octubre 02, 2006

La caída de Ulises

Escribo estas líneas cuando se percibe en la información periodística que el ingreso policiaco y militar al centro de Oaxaca es inminente. No sé que suceda la noche de este sábado, o en los días subsecuentes, sin embargo es fundamental poner a este conflicto en el centro de nuestras reflexiones. Nada como Oaxaca demuestra claramente las enormes necesidades de tener y promover una nueva clase política y nuevas reglas del juego, nuevas leyes que nos permitan normar, no sólo la revocación de mandato, sino gobernar la pluralidad.
Por eso es difícil construir una opinión justa frente a la situación que se gesta en Oaxaca. Esta dificultad tiene que ver, por un lado, con la profunda polarización que produce este tipo de conflictos. Cuando se toman medidas radicales para lograr objetivos políticos es natural crear posturas antagónicas a lo que se busca impulsar. El caso de López Obrador y el PRD al tomar Reforma es una nítida oportunidad para analizar este tipo de fenómenos. Por el otro lado la evidente miseria, desigualdad y marginación son resultado incuestionable de los gobiernos priistas, ésos que solo han visto por sí mismos y no por la entidad y su gente.
La discusión es, pues, si debe o no caer Ulises Ruiz, si debiese de dimitir a su cargo.
En Oaxaca se vive la tensión en la cotidianeidad. Son cientos de días sin clases, con el estado inmovilizado, con el conflicto ignorado, con la realidad cimbrándose día a día con los balazos, las confrontaciones, los disturbios, los grupos que quieren tomar la justicia por propia mano.
Comerciantes, empresarios, artistas, mujeres y hombres de esa entidad coinciden en la incompetencia de Ulises Ruiz, sin embargo no termina de quedar claro si debe o no caer de su cargo. Y no porque haya duda alguna sobre su incapacidad política y su visión pequeña de las cosas. No. En realidad la duda es si su caída resolverá un conflicto que parece haber rebasado con amplitud su dirección inicial. Crecen las dudas de si la APPO está en condiciones de controlar sus diversas células, su radicalidad y si serán capaces de disolverse en sus vidas diarias. Es una gran duda, ésta que los asalta.
Si la dirigencia de la APPO fuese un interlocutor uniforme, homogéneo, congruente, seria natural que todos estuviésemos clamando por la destitución del gobernador. Pero la realidad es ya muy distinta. Se percibe un movimiento que, como es natural, está repleto de muy distintas exigencias, necesidades, ideas de rutas. Se ha convertido en una verdadera olla que tiene un guiso extraño y complejo.
En la APPO hay todo tipo de liderazgos, de organizaciones, que vieron en este movimiento la oportunidad para salir de años de gobiernos corruptos, pero además para plantear sus demandas, sean éstas las que sean. Desde el movimiento magisterial hasta algunos guerrilleros, en la APPO confluyen personas asociadas con exigencias sobre casi todo: cultura y arte, derechos humanos, sociales, sindicales, regionales, de desarrollo urbano, indígenas. De todo. ¿Cuál es entonces el común denominador? La irritación. Y de todos los comunes denominadores ése es el más peligroso.
Sin liderazgos claros y fuertes, con grandes cantidades de exigencias la APPO avanzan en sus mecanismos de presión al gobierno federal y local y se prepara, como hemos visto, para lo peor.
Por esto no puedo más que compartir la preocupación alrededor de si la caída de Ruiz puede, realmente, darle una salida a ese movimiento para transitar a un nuevo momento de su lucha por la transformación de ese estado de la República.
Ante un movimiento tan radical y de múltiples características, parece factible que ya teniendo la “cabeza” del gobernador pudiesen decidir quedarse hasta la instalación del interinato, para asegurar que sea alguien que puedan respetar. Y… ¿después?
Yo no creo que Ulises Ruiz pueda seguir gobernando su estado. Creo que lo correcto es que renuncie a su cargo. Pero insisto, ¿cómo se garantiza que la APPO pueda realmente desmantelarse y regresar a la acción política institucional?
No es fácil, desde ningún ángulo, resolver este conflicto. Tampoco aporta nada seguir descubriendo a los responsables de la magnitud de esta crisis, es claro que el gobierno federal incurrió en una gravísima falta. Pero hoy lo que se requiere en Oaxaca es paciencia, es tranquilidad, es ánimo para seguir negociando, es talento político y, sobre todas las cosas, es la paz.

luciano.pascoe@gmail.com

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Luciano.

Mi nombre es Armando Amaya y soy estudiante de Ciencias Políticas y Administración Pública en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Este tema ha llamado mi atención, debido a que no termino de entender qué es lo que ha sucedido en el estado de Oaxaca, las constantes muestras de violencia y el pobre diálogo que no ha conducido a nada me llevan a apoyar la posible íntervención del ejército en Oaxaca, aunque también, terminado el conflicto, la renuncia de Ulises Ruiz.
En principio, no quisiera extenderme demasiado sobre este último punto, solamente diré que si es destituido el gobernador en este momento, se estará dando un mensaje de que con la violencia se resuelven todos los conflictos y que en términos institucionales el Estado habrá perdido su posición como único jerarca en un determinado territorio, ya que habrá accedido a las peticiones de un grupo que no tiene esa autoridad institucional, y no se cumplirá con la condición de que el Estado haya eliminado todos los grupos con posibilidades de violencia, en pocas palabras, darle la razón a un grupo como la APPO significa ir en contra de la institucionalidad y favorecer la revolución. Terminado el conflicto, el gobernador debería dejar el cargo por el obvio descontento que ha generado su gestión.
Mañana tengo una mesa de diálogo con compañeros de mi facultad sobre este tema, por lo que el día de hoy, decidí comenzar a explorar algunas opiniones de ellos. Algo que noté con tristeza es la intolerancia que hay entre ellos, que va desde no insultar o contradecir al caudillo López, ya que todo y absolutamente todo lo que dice está bien -no obstante de su raquítica credibilidad-, hasta tacharte de derecha o de panista -como si eso fuera algo malo-simplemente por no estar de acuerdo con ello.
Hablé con una compañera sobre el tema, la incursión del ejército, y manifesté que estoy de acuerdo, y volteó con una cara de desaprobación, le dije que ya había habido diálogo, y no funcionó, y que además es un grupo violento, y que tirar en este momento al gobernador implica todo lo que ya dije, añadiendo que eso implicaría una revolución. Ella dijo que era mejor la revolución, que cómo nos íbamos a quedar con esas instituciones, entre otras cosas, y lo que no termino de entender es cómo alguien quiere una revolución en este momento. Estamos años luz de los países desarrollados porque varios políticos "añoran" el pasado, y una revolución sería lo peor que le podría pasar a México, atrasarnos otros 30 años en la historia, y ni siquiera con la seguridad de que las instituciones actuales cambiarían. La verdad es que su comentario me pareció de lo más desafortunado, continuamos con la discusión -ella estaba cerrada a lo que le dijera, no obstante, intentaba disimularlo-y ella dijo que sería mejor dialogar, yo le comenté que ya hubo diálogo y ella dijo que claro que no, que no hubo ningún diálogo, negociación, y dijo que era mejor dialogar, dialogar hasta que se solucionara el problema. Ya no hay tiempo para el diálogo, Oaxaca ya no puede esperar más, así como ella hay muchos que ven o piensan que la situación que se vive ahí merece una solución pacífica que tome su tiempo, pero yo me pregunto cuánto?, no hay más tiempo, las soluciones deben tomarse ya, se ha postergado mucho esa discusión, ya no tenemos el tiempo que teníamos antes.

Me despido.
Atte. Armando Amaya
armando.amaya.leon@gmail.com

Anónimo dijo...

lo que pasa es que ulises abuso de los maestros que lo apoOOOyaron paraque ganara .... el planton es tradicional cada año, pero ulises no lo comprendio .... los agredio y se le revelaron.