julio 24, 2006

Reglas agotadas

Con un voto serio por la paz en Líbano
Llevamos tres semanas desde el dos de julio. En este tiempo hemos visto ir y venir todo tipo de posiciones, ideas y reflexiones sobre el resultado, aún por resolverse, del proceso electoral. Y digo aún en el aire simplemente porque se requiere que culmine el proceso del Tribunal Electoral para tener un presidente electo.
En este océano de letras, palabras e imágenes me resulta indispensable plantear algunas preocupaciones sobre ‘detalles’ que parecen estar exentos de atención, o al menos, de la debida atención.
He seguido la campaña en medios de comunicación que ha llevado López Obrador en esta última semana para documentar su dicho de la elección fraudulenta, y he tratado de entender sus argumentos y posturas.
No ha sido fácil. Sobre todo porque es en los detalles en donde me empiezo a entrampar.
Recuerdo bien las elecciones del histórico y bastante manoseado ´88, vimos gente rellenar urnas, teníamos pruebas de ello. Vimos a caciques pasar lista, vimos casillas incendiadas, fuimos asediados por los golpeadores de los ‘jefes’ políticos en las colonias. Hasta la muerte llegaron algunas y algunos que luchaban por liberar al país de sus costumbres.
Teníamos toda la evidencia de que se había cometido un atroz fraude. Por eso cuando veo a López Obrador dar sus pruebas y me percato que son hojas y hojas de mala aritmética me preocupa.
Me resulta extraño que diga que tiene evidencia que si se recuenta voto por voto él tendría una ventaja de medio millón de votos. Pero sólo tiene el sesenta por ciento de las actas de casilla. Es decir está haciendo un cálculo a ojo de buen cubero.
Escucho, con cuanta atención puedo, para entender de dónde viene esta ‘claridad’ de triunfo y de fraude. No la encuentro.
Después del fraude contra el Frente Democrático Nacional se intensificó una lucha por ciudadanizar a las instituciones electorales, por quitarle al gobierno la organización, ejecución y cómputo de las elecciones.
Muchos años pasaron para lograrlo y hoy lo tenemos. Y no es un mero asunto de estribillo de ‘500 mil personas participaron en el proceso’. No. Es una realidad, miles de ciudadanas y ciudadanos hicieron la elección. Contaron los votos, los sumaron, los llevaron a su consejo distrital, se esmeraron en cumplir con una labor ciudadana. Ese es un enorme merito y no podemos dilapidar todo lo construido porque el resultado no nos favorece. No podemos atentar contra un largo y sinuoso camino para arrancarle de las manos al gobierno los procesos electorales. Así como tampoco nadie puede llamarse a engaño sobre como funcionó este aparato, ya que fue vigilado de principio a fin por los partidos políticos.
Lo que hemos construido como país, los candados y las contenciones a las peores tradiciones políticas ahí están. Sin embargo el problema, y el detalle, es que quienes están allá son los mismos de siempre. El PRD ha vuelto al lugar donde se siente mejor, donde se mueve bien, la protesta sin crítica, la guerra contra la ultra derecha fantasmagórica, la convicción sin fundamentos.
Es hora de que los políticos se —nos— percaten de que todo esta en sus manos, en manos del Congreso, en manos de los gobiernos estatales, en manos de la presidencia de la república. Que la reforma política integral es indispensable, que seguimos con reglas inconexas, que nadie puede quejarse de inequidad si se negó a plantear serias reformas al financiamiento y su manejo. Que la inequidad pasa, siempre, por una lógica facciosa con la que los partidos políticos han distribuido el pastel de los dineros públicos, cobijándose, protegiéndose.
La elección fue inequitativa, ni duda cabe. Tan lo fue en Coahuila como en el DF, como en Tabasco y Nuevo León.
La solución no está en si se cuenta voto por voto, está en si realmente hay disposición de todos a darnos nuevas reglas de competencia. Las que tenemos se han agotado.

julio 15, 2006

Los comisarios de la izquierda

Hace una semana, en este mismo y modesto espacio, nos ocupábamos de la enérgica búsqueda de culpables que dentro de las filas del perredismo se sucedía. Las criticas a Lázaro Cárdenas y Amalia García por no haber tenido sendas elecciones de estado ‘como sí se hizo en el DF’ se hacían manifiestas, esto en correspondencia con las cada vez más airadas y personales criticas hacia Alternativa y a Patricia Mercado por haberle robado votos al candidato del PRD. La izquierda ‘única y autorizada’ se revuelve para dar sentido a su derrota, porque, como bien sabemos, no es responsable de nada, sólo victima.
En paralelo, el líder de las causas verdaderas y justas de la nación, Lopez Obrador, ha continuado dándonos muchas evidencias del ‘fraude’ perpetrado contra su invencible opción. Lleno de ejemplos y sin ninguna evidencia sostenible, ha pasado de una serie de impugnaciones del siglo 21 – fraude cibernético, algoritmos matemáticos de tercera generación que modificaban la elección – a un llamado de fraude del siglo 19, de urnas embarazadas, robo de boletas, funcionarios de casilla comprados y representantes vendidos.
Nada de esto sería hoy relevante de no ser por el pequeño detalle de que sigue. Siguen intentando linchar a los detractores, siguen tratando de demostrar el fraude y, sobre todo, siguen tratando de descifrar qué es lo que pasó.
Curiosamente la impugnación de Lopez Obrador ante el Tribunal Electoral pide el recuento de votos, y justo después el no reconocimiento del presidente electo. Sorprende este hecho porque uno supondría, sólo eso, que la exigencia del PRD de pedir el recuento terminaría con un reconocimiento del resultado. Pero no es así. Piden, porque saben cual sería el resultado o porque es una mera estrategia política, que se haga un recuento y que de inmediato se pase a no reconocer al ganador. La respuesta de López Obrador en López Dóriga fue de una enorme ambigüedad: así se hacen las impugnaciones – uno, dos, tres -.
Pero tengo que insistir. Lo más dramático es la frenética búsqueda de culpables que un amplio sector de políticos e intelectuales ha estado elaborando. Son varios, son de distintas tallas, con importantes diferencias, con mejores y peores argumentos. Unos en la mezquindad otros en la inteligencia, pero todos dentro de una enorme distancia. En esta semana destaca un connotado escritor mexicano, Carlos Monsiváis.
Vale la pena decir que el humor en el periodismo actual es un elemento útil y socorrido con escasez. El humor nos permite disectar con elegancia y profundidad temas complejos, espinosos, a veces hasta dolorosos. El humor hace tolerable y comprensible lo abrumante de la realidad. Siempre he tenido enorme respeto por las personas que pueden recuperar con un poco de risa los numerosos absurdos de nuestro país y su clase política. Siempre he disfrutado el talento de este escritor para usar el humor casi negro para reflejar el cinismo con el que nos conducimos los que hacemos política.
Por esto es que me resulto peculiar su entusiasta crítica a Patricia Mercado. No puedo más que suponer que la presencia de esta persona en política despierta un universo de sensaciones para Monsiváis. Me queda clara la estatura intelectual y social de este escritor, sin embargo me voy a permitir hacerle a usted mis observaciones sobre el texto publicado en El Universal por este caballero.
El comisario político, Monsiváis, arranca describiendo a Patricia como “ex trotskista, ex feminista, ex contracultural, ex activista de causas radicales”. Sin duda ya no es trotskista. Pero todo lo demás no me queda claro cuando el comisario decidió que ya no lo era. No pido mucho más que alguna evidencia, porque hasta donde me quede, la participación de Patricia en política no le quita lo feminista, e inclusive abre horizontes para su activismo por causas radicales. Y bueno, que mayor demostración de ser contracultural si Monsiváis se esfuerza en criticarte.
Después el comisario continúa con una lista de sagaces reflexiones. Acusa a Patricia de ser un lugar común. Tan común que es la única figura pública que habla de los ‘marginales’. Del aborto, del sida, de los gays y lesbianas, de la mota. Estos temas, por supuesto, son cosa menor para el comisario que tiene decidida cual es la trinchera justa y que temas se deben plantear en la tribuna política. Acto seguido retrata de manera cómica lo que tanta gente considero importante de Patricia: tranquilidad, sensatez, espacio para el dialogo. Todo esto para el comisario es una pose desagradable, irritante y falsa.
Después fustiga la estrategia de Patricia quien, sin dinero y con un partido en crisis, optó por buscar espacios en medios de comunicación para colocar sus temas y, por supuesto, colocarse en el radar de la ciudadanía. Esto, sin duda, no resulta de interés del comisariado porque para él, el único tema relevante es que quitaba exposición a la izquierda única y autorizada.
La siguiente etapa del juicio del comisario es una verdadera gema. Reprobación absoluta a la estética de la candidata, horror ante una mujer que pueda combinar ideas y estilo (¡qué pensaría doña Guadalupe Loaeza!), que reprobable es que se haya vestido de rojo en el debate, que condenable es, pues, que rompa con el estilo aprobado por el comité central que exige ceñirse a la estética del comisario político.
Es entonces que surge el verdadero enojo del comisario y coloca esta tajante frase “Todo moderno, todo difundido por la publicidad costosa del final y todo marcado por el ataque al PRD y a López Obrador”. Ahí queda. Larga y contundente frase que resume lo que la postura oficial siente y asume, postura de la que se hace cargo el comisario de publicar y promover. De ahí emana la furia y el desdén, desde ahí se mira con rencor a esta opción política. Con sorna relata el comisario las frases, las ideas, las convicciones de Patricia. La califica de todo, de frívola, de seudo ideóloga. Hasta se mofa del importante intento de abrir el debate sobre temas complejos como el aborto. Supongo que un concepto tan amplio como ‘despenalizar el debate’ quedo lejano de la postura de la izquierda oficial.
Es curioso pero en mi opinión, y queriendo desatar la ira del comisariado, la falsedad existe en los que, aun en ella, se niegan a aceptar la enorme diversidad de nuestro país. Existen más de un millón de personas que podrían haber votado por López Obrador pero que encontraron en Alternativa una mejor representación de sus ideas. Chafas, fresas, incultos, manipulados, y ahora también idiotas. Así deja el comisario político Monsiváis a las mujeres y hombres que descubrieron en Patricia cosas que la izquierda oficial nunca logró ofrecer.
No me queda duda que es precisamente por esa ceguera, por esa incapacidad de aceptar la diferencia, que la izquierda perdió esta elección. No tiene que ver con Patricia, tiene que ver con Lopez Obrador. No tiene que ver con su estética, tiene que ver con su falsedad. No tiene que ver con ideología, tiene que ver con obstinación.
Alternativa, con sus profundas carencias y debilidades tiene derecho a existir. No le quitó el triunfo a nadie, consiguió su lugar. No le hizo el juego a la derecha, López Obrador hizo eso solo, o en todo caso con ayuda de sus comisarios. Decir lo que se opina, aun cuando vaya en contra de los designios de la izquierda oficial, es un derecho. Por eso se vale ser de izquierda y criticar seriamente la Cuba de Fidel. ¿O no, Monsiváis

julio 10, 2006

Los culpables

Distintas figuras del Partido de la Revolución Democrática han impuesto el criterio de no reconocer ganador alguno hasta que el Tribunal Electoral no resuelva sobre las impugnaciones que, avisan, este partido interpondrá en el tiempo previsto. Me parece muy bien, el TEPJF es la instancia que dice la última palabra respecto de la elección presidencial, tras haber resuelto sobre las eventuales inconformidades de los competidores.
Es justo, pues, que no demos por concluido el proceso electoral. Sin embargo, esto no ha impedido al PRD hacer afirmaciones contradictorias con esta exigencia. Adelantándose a la resolución jurídica de la elección, militantes y dirigentes del PRD ya buscan culpables de la derrota de su candidato. Me refiero a los gobernadores de Zacatecas y Michoacán, por un lado, y al partido Alternativa, por el otro. A los dos primeros se les reprocha no haber obtenido una votación suficiente en sus respectivos estados. Este reclamo no me queda claro. Hasta donde entiendo, Amalia García y Lázaro Cárdenas no compitieron por ningún puesto. La acusación, pues, sólo tiene sentido si relativizamos un poco el apego a la legalidad: para echarle en cara a los gobernadores los resultados electorales en sus estados, tenemos que suponer que es su deber intervenir en el proceso electoral para garantizar una votación determinada.
El argumento contra Alternativa. Si Patricia Mercado no se hubiera presentado, dicen, AMLO habría ganado las elecciones. El problema con esta idea es que se apela a una identidad de la izquierda que, en realidad, no existe. “Izquierda” es un término abstracto en el que caben diversas posturas y visiones, y Alternativa existe como partido porque considera que temas relevantes de la izquierda han sido descuidados o pospuestos por el PRD. Este partido, cada vez más enfocado en un enfoque paternalista de la sociedad, no ha prestado atención a los problemas reales del país en el contexto de la globalización ni se preocupa por los aspectos centrales del programa de Alternativa como la libertad de elección, los derechos de la mujer sobre su cuerpo y a la equidad, y el valor creativo de la diversidad. Sólo una concepción monista de la política cree que las posturas distintas deben someterse pragmáticamente a la opción “ganadora”, así sea renunciando a someter al electorado propuestas desdeñadas por esta opción. Donde la izquierda entiende el valor de la diferencia, la sociedad se beneficia y los partidos aprenden a mejorar sus plataformas. En España, el PSOE no señala con dedo acusador a Izquierda Unida cada vez que tiene un traspié electoral.
Alternativa no tiene la culpa de los errores estratégicos del PRD. Tampoco de sus omisiones programáticas. Si el PRD le da la espalda a los temas que le preocupan a un sector del electorado porque teme perder votos, no debe extrañarle que este sector busque entre las opciones disponibles. En realidad, a mí no me queda tan claro que, en ausencia de Patricia Mercado, estos electores se habrían volcado a apoyar una propuesta que, en muchos aspectos, pertenece a otros tiempos.

julio 06, 2006

Serenidad, paciencia y mínimo talento

Ante un proceso tan apretado y complejo como lo ha sido este 2006, vale la pena decir un par de cosas.
En primer lugar ha sido evidente un reclamo proveído desde la izquierda perredista hacia esta izquierda alternativa con un argumento verdaderamente espeluznante: 'Ustedes, por mezquinos, le quitaron la posibilidad a la izquierda de gobernar'.
Desde Elenita Poni hasta algún rufián callejero, las agresiones hacia este proyecto por existir y haber obtenido un millón de votos, se han dejado sentir y son apenas el inicio de una ridícula, pequeña visión del 2006.
Si el PRD, y más en lo especifico, Andrés Manuel Lopez Obrador, perdieron esta elección, poco nos pueden culpar.
Las razones de esa derrota residen en otro lugar, no en nuestra existencia. Y con eso no quiero decir que tal vez en algún porcentaje las mujeres y hombres que escogieron a Alternativa y a Patricia Mercado, tenían como segunda opción al PRD. Lo que quiero decir es que en abril de este año Lopez Obrador tenía casi cinco millones de votos de ventaja sobre el PAN. Esa ventaja se perdió por errores propios, por soberbia, por actuar como un partido que tenía a la gente en la bolsa.
Nadie nos puede negar nuestro derecho a existir, a ofrecer algo distinto a lo que es la izquierda tradicional de nuestro país. Así como el PSOE no culpa a Izquierda Unida de sus derrotas, así como España con esa otra izquierda enriquece sus opciones políticas y lo aprovecha, así debiese el PRD aprender a convivir con la diferencia.
Hoy nos topamos con una intolerancia en algunos sectores de esa izquierda, con su agresión ante una realidad que solo puede ser cuestionada por su falta de talento. México es diverso, plural, amplio. No es un país de unos cuantos cotos, de unos cuantos locos, de una sola izquierda.
Es tiempo de que se asuma por estos grupos lo útil que resulta vivir en reconocimiento de nuestras diferencias, no reprochándolas.
Serenidad y paciencia dan, sin duda, buenos resultados.
Frente a los últimos acontecimientos, Alternativa, en voz de su presidente y su candidata presidencial emitieron el siguiente comunicado el miércoles pasado.


Alternativa quiere hacer un primer reconocimiento a la
ciudadanía de México por su comportamiento ejemplar, por
la lección democrática de civilidad que nos ha dado.
Al mismo tiempo, queremos hacer un nuevo llamado a quienes
no votaron a que lo hagan la próxima elección.

Agradecemos también a quienes votaron por nosotros y, de
acuerdo a toda la información disponible, nos dieron el
registro. Para nosotros esta es una estación de inicio.
Aquí empezamos la construcción de una nueva opción
política para la sociedad civil mexicana.

Felicitamos, también, al IFE por la excelente organización
de la jornada electoral y por su actitud sensata y
prudente, a prueba de todo tipo de presiones, que ha
logrado conducir el proceso dentro de los cauces de la
ley y de la legitimidad política. El IFE es una
institución que construimos los ciudadanos de México y que
debemos cuidar.

Por todo ello, llamamos a todos los partidos políticos, a
los candidatos presidenciales, a los gremios empresariales
y a los gremios sindicales a respetar el trabajo de la
autoridad electoral.

A los partidos políticos les recordamos que hemos firmado
el Acuerdo Democrático por la equidad, la legalidad y la
gobernabilidad, que nos obliga a respetar las decisiones
del árbitro electoral y, en congruencia con ello, permitir
que concluyan las distintas etapas relativas a los
resultados de la elección.

La primera etapa ya concluyó: consistió en las encuestas
de salida autorizadas por el IFE; en el conteo rápido y en
el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP).
Los datos que han arrojado estos instrumentos, como indicó
anoche el consejero presidente del IFE, no han permitido
que la autoridad electoral de a conocer una tendencia
definitiva en la elección presidencial. Esto, sin embargo,
no implica que dichos instrumentos carezcan de validez;
implica, simplemente, que la votación fue tan cerrada que
hace falta dar paso a la siguiente etapa: el cómputo
distrital que iniciará el día de mañana.

Por esta razón, no consideramos responsable ni
descalificar estos instrumentos ni hacer proclama alguna
sobre el resultado de la elección.


No queremos ni cargada mediática, ni cargada callejera.
Ambas nos llevan a la cultura política del pasado, del
arreglo en lo oscuro o de la violencia antidemocrática. Lo
de hoy es contar los votos con transparencia, legalidad,
confiabilidad, con la misma consistencia y responsabilidad
con que se ha desarrollado la etapa de información de
resultados concluida ayer por la noche.
Y aceptar la voluntad de la mayoría de los ciudadanos así
sea por la diferencia de un voto.

Por tanto, llamamos a la paciencia, la mesura y la
responsabilidad. La ciudadanía de México no solo lo
merece, sino lo demanda.

En el mismo sentido, hacemos un llamado a los presidentes
de los partidos políticos para, en el marco del Acuerdo
Democrático suscrito, reunirnos para iniciar el dialogo y
la construcción de acuerdos que permitan, en la
pluralidad, un ejercicio de gobierno eficaz, como la
condición indispensable para atender las demandas de la
sociedad y asegurar un desarrollo incluyente y sustentable
con una visión de largo plazo. Esa es una exigencia de la
sociedad que no podemos ignorar ni subordinar a los
intereses de los partidos.

Por último, queremos expresar nuestro más amplio
reconocimiento a los medios de comunicación por la actitud
profesional, responsable y plural con la que se han
conducido. Hoy son ya una parte imprescindible de la vida
democrática del país.

Patricia Mercado y Alberto Begné

julio 02, 2006

La gran lección

Esta es, y disculpe usted la obviedad, la elección más interesante de nuestra historia reciente. De cara a la elección del año 2000, esa elección en la que el Partido Revolucionario Institucional perdió por primera vez la Presidencia, la de hoy es una verdadera competencia.

En el 2000 la elección era plebiscitaria, era un referéndum abierto a la sociedad sobre si quería o no que el PRI siguiera en Los Pinos. La discusión pública versaba sobre el profundo anti priismo que por tantas décadas se había venido construyendo. Pero al final del día el 2000 fue más parecido a la votación de 1988 —con la salvedad de un monumental fraude electoral— que a la de este año.

La discusión, la euforia por un candidato, la movilización ciudadana, la disposición civil de esas elecciones fue muy clara y avasalladora. En el 88 Cárdenas era la alternativa de la nación, en el 2000 era Fox. A Fox lo hizo presidente la lucha y la historia de la que Cárdenas fue, sin duda, pieza clave.
Pero la elección de hoy es distinta. Es un nuevo tipo de proceso electoral y político y ha sido profundamente subestimado en su importancia, su profundidad y su éxito.

Estamos frente a la primera verdadera competencia electoral de la historia de México. El ambiente de crispación, de enfrentamiento, la ‘guerra sucia’, los anuncios agresivos, todo esto es parte de una avivada e intensa discusión política y social sobre que tipo de presidencia queremos tener durante los próximos seis años. No nos gusta, tensa incluso a las propias familias, sin embargo esto es vivir en democracia competitiva. Tener dos punteros y un tercero cercano lugar, junto con una opción fresca y distinta, es un lujo frente a democracias bipartidistas o ambientes autoritarios. Tener competencia electoral es tan nuevo para nosotros que se siente, por momentos, agresivo, insano.

No lo es. Apreciemos las bondades de tener un país que es plural y distinto, en el que conviven ideas que se contrastan y que discuten.

Esto, por supuesto, no elimina las necesarias discusiones sobre el excesivo financiamiento, sobre la denostación sin fundamentos, ni la extrema judicialización de nuestra política. Está claro que las reglas para nuestra vida pública se quedan cortas de la realidad de nuestro país, de su dinámica actual y de su plural conformación.
Seguimos teniendo las reglas del presidencialismo extremo, con una sociedad que mantiene, con su voto libre, dividas las cámaras legislativas. Y seguimos teniendo una extraña mezcla entre clientelas políticas y ciudadanía libre, cada vez más numerosa y atenta a sus representantes y sus gobernantes.

Pero todo esto es motivo de júbilo, de fiesta, no de angustia y de crítica oscurantista. Este país sigue creciendo y está demostrando que esta elección no es entre la derecha y la izquierda, como algunos han tratado de falsamente colocar, esta es una elección de convicciones, en la que México votará por su candidatura y partido preferido. Esta elección será la primera en nuestro país que desenmascarara a las voces antidemocráticas y las pondrá de frente al dilema estar de frente a una sociedad viva, activa, distinta.
Sin importar quién resulte más votado, hemos dado un enorme paso en el cómo se vive la democracia electoral en México.

La gran lección de este 2006 es que tenemos, por fin, elecciones reales, competidas, con incertidumbre. Y esto reportará a la larga mejores gobernantes que antes, mejores legisladoras y legisladores, mejores servidores públicos, esto es, de entrada, un beneficio que la alternancia reporta de manera nítida.

Lo que sería detestable es que, en un afán irresponsable, alguno de los partidos o coaliciones en la competencia optará por enturbiar este ejercicio. Hay que terminar con las sospechas de fraude cibernético que ya se están sembrando entre los observadores internacionales, hay que frenar las tentaciones autoritarias de ambos bandos en Oaxaca, y otras entidades problemáticas, hay que erradicar el ‘gusanito’ del fraude.
Este proceso ya fue un éxito, ya avanzamos.
Ahora salgamos a votar.