En este bellísimo estado nació Benito Juárez, Benemérito de las Américas, héroe de nuestro país. De Oaxaca han emergido importantes personalidades políticas. Unas espléndidas, otras menos y unas últimas, directamente lamentables.
Pero ¿Qué culpas carga Oaxaca para padecer los infortunios que carga? ¿Cuántos años la hemos tenido en el olvido, desagregada de la realidad nacional y contemplada sólo como un folclórico espacio de turismo? ¿Cuándo veremos que Oaxaca es, sin duda, parte de México?
Son ya más de cien los días desde que un conflicto magisterial sustentado en sus exigencias saláriales —como sucedía cada doce meses— se convirtió en un estado de sitio.
Como siempre, lo primero que ocurrió es que a todos, absolutamente a todos, nos importo un bledo el conflicto. Empezaron con marchas, luego con plantones y después con una toma del centro de Oaxaca. El gobernador perdió control, hubieron intentos fallidos de desalojo violento, y hoy sigue frente a todos nuestra Oaxaca tomada por unos, olvidada por todos.
La historia de estos ciento y tantos días pasará a la historia, pero vale la pena revisar cómo es que un reclamo magisterial pasó a ser casi, casi un movimiento de insurgencia nacional.
El primer personaje a revisar es el propio gobernador Ulises Ruiz. Priista del grupo de Murat y que se vio cercano al madracismo todo este tiempo. Este gobernador que enfrentó a una coalición PRD-PAN y que les venció por unos cuantos puntos porcentuales, representa a uno de los sectores mas atrasados y arcaicos del viejo PRI.
Autoritarios y ciegos, este tipo de gobernante va por la vida seguro de que su impunidad y “colmillo”’ político los sacarán de cualquier asunto.
Hoy ya no.
Primero buscó la salida de las prebendas. Después el de los golpes intempestivos. Ahora simplemente está desapercibido y dejando que el problema crezca.
No puedo ocultar mi certeza de que su dimisión mucho contribuiría a resolver este conflicto.
Pero el gobierno estatal no es el único responsable.
El gobierno de Fox optó por dejarle el paquete al adversario. Total si era bronca de priistas que los resolvieran entre priistas. Y quien quita y hasta algo podían salir ganando. Bajo esta lógica impecable, el ya asiduo a la omisión gobierno federal, prefirió dejar que la cosa creciera que atenderla.
Prefirieron decir que era un tema local, que atenderlo, prefirieron hacer caso omiso a las indicaciones de que crecían las tensiones y los riesgos, que encarar el conflicto.
Fox demostró porqué en el país hay la sensación de que no sabe gobernar: no entra de lleno a los conflictos, muchas veces creados por sus propias dinámicas.
El resultado de la combinación de un gobierno autoritario y dinosáurico como el de Ulises Ruiz y la incompetencia foxista es muy claro: un conflicto de más de cien días con, al menos dos muertos.
¿Se necesitan siempre muertos para que limpiemos a fondo las cloacas de este país? Hoy no sabríamos de los sucios enjuagues de Napo en el sindicato minero ni de las negligencias del gobierno federal en materia de seguridad y menos de las irresponsabilidades de los empresarios de esa industria si hubiese más de sesenta cadáveres bajo tierra.
¿Necesita eso Oaxaca? ¿Son sus culpas tan enormes que las deben de pagar a este precio?
Lo que está de manifiesto es que el gobierno federal debe de obligar a las partes a negociar, debe de insistir en el acuerdo como salida a los conflictos.
La violencia debe ser, siempre, descartada. No importa cuan tentadora sea la situación, cuan beligerante y equivocado esté el adversario, ni tampoco importa si se tiene la verdad en un asunto. La única manera de permitir que un país de esta diversidad, pluralidad y complejidad logre nuevas formas de relación es por el diálogo y el acuerdo.
Ni en Oaxaca, ni en Reforma debe haber represión. Y no porque uno esté de acuerdo ni con los métodos de López Obrador, ni con los de la APPO en Oaxaca. Simplemente porque este país ya es otro.
Más temprano que tarde los del plantón dejarán solo en sus gritos al líder y los maestros habrán de regresar a sus aulas en Oaxaca. Lo que necesitan son salidas que sí cambien la forma en la que funciona nuestro país.
Ni Oaxaca, ni el Distrito Federal, ni el país son culpables de sus negligentes gobiernos ni de sus mesiánicos líderes.
agosto 31, 2006
agosto 20, 2006
Los vídeos y sus tres bandos
El vídeo más reciente de Carlos Ahumada termina por confirmar los lugares comunes en los que se encuentran los tres bandos involucrados en esta tragicómica historia.
Vale la pena decir que ya no importa cuál es la ‘verdad’ en esta historia. Ya cada uno de los afectados armó su postura y el resto, los que observamos desde la tribuna sólo alcanzamos a pegar pedacitos de este rompecabezas, que por cierto, hace mucho honor a ese nombre.
En primer lugar, y en este listado el orden sí afecta el producto, es de verdadera risa loca el desempeño del gobierno federal. Sean cuales hayan sido sus actores reales, lo cierto es que altos funcionarios del gobierno federal se inmiscuyeron en lo que pensaron era la estrategia del siglo para detener el avance de Andrés Manuel López Obrador.
Sobrados de ego y escasos de sensatez entraron en un juego de complicidades, negociaciones que los llevaron al punto de pensar que 1. sí podían deshacerse de López Obrador, 2. podían salir impunes y 3. nadie se iba a enterar de este enjuague.
Sobra decir que fallaron en todos sus cálculos, y no sólo eso, dieron oxígeno puro al candidato del PRD para entrar a la contienda electoral con todo tipo de argumentos en contra de quienes lo quisieron arrinconar.
El problema de fondo en este lío sigue siendo la profunda incapacidad del gobierno foxista para encarar dilemas y resolverlos diligentemente. Cada problema se vuelve siempre más grave una vez que actual el gobierno federal y su falta de pulso sobre el ambiente nacional ha gravitado durante todo el sexenio. Desde los aeropuertos, pasando por Atenco, enfatizando el desafuero, rozando Oaxaca y terminando con el momento que vivimos, los cercanos a Fox apenas han logrado alzarse con pírricas victorias y acumulan derrotas para escribir varios libros.
Ahora su estrategia es salir a negar todo cuanto se revela y suponer que con eso alcanza para que la sumatoria de crisis, casi todas autogeneradas, se aplaque y el resto de pasivos mirones asumamos que no pasa nada.
La manera en la que el gobierno enfrente este nuevo dilema dará fin a este tema o lo revivirá por los próximos años, puesto que sin duda no es menor que se hayan tratado de deshacer a la mala —y con tanta ineptitud— de un adversario.
Así culminará el sexenio de aquel candidato de las botas que tantas expectativas generó en la sociedad: entre escándalos, con una crisis pos electoral encima, sin grandes reformas, sin grandes cambios. Opacando sus logros, sus avances y su vocación democrática. Por supuesto que a su paso, además, logran colocar en el peor de los mundos a Felipe Calderón.
El segundo bando en esto es, obvio, López Obrador. Quien en el medio de su batalla contra la sensatez quiere imponerse como presidente legítimo, que no electo de México. Él, más que nadie, festeja la aparición de este video y le permite re encender la llama del complot que tanta falta le hacía para recapturar su lugar en la polítca mexicana.
El problema del PRD es que los hechos complotistas no borran los hechos concretos: aceptaron dinero de Ahumada para competir en sus luchas internas y en elecciones externas y, en algunos casos, aceptaron componendas para beneficiar a este empresario.
La confirmación de que se haya querido lucrar con estos sucesos no destiñen al PRD de la profunda corrupción que permea las estructuras de ese partido y menos la justifica.
Bejarano seguirá siendo el hombre de las ligas y Ponce seguirá siendo el funcionario con vida de magnate. Más todo lo demás. Por supuesto que hoy el discurso será el de tratar de generar con este tema alguna confirmación de que ganaron. Pero el hilo conductor se antoja débil. Porque, al final, el proceso de desafuero al terminar tan fallido como empezó sólo contribuyó a darle fuerza a López Obrador y credibilidad entre la gente.
Resulta evidente que sólo habrá capacidad de análisis y reflexión dentro de ese partido hasta que las excusas se terminen y, para como vamos, eso puede no pasar. Y es que en esa autocrítica está la clave para entender que perdieron por soberbia y mala estrategia, no por los videoescándalos, y menos por un fraude descomunal fraguado por el sistema.
Es más, no se ve por dónde el presidente Fox pueda fraguar algo de esa envergadura.
El último eslabón de esta historia, y la parte mas trágica, es la de Ahumada. El empresario que en su corrupción y ambición, perdió el piso, el sentido de realidad y purga hoy una larga lista de procesos penales.
Con su reputación destrozada, su vida personal en un hilo, y sin aliados en ninguna parte, sigue encarcelado y así parece que permanecerá. No importa cuántas veces diga que en Cuba lo ‘obligaron’ a decir lo que dijo, no importa cuántas explicaciones dé. Es responsable de una artimaña fallida y está pagando un alto precio por ello.
Al final sólo queda esperar a ver cómo se desarrolla esta nueva crisis, si habrá interpelación por algún lado o si sólo se perderá en el tiempo. Pero de lo que no queda duda es que entre estos tres bandos han logrado llevar al país a una situación compleja y peligrosa. Y a ninguno se le ve la claridad como para sacar el proceso victorioso.
De ese tamaño es su profunda irresponsabilidad.
Vale la pena decir que ya no importa cuál es la ‘verdad’ en esta historia. Ya cada uno de los afectados armó su postura y el resto, los que observamos desde la tribuna sólo alcanzamos a pegar pedacitos de este rompecabezas, que por cierto, hace mucho honor a ese nombre.
En primer lugar, y en este listado el orden sí afecta el producto, es de verdadera risa loca el desempeño del gobierno federal. Sean cuales hayan sido sus actores reales, lo cierto es que altos funcionarios del gobierno federal se inmiscuyeron en lo que pensaron era la estrategia del siglo para detener el avance de Andrés Manuel López Obrador.
Sobrados de ego y escasos de sensatez entraron en un juego de complicidades, negociaciones que los llevaron al punto de pensar que 1. sí podían deshacerse de López Obrador, 2. podían salir impunes y 3. nadie se iba a enterar de este enjuague.
Sobra decir que fallaron en todos sus cálculos, y no sólo eso, dieron oxígeno puro al candidato del PRD para entrar a la contienda electoral con todo tipo de argumentos en contra de quienes lo quisieron arrinconar.
El problema de fondo en este lío sigue siendo la profunda incapacidad del gobierno foxista para encarar dilemas y resolverlos diligentemente. Cada problema se vuelve siempre más grave una vez que actual el gobierno federal y su falta de pulso sobre el ambiente nacional ha gravitado durante todo el sexenio. Desde los aeropuertos, pasando por Atenco, enfatizando el desafuero, rozando Oaxaca y terminando con el momento que vivimos, los cercanos a Fox apenas han logrado alzarse con pírricas victorias y acumulan derrotas para escribir varios libros.
Ahora su estrategia es salir a negar todo cuanto se revela y suponer que con eso alcanza para que la sumatoria de crisis, casi todas autogeneradas, se aplaque y el resto de pasivos mirones asumamos que no pasa nada.
La manera en la que el gobierno enfrente este nuevo dilema dará fin a este tema o lo revivirá por los próximos años, puesto que sin duda no es menor que se hayan tratado de deshacer a la mala —y con tanta ineptitud— de un adversario.
Así culminará el sexenio de aquel candidato de las botas que tantas expectativas generó en la sociedad: entre escándalos, con una crisis pos electoral encima, sin grandes reformas, sin grandes cambios. Opacando sus logros, sus avances y su vocación democrática. Por supuesto que a su paso, además, logran colocar en el peor de los mundos a Felipe Calderón.
El segundo bando en esto es, obvio, López Obrador. Quien en el medio de su batalla contra la sensatez quiere imponerse como presidente legítimo, que no electo de México. Él, más que nadie, festeja la aparición de este video y le permite re encender la llama del complot que tanta falta le hacía para recapturar su lugar en la polítca mexicana.
El problema del PRD es que los hechos complotistas no borran los hechos concretos: aceptaron dinero de Ahumada para competir en sus luchas internas y en elecciones externas y, en algunos casos, aceptaron componendas para beneficiar a este empresario.
La confirmación de que se haya querido lucrar con estos sucesos no destiñen al PRD de la profunda corrupción que permea las estructuras de ese partido y menos la justifica.
Bejarano seguirá siendo el hombre de las ligas y Ponce seguirá siendo el funcionario con vida de magnate. Más todo lo demás. Por supuesto que hoy el discurso será el de tratar de generar con este tema alguna confirmación de que ganaron. Pero el hilo conductor se antoja débil. Porque, al final, el proceso de desafuero al terminar tan fallido como empezó sólo contribuyó a darle fuerza a López Obrador y credibilidad entre la gente.
Resulta evidente que sólo habrá capacidad de análisis y reflexión dentro de ese partido hasta que las excusas se terminen y, para como vamos, eso puede no pasar. Y es que en esa autocrítica está la clave para entender que perdieron por soberbia y mala estrategia, no por los videoescándalos, y menos por un fraude descomunal fraguado por el sistema.
Es más, no se ve por dónde el presidente Fox pueda fraguar algo de esa envergadura.
El último eslabón de esta historia, y la parte mas trágica, es la de Ahumada. El empresario que en su corrupción y ambición, perdió el piso, el sentido de realidad y purga hoy una larga lista de procesos penales.
Con su reputación destrozada, su vida personal en un hilo, y sin aliados en ninguna parte, sigue encarcelado y así parece que permanecerá. No importa cuántas veces diga que en Cuba lo ‘obligaron’ a decir lo que dijo, no importa cuántas explicaciones dé. Es responsable de una artimaña fallida y está pagando un alto precio por ello.
Al final sólo queda esperar a ver cómo se desarrolla esta nueva crisis, si habrá interpelación por algún lado o si sólo se perderá en el tiempo. Pero de lo que no queda duda es que entre estos tres bandos han logrado llevar al país a una situación compleja y peligrosa. Y a ninguno se le ve la claridad como para sacar el proceso victorioso.
De ese tamaño es su profunda irresponsabilidad.
agosto 07, 2006
Fiebre de cabaña
El lunes pasado, según cuentan, Alejandro Encinas le dio una carta a López Obrador en el corazón de su campamento en el Zócalo. En la misiva le manifestaba su desacuerdo con los bloqueos y dejaba en claro que se disciplinaría a las decisiones del partido, pero que era su deber tratar de convencer al aún candidato presidencial de que modificara su estrategia.
López Obrador ignoró esta petición y regresó a trinchera. Al poco tiempo fue Juan Ramón de la Fuente quien hizo un esfuerzo por sacar al candidato de su postura sobre los bloqueos viales. Fracasó estrepitosamente.
Estos datos serían irrelevantes si no se enmarcarán en una larga semana de movimientos políticos importantes. En el fondo, los bloqueos han abierto una caja de Pandora dentro de la estructura de la Coalición Por el Bien de Todos y sus diferencias son cada vez más inocultables.
Sus desacuerdos sobre la estrategia en general, y las tácticas específicas, para obtener el recuento voto por voto se han recrudecido. El desplegado de un grupo importante de intelectuales, analistas y artistas en el que, desde una posición mesurada, cuestionan la postura del PRD y conminan a respetar al Tribunal Electoral, terminó por zanjar las diferencias. El propio Marcelo Ebrard incluso sugirió que habían recibido dinero por manifestar su postura.
El dilema que enfrenta hoy el PRD es probablemente su mayor reto en la breve y exitosa historia de esa organización política. Y su mayor problema reside en cómo lidiar con su líder político más importante y que convoca a miles de personas con su lucha.
López Obrador se ha rodeado de los personajes más radicales y de los que nada tienen que perder. De sus consejos emana la justificación para incrementar las presiones sobre las instancias judiciales y, sobre todo, para elevar la polarización política.
Sin embargo, como relatábamos al inicio del texto, ya son muchas las voces a su alrededor que empiezan a manifestar su desacuerdo con la ruta, las formas y los mecanismos, pero sobre todo empiezan a percibir que su partido esta entrando en un oscuro callejón sin salida; que el discurso de López Obrador y sus acciones están reduciendo, dramáticamente, sus márgenes de maniobra frente a lo que es, como hemos visto con las resoluciones del Tribunal Electoral ayer, inevitable: no parecen existir las condiciones para un voto por voto y con eso se cancelaría la idea de que López Obrador sea presidente.
Pero ante un candidato que ya se proclamó ganador y que lo sigue haciendo, más allá de las torpezas inauditas de otros actores políticos, como la propia Elba Esther Gordillo que se hizo parte de mini cargada para Calderón, las salidas del PRD son escasas.
Los síntomas empiezan a ser evidentes. López Obrador se está aislando, su plantón lo ha colocado en ese peligroso lugar de cercanía con su gente y lejanía con el país.
Encerrado en público, el líder del PRD está cada vez más convencido de su misión y menos sensible a su condición. Este es un efecto clásico del síndrome llamado ‘fiebre de cabaña’. Esa demencia que se active en el aislamiento, cuando la realidad y la fantasía se funden y se vuelven indistinguibles.
Veremos su radicalización, su atrincheramiento y la crisis perredista en crecimiento.
Lo lamentable es que todo lo que ha ganado este partido esta hoy en duda, han puesto tantas cosas en juego que su futuro en vez de ser un uno de crecimiento y de impacto en las políticas públicas, se ha convertido en un escenario oscuro y largo.
El PRD debe ser un contrapeso natural al gobierno, debe de asumir su responsabilidad con catorce millones de votantes y garantizar que la justicia social sea una prioridad en los próximos seis años.
Debe reconocer que lo primordial es que se combata la desigualdad, la injusticia y la pobreza, que hay mucho por recorrer y mucho por construir en México.
Si el PRD rompe con el sitio, y atiende la fiebre de cabaña de su dirigente máximo, podremos tener una de las varias izquierdas en condiciones de impulsar un México distinto.
Si, en cambio, triunfa la fantasía, los próximos años serán largos y cruentos.
López Obrador ignoró esta petición y regresó a trinchera. Al poco tiempo fue Juan Ramón de la Fuente quien hizo un esfuerzo por sacar al candidato de su postura sobre los bloqueos viales. Fracasó estrepitosamente.
Estos datos serían irrelevantes si no se enmarcarán en una larga semana de movimientos políticos importantes. En el fondo, los bloqueos han abierto una caja de Pandora dentro de la estructura de la Coalición Por el Bien de Todos y sus diferencias son cada vez más inocultables.
Sus desacuerdos sobre la estrategia en general, y las tácticas específicas, para obtener el recuento voto por voto se han recrudecido. El desplegado de un grupo importante de intelectuales, analistas y artistas en el que, desde una posición mesurada, cuestionan la postura del PRD y conminan a respetar al Tribunal Electoral, terminó por zanjar las diferencias. El propio Marcelo Ebrard incluso sugirió que habían recibido dinero por manifestar su postura.
El dilema que enfrenta hoy el PRD es probablemente su mayor reto en la breve y exitosa historia de esa organización política. Y su mayor problema reside en cómo lidiar con su líder político más importante y que convoca a miles de personas con su lucha.
López Obrador se ha rodeado de los personajes más radicales y de los que nada tienen que perder. De sus consejos emana la justificación para incrementar las presiones sobre las instancias judiciales y, sobre todo, para elevar la polarización política.
Sin embargo, como relatábamos al inicio del texto, ya son muchas las voces a su alrededor que empiezan a manifestar su desacuerdo con la ruta, las formas y los mecanismos, pero sobre todo empiezan a percibir que su partido esta entrando en un oscuro callejón sin salida; que el discurso de López Obrador y sus acciones están reduciendo, dramáticamente, sus márgenes de maniobra frente a lo que es, como hemos visto con las resoluciones del Tribunal Electoral ayer, inevitable: no parecen existir las condiciones para un voto por voto y con eso se cancelaría la idea de que López Obrador sea presidente.
Pero ante un candidato que ya se proclamó ganador y que lo sigue haciendo, más allá de las torpezas inauditas de otros actores políticos, como la propia Elba Esther Gordillo que se hizo parte de mini cargada para Calderón, las salidas del PRD son escasas.
Los síntomas empiezan a ser evidentes. López Obrador se está aislando, su plantón lo ha colocado en ese peligroso lugar de cercanía con su gente y lejanía con el país.
Encerrado en público, el líder del PRD está cada vez más convencido de su misión y menos sensible a su condición. Este es un efecto clásico del síndrome llamado ‘fiebre de cabaña’. Esa demencia que se active en el aislamiento, cuando la realidad y la fantasía se funden y se vuelven indistinguibles.
Veremos su radicalización, su atrincheramiento y la crisis perredista en crecimiento.
Lo lamentable es que todo lo que ha ganado este partido esta hoy en duda, han puesto tantas cosas en juego que su futuro en vez de ser un uno de crecimiento y de impacto en las políticas públicas, se ha convertido en un escenario oscuro y largo.
El PRD debe ser un contrapeso natural al gobierno, debe de asumir su responsabilidad con catorce millones de votantes y garantizar que la justicia social sea una prioridad en los próximos seis años.
Debe reconocer que lo primordial es que se combata la desigualdad, la injusticia y la pobreza, que hay mucho por recorrer y mucho por construir en México.
Si el PRD rompe con el sitio, y atiende la fiebre de cabaña de su dirigente máximo, podremos tener una de las varias izquierdas en condiciones de impulsar un México distinto.
Si, en cambio, triunfa la fantasía, los próximos años serán largos y cruentos.
agosto 01, 2006
Soy un moro judío que vive con los cristianos
El título es una frase de una espléndida canción de Jorge Drexler, y que retrata de cuerpo entero la profunda falta de lógica que las guerras de fe han traído al mundo, y viene a cuento frente a la desoladora guerra que se libra día a día, en el Líbano.
Es fácil que en el medio de este conflicto postelectoral, con la tensión y polarización en crecimiento, se nos escape ver lo que sucede en el mundo.
No debemos de volvernos una sociedad de total autoconsumo, al final cuando uno pone las cosas en perspectiva, nuestra “crisis” es francamente un juego de niños frente a temas verdaderamente graves y en los que vidas humanas están extinguiéndose día a día.
Sólo hay que voltear al Medio Oriente para ver con nitidez lo que la comunidad del odio, de asesinato y de la guerra han construido.
Líbano ha sido un país asediado por conflictos desde hace más de treinta años. Ente guerras civiles, religiosas y mecanismos opresivos, este país, que tiene una importante comunidad católica, ha estado bajo constantes ocupaciones y conflictos.
Hace unos meses, por fin, lograron que el gobierno sirio empezará un repliegue político y militar y con esto un proceso de transición hacia un gobierno libre y soberano.
No es de extrañar que durante estos años de dominio sirio creció la presencia del Hezbolá, grupo paramilitar y terrorista que desde el sur de este país ha mantenido sus constantes ofensivas sobre Israel.
Esta es, precisamente, la razón de esta nueva y espeluznante guerra que libra Israel sobre el Líbano.
A partir de un ataque de este grupo contra soldados fronterizos israelitas, en los que murieron al menos dos y secuestraron a otros dos, el gobierno de Israel decidió hacer lo que mejor sabe hacer: la guerra. Con su amplia superioridad militar, política y económica, la ofensiva tiene un solo ganador y, como siempre en estos conflictos, una víctima: la gente.
Israel explica su ofensiva como una de autodefensa y además advierte que quien no apoye su belicismo una de dos, o no entiende nada de la vida o tiene una carencia moral enorme. Esto, por supuesto, en el contexto de una permisibilidad internacional increíble.
Así, con Washington y la Gran Bretaña de su lado, y con unas Naciones Unidas que cada día más dejan en claro su incapacidad para construir la paz en esa región, Israel bombardea, revienta, invade, mata y hasta destruye puestos de la ONU.
Líbano ha luchado mucho por volver a ser la “Suiza de Oriente Medio”, por recuperar su neutralidad y tratar de ser un lugar libre de conflictos, de guerras y de muerte. Pero está en el epicentro de una de las zonas de mayor odio, irracionalidad e insensatez. Las guerras santas siguen costando vidas, siguen construyendo el odio y demostrando que cuando se actúa en nombre de Dios, todos y nadie tiene la razón.
Nunca me dejará de sorprender que Israel se comporte, en estos casos, con la soberbia con la que se desempeña. Su reacción instintiva frente a las condenas a la violencia son desmedidas, insolentes y, hasta se podría pensar, mesiánicas.
El embajador israelita reaccionó con un nivel de furia ante los cuestionamientos que en los medios de comunicación se han hecho al sentido de este conflicto, que sólo dejan cabida a pensar que en el nombre de Dios y del pueblo elegido todo se vale, hasta la muerte de niñas y niños libaneses.
Tan desmedida fue su declaración que la propia Cancillería mexicana le reprendió por extralimitar sus funciones, acto muy poco usual en nuestro país.
Sé que en las guerras es difícil mirar por encima del odio y del rencor para colocarse en un horizonte de, por lo menos, mediano plazo. Pero si en el Medio Oriente los actores y el mundo no lo hacen, seguiremos viendo, con dolor, como se sigue alimentando al único Dios que parece existir ahí: el Dios de la guerra.
Regreso al disco de Drexler, “soy un moro judío que vive con los cristianos... no hay un pueblo en el mundo que no se haya sentido... el pueblo elegido”.
Es fácil que en el medio de este conflicto postelectoral, con la tensión y polarización en crecimiento, se nos escape ver lo que sucede en el mundo.
No debemos de volvernos una sociedad de total autoconsumo, al final cuando uno pone las cosas en perspectiva, nuestra “crisis” es francamente un juego de niños frente a temas verdaderamente graves y en los que vidas humanas están extinguiéndose día a día.
Sólo hay que voltear al Medio Oriente para ver con nitidez lo que la comunidad del odio, de asesinato y de la guerra han construido.
Líbano ha sido un país asediado por conflictos desde hace más de treinta años. Ente guerras civiles, religiosas y mecanismos opresivos, este país, que tiene una importante comunidad católica, ha estado bajo constantes ocupaciones y conflictos.
Hace unos meses, por fin, lograron que el gobierno sirio empezará un repliegue político y militar y con esto un proceso de transición hacia un gobierno libre y soberano.
No es de extrañar que durante estos años de dominio sirio creció la presencia del Hezbolá, grupo paramilitar y terrorista que desde el sur de este país ha mantenido sus constantes ofensivas sobre Israel.
Esta es, precisamente, la razón de esta nueva y espeluznante guerra que libra Israel sobre el Líbano.
A partir de un ataque de este grupo contra soldados fronterizos israelitas, en los que murieron al menos dos y secuestraron a otros dos, el gobierno de Israel decidió hacer lo que mejor sabe hacer: la guerra. Con su amplia superioridad militar, política y económica, la ofensiva tiene un solo ganador y, como siempre en estos conflictos, una víctima: la gente.
Israel explica su ofensiva como una de autodefensa y además advierte que quien no apoye su belicismo una de dos, o no entiende nada de la vida o tiene una carencia moral enorme. Esto, por supuesto, en el contexto de una permisibilidad internacional increíble.
Así, con Washington y la Gran Bretaña de su lado, y con unas Naciones Unidas que cada día más dejan en claro su incapacidad para construir la paz en esa región, Israel bombardea, revienta, invade, mata y hasta destruye puestos de la ONU.
Líbano ha luchado mucho por volver a ser la “Suiza de Oriente Medio”, por recuperar su neutralidad y tratar de ser un lugar libre de conflictos, de guerras y de muerte. Pero está en el epicentro de una de las zonas de mayor odio, irracionalidad e insensatez. Las guerras santas siguen costando vidas, siguen construyendo el odio y demostrando que cuando se actúa en nombre de Dios, todos y nadie tiene la razón.
Nunca me dejará de sorprender que Israel se comporte, en estos casos, con la soberbia con la que se desempeña. Su reacción instintiva frente a las condenas a la violencia son desmedidas, insolentes y, hasta se podría pensar, mesiánicas.
El embajador israelita reaccionó con un nivel de furia ante los cuestionamientos que en los medios de comunicación se han hecho al sentido de este conflicto, que sólo dejan cabida a pensar que en el nombre de Dios y del pueblo elegido todo se vale, hasta la muerte de niñas y niños libaneses.
Tan desmedida fue su declaración que la propia Cancillería mexicana le reprendió por extralimitar sus funciones, acto muy poco usual en nuestro país.
Sé que en las guerras es difícil mirar por encima del odio y del rencor para colocarse en un horizonte de, por lo menos, mediano plazo. Pero si en el Medio Oriente los actores y el mundo no lo hacen, seguiremos viendo, con dolor, como se sigue alimentando al único Dios que parece existir ahí: el Dios de la guerra.
Regreso al disco de Drexler, “soy un moro judío que vive con los cristianos... no hay un pueblo en el mundo que no se haya sentido... el pueblo elegido”.
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