agosto 07, 2006

Fiebre de cabaña

El lunes pasado, según cuentan, Alejandro Encinas le dio una carta a López Obrador en el corazón de su campamento en el Zócalo. En la misiva le manifestaba su desacuerdo con los bloqueos y dejaba en claro que se disciplinaría a las decisiones del partido, pero que era su deber tratar de convencer al aún candidato presidencial de que modificara su estrategia.
López Obrador ignoró esta petición y regresó a trinchera. Al poco tiempo fue Juan Ramón de la Fuente quien hizo un esfuerzo por sacar al candidato de su postura sobre los bloqueos viales. Fracasó estrepitosamente.
Estos datos serían irrelevantes si no se enmarcarán en una larga semana de movimientos políticos importantes. En el fondo, los bloqueos han abierto una caja de Pandora dentro de la estructura de la Coalición Por el Bien de Todos y sus diferencias son cada vez más inocultables.
Sus desacuerdos sobre la estrategia en general, y las tácticas específicas, para obtener el recuento voto por voto se han recrudecido. El desplegado de un grupo importante de intelectuales, analistas y artistas en el que, desde una posición mesurada, cuestionan la postura del PRD y conminan a respetar al Tribunal Electoral, terminó por zanjar las diferencias. El propio Marcelo Ebrard incluso sugirió que habían recibido dinero por manifestar su postura.
El dilema que enfrenta hoy el PRD es probablemente su mayor reto en la breve y exitosa historia de esa organización política. Y su mayor problema reside en cómo lidiar con su líder político más importante y que convoca a miles de personas con su lucha.
López Obrador se ha rodeado de los personajes más radicales y de los que nada tienen que perder. De sus consejos emana la justificación para incrementar las presiones sobre las instancias judiciales y, sobre todo, para elevar la polarización política.
Sin embargo, como relatábamos al inicio del texto, ya son muchas las voces a su alrededor que empiezan a manifestar su desacuerdo con la ruta, las formas y los mecanismos, pero sobre todo empiezan a percibir que su partido esta entrando en un oscuro callejón sin salida; que el discurso de López Obrador y sus acciones están reduciendo, dramáticamente, sus márgenes de maniobra frente a lo que es, como hemos visto con las resoluciones del Tribunal Electoral ayer, inevitable: no parecen existir las condiciones para un voto por voto y con eso se cancelaría la idea de que López Obrador sea presidente.
Pero ante un candidato que ya se proclamó ganador y que lo sigue haciendo, más allá de las torpezas inauditas de otros actores políticos, como la propia Elba Esther Gordillo que se hizo parte de mini cargada para Calderón, las salidas del PRD son escasas.
Los síntomas empiezan a ser evidentes. López Obrador se está aislando, su plantón lo ha colocado en ese peligroso lugar de cercanía con su gente y lejanía con el país.
Encerrado en público, el líder del PRD está cada vez más convencido de su misión y menos sensible a su condición. Este es un efecto clásico del síndrome llamado ‘fiebre de cabaña’. Esa demencia que se active en el aislamiento, cuando la realidad y la fantasía se funden y se vuelven indistinguibles.
Veremos su radicalización, su atrincheramiento y la crisis perredista en crecimiento.
Lo lamentable es que todo lo que ha ganado este partido esta hoy en duda, han puesto tantas cosas en juego que su futuro en vez de ser un uno de crecimiento y de impacto en las políticas públicas, se ha convertido en un escenario oscuro y largo.
El PRD debe ser un contrapeso natural al gobierno, debe de asumir su responsabilidad con catorce millones de votantes y garantizar que la justicia social sea una prioridad en los próximos seis años.
Debe reconocer que lo primordial es que se combata la desigualdad, la injusticia y la pobreza, que hay mucho por recorrer y mucho por construir en México.
Si el PRD rompe con el sitio, y atiende la fiebre de cabaña de su dirigente máximo, podremos tener una de las varias izquierdas en condiciones de impulsar un México distinto.
Si, en cambio, triunfa la fantasía, los próximos años serán largos y cruentos.

2 comentarios:

Eduardo Rentería dijo...

Un saludo Luciano.

De tu comentario qusiera tomar lo positivo que tiene, en cuanto a que todos necesitamos de todos.

En 1988 personalmente yo tenía la posición, si quieres radical, de no votar nunca jamás por el PRI. O en el 2000, cuando el mismo partido perdió la presidencia de la república, ingenuamente -en el fondo de mi corazoncito-, escondía el deseo de que el PRI fuera borrado de la historia.
Te puedo decir que ya no pienso así. Desde el 88 para acá, no sé si sea problema de edad, pero cada vez más me inclino por darme cuenta de la necesidad de encontrar -yo como elector- a los panistas con buenas propuestas, a los verdaderos perredistas de izquierda propositiva, a los priistas anticúpula y con idea clara de combatir la pobreza, a los nuevos partidos como Alternativa con una socialdemocracia moderna y fresca.

Porque estoy seguro de que en todos los partidos hay políticos que deben de estar cansados con personajes radicales en sus posiciones, personajes inflexibles, incapaces de oir al otro o a los otros.

En descargo a Alejandro Encinas me parece que las circunstancias lo están superando por el momento. Puede ser que él esté buscando su salida digna a la presión que recibe por las posiciones del todo o nada. A esa presión que se siente por arriesgarte a dar tu opinión contraria a la mayoría y ser marcado, por ello, como un traidor o un imbécil.

Y además del dilema personal de cada actor político habrá que instalarse peligrosamente -como lo mencionas- en el panorama de la descalificación sistemática contra todo lo que suene a izquierda, siempre como consecuencia de la radicalización que unos cuantos provocan.

Lamento mucho ese ambiente polarizado, y desearía que las condiciones fueran diferentes para poder dejar el pesimismo y ver hacia adelante. Ver que no se rompan las posibles condiciones para que la izquierda siga avanzando, con paso seguro, con confianza. Siempre con una clara certeza de que el otro piensa distinto a mi, pero que ello no nos hace enemigos; estamos sencillamente viviendo en el mismo país.

Pazzopony dijo...

A Edy y a Luciano!
Les agradezco profundamente que, en medio de todo este mar agitado, aparezcan ustedes tratando de meter un poco de cordura al país.

En diferentes foros he alzado la voz pidiendo, implorando que se entienda que nadie tiene la razón absoluta y que no tiene porque existir una división entre las diferenes creencias o preferencias políticas.

Como dice Edy y como escuché a Luciano con Sarmiento, en 1988 cuando yo tenía 19 años, participé activamente en la campaña de Cárdenas y estuve como representante de casilla por parte de la coalición a favor de Cárdenas. Hoy, 18 años después y a mis 37 años, estoy convencida que es una soberana tontería radicalizar y adoptar una corriente política y por default divorciarse y sentenciar a la corriente opuesta. Podemos tener una PREFERENCIA por alguna de ellas, pero rechazar automáticamente a otra? Insultar automáticamente a los seguidores de la otra corriente politica? Eso, muy lejos de un avance, me parece una actitud retrógrada sumamente marcada y vergonzosa.

Me apena, de decepciona y me entristece notoriamente, que grandes figuras de la izquierda mexicana se hayan visto pisoteadas por un farsante y oportunista como AMLO y que, los aún siguen "vivos" dentro del partido estén haciendo un ridículo acto circense solo por apoyar a AMLO.

Luciano, mi respeto y mi admiración, y transmite ese profundo respeto y admiración a Patricia Mercado. Adelante con Alternativa!