agosto 31, 2006

Entre Oaxaca y Reforma: la culpa

En este bellísimo estado nació Benito Juárez, Benemérito de las Américas, héroe de nuestro país. De Oaxaca han emergido importantes personalidades políticas. Unas espléndidas, otras menos y unas últimas, directamente lamentables.
Pero ¿Qué culpas carga Oaxaca para padecer los infortunios que carga? ¿Cuántos años la hemos tenido en el olvido, desagregada de la realidad nacional y contemplada sólo como un folclórico espacio de turismo? ¿Cuándo veremos que Oaxaca es, sin duda, parte de México?
Son ya más de cien los días desde que un conflicto magisterial sustentado en sus exigencias saláriales —como sucedía cada doce meses— se convirtió en un estado de sitio.
Como siempre, lo primero que ocurrió es que a todos, absolutamente a todos, nos importo un bledo el conflicto. Empezaron con marchas, luego con plantones y después con una toma del centro de Oaxaca. El gobernador perdió control, hubieron intentos fallidos de desalojo violento, y hoy sigue frente a todos nuestra Oaxaca tomada por unos, olvidada por todos.
La historia de estos ciento y tantos días pasará a la historia, pero vale la pena revisar cómo es que un reclamo magisterial pasó a ser casi, casi un movimiento de insurgencia nacional.
El primer personaje a revisar es el propio gobernador Ulises Ruiz. Priista del grupo de Murat y que se vio cercano al madracismo todo este tiempo. Este gobernador que enfrentó a una coalición PRD-PAN y que les venció por unos cuantos puntos porcentuales, representa a uno de los sectores mas atrasados y arcaicos del viejo PRI.
Autoritarios y ciegos, este tipo de gobernante va por la vida seguro de que su impunidad y “colmillo”’ político los sacarán de cualquier asunto.
Hoy ya no.
Primero buscó la salida de las prebendas. Después el de los golpes intempestivos. Ahora simplemente está desapercibido y dejando que el problema crezca.
No puedo ocultar mi certeza de que su dimisión mucho contribuiría a resolver este conflicto.
Pero el gobierno estatal no es el único responsable.
El gobierno de Fox optó por dejarle el paquete al adversario. Total si era bronca de priistas que los resolvieran entre priistas. Y quien quita y hasta algo podían salir ganando. Bajo esta lógica impecable, el ya asiduo a la omisión gobierno federal, prefirió dejar que la cosa creciera que atenderla.
Prefirieron decir que era un tema local, que atenderlo, prefirieron hacer caso omiso a las indicaciones de que crecían las tensiones y los riesgos, que encarar el conflicto.
Fox demostró porqué en el país hay la sensación de que no sabe gobernar: no entra de lleno a los conflictos, muchas veces creados por sus propias dinámicas.
El resultado de la combinación de un gobierno autoritario y dinosáurico como el de Ulises Ruiz y la incompetencia foxista es muy claro: un conflicto de más de cien días con, al menos dos muertos.
¿Se necesitan siempre muertos para que limpiemos a fondo las cloacas de este país? Hoy no sabríamos de los sucios enjuagues de Napo en el sindicato minero ni de las negligencias del gobierno federal en materia de seguridad y menos de las irresponsabilidades de los empresarios de esa industria si hubiese más de sesenta cadáveres bajo tierra.
¿Necesita eso Oaxaca? ¿Son sus culpas tan enormes que las deben de pagar a este precio?
Lo que está de manifiesto es que el gobierno federal debe de obligar a las partes a negociar, debe de insistir en el acuerdo como salida a los conflictos.
La violencia debe ser, siempre, descartada. No importa cuan tentadora sea la situación, cuan beligerante y equivocado esté el adversario, ni tampoco importa si se tiene la verdad en un asunto. La única manera de permitir que un país de esta diversidad, pluralidad y complejidad logre nuevas formas de relación es por el diálogo y el acuerdo.
Ni en Oaxaca, ni en Reforma debe haber represión. Y no porque uno esté de acuerdo ni con los métodos de López Obrador, ni con los de la APPO en Oaxaca. Simplemente porque este país ya es otro.
Más temprano que tarde los del plantón dejarán solo en sus gritos al líder y los maestros habrán de regresar a sus aulas en Oaxaca. Lo que necesitan son salidas que sí cambien la forma en la que funciona nuestro país.
Ni Oaxaca, ni el Distrito Federal, ni el país son culpables de sus negligentes gobiernos ni de sus mesiánicos líderes.

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