es comprar las cosas más baratas. Impecable. Salvo que —insisto— los libros son unas cosas peculiares, no da lo mismo comprar una cosa de Pérez-Reverte que una cosa de William Faulkner. Cuando hablamos de libros resulta que hay tantos y tan distintos que ninguna librería los ofrece todos; por otra parte, a esa variedad corresponde una variedad de consumidores que necesitan tiendas con surtidos diferentes (recuérdese, son mercancías incomparables en las que no se reitera el consumo). Se entiende mejor si les llamamos “públicos lectores”; son consumidores, sí, pero de libros: no hay ofensa en llamarles lectores. Hay un público lector —un conjunto de consumidores— que encuentra todo lo que necesita en el almacén de Gandhi; hay otros, varios, distintos públicos que nunca encontrarán allí lo que buscan.
Propongo otra definición: es eficiente una librería si tiene los libros que van a buscar sus clientes.Un par de ejemplos. Era eficiente, infinitamente más que Gandhi, la pequeña librería Las Sirenas, de San Ángel, por la sencilla razón de que en ella uno podía encontrar las obras de Chinua Achebe, Ben Okri, Kobo Abe, Isaac Bashevis Singer, Yasunari Kawabata, Rose Tremain, Charles Simic, Anne Carson y docenas de otros autores que no existen en el catálogo de Gandhi. Es eficiente, fuera de toda medida, incomparablemente más eficiente que Gandhi, la librería Lagun de San Sebastián —una pequeña librería de una pequeña ciudad española, de doscientos mil habitantes— donde en los últimos meses he comprado las obras completas y el epistolario de Valle-Inclán, la obra en prosa de Miguel Mihura (una delicia), la narrativa completa de Álvaro Cunqueiro, la de Castelao, las crónicas de Josep Plá, la obra completa de Max Aub, recopilaciones de los artículos de Julio Camba, César González Ruano, Ramón Gaya, Joan Fuster, el más reciente libro de ensayos de Tomás Segovia, los diarios completos de don Manuel Azaña: todas obras extraordinarias, casi indispensables, según yo, para la biblioteca de cualquiera que se interese por la literatura en lengua española, todas en ediciones recientes, de editoriales muy normales, y de cuya existencia no tendrá ni noticia un cliente de Gandhi. Incluso desde una óptica casi provinciana, autores mexicanos que escriben sobre México, la ineficiencia de Gandhi es catastrófica: busque usted allí los ensayos de Roger Bartra, Claudio Lomnitz, Mauricio Tenorio o Antonio Azuela. No hablemos de algo mínimamente especializado, como las ciencias sociales o la filosofía porque el surtido que presenta Gandhi —en comparación con lo que puede ofrecer sólo la industria editorial en lengua española— es bochornoso: existen en español, búsquelos usted en Gandhi, libros de Clement Rosset, Arjun Appadurai, Harry Frankfurt, Mary Douglas, Marshall Sahlins, Jean-Francois Bayart.Sin duda un almacén misceláneo de saldos y novedades como Gandhi tiene su razón de ser, hay clientes que encuentran allí todo lo que podrían querer como lectura. Enhorabuena. Habrá lectores cuyos gustos coincidan puntualmente con las decisiones de los gerentes comerciales de Planeta, Santillana y Random House, y para ellos basta y sobra con que existan las librerías de Gandhi.
Ahora bien: si la existencia de ese almacén, o esa serie de almacenes, implica la desaparición de cualquier otra librería, la reducción de la oferta de títulos y de paso el aumento de precio de los libros, hay que plantearse alguna forma de regulación, porque significa que ese mercado funciona mal. Y para eso existe el Estado.
El precio fijo es un primer paso. Mínimo pero indispensable. Habría mucho más que hacer para fomentar la industria editorial y la lectura. Por ejemplo, cambiar dos o tres tonterías de la reglamentación fiscal, cambiar la política de adquisiciones del sector público, acabar con la simulación por la que aparecen como pequeñas o medianas editoriales mexicanas las que son en realidad filiales de alguno de los tres grandes consorcios en lengua española. Empecemos por el precio fijo.
escalante.fernando@gmail.com
SOBRE EL FALLO DEL TRIBUNAL ELECTORAL
Alternativa reconoce desempeño del Tribunal Electoral y respeta, en todos sentidos, su decisión
Llama Alternativa a todas las fuerzas políticas a reiterar su compromiso con la legalidad democrática
1. Con la calificación de validez de la elección presidencial y la declaración de presidente electo, ha concluido uno de los procesos electorales más competidos y polémicos de la reciente democracia mexicana. Alternativa considera que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación resolvió todas las impugnaciones por encima de las presiones extra jurídicas de las partes; señaló las irregularidades que se presentaron durante el proceso electoral, examinó y valoró las pruebas correspondientes, y determinó que dichas irregularidades no fueron determinantes sobre el resultado de la elección y el cómputo final de la misma. Sin embargo, para Alternativa, vale la pena revisar los señalamientos del Tribunal acerca de las irregularidades observadas durante el proceso electoral. Dichos señalamientos ameritan una reflexión por parte de los partidos y de toda la sociedad mexicana, a fin de realizar los cambios que eviten esas irregularidades en futuros comicios. Mención especial merecen la intromisión de un sector de empresarios y la falta de responsabilidad histórica y compromiso democrático del presidente Vicente Fox, quien no sólo incidió directamente en la polarización política, sino que además canceló la posibilidad de ser en este momento un Jefe de Estado con la autoridad necesaria para convocar al dialogo y la conciliación.
2. Como lo manifestamos desde el pasado 2 de julio, Alternativa tiene un compromiso con la legalidad y la institucionalidad democrática que, con enormes esfuerzos y no sin resistencias, la ciudadanía, las organizaciones de la sociedad y los partidos políticos hemos construido en los últimos años. En consecuencia refrenda su respaldo al Tribunal Electoral y reconoce la independencia, responsabilidad e imparcialidad que han orientado su actuación.
3. En Alternativa consideramos a la actual crisis política como una inmejorable oportunidad para impulsar de inmediato las reformas tantas veces pospuestas y que son indispensables para consolidar la vida democrática y encauzar a México en el camino del desarrollo con empleo, justicia y equidad.
4. Las condiciones están dadas para iniciar de inmediato el diálogo y llevar a cabo una reforma electoral que reduzca en forma radical la duración de las campañas y la cantidad de dinero, público y privado, utilizado en ellas; así como para erradicar la intervención de poderes fácticos, gobiernos y estructuras corporativas o redes clientelares, en el desarrollo de los procesos electorales. Una reforma que también regule la relación de los medios de comunicación con la política y las campañas electorales. Por otra parte, podemos empezar a construir los consensos para lograr un nuevo diseño institucional que, en el marco de la actual pluralidad política, permita una relación de colaboración y corresponsabilidad entre los poderes públicos y genere los incentivos necesarios para la construcción de acuerdos. Sobre esas bases, será más factible que México pueda avanzar en otros acuerdos, aquellos orientados a superar la profunda desigualdad que escinde al país, mediante un desarrollo incluyente, sostenido y sustentable, con equidad y libertades reales para todas las personas.
Alternativa es un partido comprometido con la eliminación de todo tipo de desigualdad, así como con la expansión de la democracia, de las libertades civiles e individuales y de la construcción de ciudadanía. Eso es lo que nos identifica en el campo de las izquierdas. Desde ese lugar, nos comprometemos también a hacer de la política una tarea constructiva, digna y transparente, al servicio de la sociedad, y a reconocer la diversidad social y la pluralidad política, como condición para construir una democracia funcional que coloque en el centro de las exigencias nacionales un firme compromiso contra la desigualdad en todas sus manifestaciones; defina una agenda básica de reformas para el crecimiento económico y el empleo; y establezca las bases para construir un país de leyes y una sociedad de derechos.
septiembre 04, 2006
El inicio del final
El espectáculo que atestiguamos hace dos días abre, sin duda alguna, toda una gama de reflexiones e interpretaciones.
La primera sensación que me asaltó al estar juntando las hebras que iban dejando los eventos fue de que ahí, en ese Sexto Informe de Gobierno de Vicente Fox, había un acuerdo entre el PRD y el PAN.
Las razones por las que se asentó esa sensación no son sofisticadas, y el contenido de ese acuerdo tampoco es de largo plazo. Sin embargo entre el mensaje de López Obrador de no asistir al Congreso de la Unión y la sensatez de Fox de llegar entregar el informe y salir, hubo varios mensajes adicionales: los panistas rechazaron la idea de hacer una valla, el Estado Mayor no cercó la tribuna del recinto legislativo, los perredistas se hicieron del espacio e impidieron al Partido Acción Nacional hacer su posicionamiento y sin embargo no pareció haber mayor problema.
Este acuerdo podría haber sido tan elemental como ‘Ustedes no vengan a desatar la violencia callejera y nosotros aceptamos que el Presidente no hable’. Así de básico, pero así de profundo también.
Pero de ser así, este acuerdo lo que significaría es que los jugadores moderados y sensatos dentro del perredismo están logrando colocar sus posturas, y ganar las maniobras.
El viernes vivimos con nitidez el inicio del final del movimiento de resistencia callejera del PRD y el inicio de su resistencia institucional. Me parece que dejarán que la Convención Nacional democrática haga lo que va a hacer y, en paralelo, llevarán el enfrentamiento con Acción Nacional al terreno de sus gobiernos locales, sus regidores, sus diputados y senadores.
No será rápida la disolución de la acción callejera, entre otras cosas porque aún les sirve como palanca de presión frente al panismo, al priismo y al propio gobierno federal. Pero se vislumbra que a la coalición Por el Bien de Todos le interesa más apretar las tuercas del sistema, impulsar sus propuestas de reformas políticas y electorales, y avanzar en su idea de transformación de fondo en el país por las vías que les permita llegar al 2012 en verdaderas condiciones para repetir o inclusive ampliar su éxito electoral de este año.
Por supuesto que esta hipótesis enfrenta dos obstáculos de difícil resolución. El primero es la propia visión que Andrés Manuel tiene del futuro inmediato y como eso se puede combinar con un partido que tampoco esta dispuesto a ir hasta donde el líder necesita.
A pesar de estar en una suerte de pequeño ‘termidor’ (estado de terror) en el que aquél perredista que se salga de los márgenes aceptables de López Obrador es duramente reprendido, es evidente que la balanza de poder dentro de ese instituto esta cambiando y los poderes fácticos se están reacomodando para impedir ser arrastrados por las vorágines de la tentación autoritaria de su dirigente.
Si el PRD logra imponer su agenda, su estrategia y su línea de acción al propio López Obrador, iremos viendo como este partido pasará de ser un adolescente político, lleno de rabietas e inseguridades, a un adulto joven que puede lograr mucho en la combinación de su juventud y madurez.
Al parecer están, por primera vez en meses, las condiciones para que se dé un equilibrio interno.
El segundo obstáculo es el presidente Fox. Quien también habría sido contenido en su deseo de subir a enfrentar a los perredistas, y que ahora tendrá que ser acompañado en un proceso de aceptación de que dejará al país lejos de la tranquilidad que él recibió.
Fox juega un papel importante puesto que está convertido en el gran provocador, y quien podría darle salidas suaves a la crisis o simplemente agravarla.
Habrá que ver si el panismo logra construir fórmulas para que el Presidente juegue sus cartas de manera útil y no simplemente desde la boca del estomago.
Después de meses de crisis política hay que decir que, más allá de la falta de civilidad y respeto a la pluralidad que vimos en el Congreso, hay por fin luz al final del túnel.