Para seguir documentando este debate sobre las izquierdas y el multicitado tema de Cárdenas, les pongo un articulo que fue publicado la semana pasada. El 21 de septiembre para ser exactos.
Sara Sefchovich es escritora e investigadora en la UNAM, y aurtora del textoq ue les pongo a continuación.
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Hace unos días Elena Poniatowska culpó a Cuauhtémoc Cárdenas, al llamado subcomandante insurgente Marcos y a Patricia Mercado de que Andrés Manuel López Obrador perdiera la Presidencia de la República.
La acusación no es poca cosa y merece comentarse. Sobre todo, porque no es la primera persona que la hace, ya otros intelectuales se habían expresado en el mismo sentido.
Desde su punto de vista, la motivación de los tres inculpados fue la envidia, de tal manera que si no le hubieran tenido envidia a Andrés Manuel, lo habrían apoyado y él sería ahorita quien habría ganado las elecciones.
Me parece un extraño razonamiento el de la escritora. Ahora resulta que los responsables no fueron los millones de ciudadanos que votaron por otros candidatos, ni los muchos millones que prefirieron abstenerse, ni las campañas sucias emprendidas por todos los grupos, ni la fuerza de poderosos intereses que no lo apoyaban, ni los errores cometidos por el propio López Obrador. De acuerdo con este punto de vista, nada de eso fue lo determinante y lo que eliminó a AMLO de la silla presidencial fue la envidia de tres individuos.
Envidia significa querer tener algo que el otro tiene y, según el diccionario de la lengua española, sentir tristeza o pesar por no tenerlo. No veo cómo esto aplica a los mencionados, todos los cuales han tenido en algún momento lo que tiene AMLO: carisma, popularidad, respeto de amplios grupos, estatura moral y sus propias ideas.
El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas manifestó su desacuerdo con López Obrador por concepciones distintas sobre cómo debe actuar la izquierda, cuáles deben ser sus propuestas para la nación y con quiénes no se debe trabajar. Marcos, por su parte, siempre dijo que no había condiciones para una elección realmente democrática (argumento que ahora usa López Obrador) y que era demasiado dinero el que se gastaba en ese "juego" electoralista. Y Patricia Mercado hizo una oferta política que llenó huecos importantes sobre asuntos que AMLO no quiso considerar.
Ahora bien: dejando de lado el hecho sustancial de que en una democracia es inadmisible reprocharle a alguien por expresar sus ideas y por "atreverse" a abrir diferentes opciones políticas, resulta muy simplista considerar que esas ideas no pudieran resultarles atractivas a los ciudadanos y que en cambio es muy fácil arrastrarnos para acá y para allá como si no pensáramos, como si fuéramos entes vacíos que porque oyen una frase bien construida o ven un anuncio en la televisión ya por eso cambian de opción política.
Pero además, ese modo de ver las cosas también deja de lado el hecho innegable de que el ingeniero Cárdenas no fue una opción por la que se podía votar, que ni sus seguidores ni los de Marcos son suficientes como para cambiar las tendencias de una votación y que quienes votaron por Mercado, no necesariamente le habrían dado su apoyo a López Obrador si ella no hubiera existido, pues se dirigió a un nicho de la población a la que no satisfacía la oferta de la coalición.
Entonces, no sería mejor preguntarse: ¿qué hizo Andrés Manuel como para alejar tanto a esta gente de la izquierda?
Y la respuesta la conocemos: allí está el trato que le dio a cada uno de ellos y a sus grupos y allí está el hecho de que no los escuchó ni se les acercó. Quizá porque no le interesaban sus propuestas o porque no consideró que los votos que ellos podían aportarle significaran algo en esos 10 puntos de ventaja que estaba seguro de obtener.
De modo, pues, que no hay justificación para las acusaciones como no sea la actitud que ha prevalecido de una vez ahogado el niño pasársela buscando culpables y encontrando chivos expiatorios. Pero se llegó demasiado lejos al promover en plaza pública una rechifla contra el ingeniero Cárdenas, algo no sólo inmerecido sino lamentable, pues se trata de un hombre de gran estatura moral y de importantísima presencia en nuestra historia.
La pasada Semana Santa una "asamblea popular" decidió juzgar al tristemente célebre Góber Precioso de Puebla. A gritos y chiflidos de la turba se decidió su culpabilidad y se quemó una efigie de cartón que lo representaba.
Eso quiere decir que un grupo de gente puede por igual, con ese método, nombrar presidente de la República a quien le gusta (ahora lo hicieron los amloístas, hace casi dos décadas lo hicieron los panistas con Clouthier) o condenar a muerte a quien no le gusta. Y eso no es la democracia, son medidas sectarias y muy graves que lo único que consiguen es dejar cada vez más solo a quien las permite.
sara.sefchovich@asu.edu
Escritora e investigadora en la UNAM
septiembre 28, 2006
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1 comentario:
Hola Luciano.
Quiero dejarte este comentario. A pesar del real daño que López Obrador y gente de su círculo íntimo puede hacerle a la izquierda con sus actitudes que ya conocemos, a pesar de eso, estoy viendo que verdaderos militantes y simpatizantes de la izquierda mexicana están marcando su distanciamiento y dejando en el debate la necesidad de hablar de las "diferentes izquierdas" -entre ellos tú- que sí pueden aportar o encontrar soluciones que le urgen al país, en lugar de buscar enfrentamientos o polarizaciones.
En pocas palabras: está claro que el protagonismo de algunos líderes perredistas nada tiene que ver con una izquierda moderna y propositiva. Una cosa es el PRD, a lo mejor un PRI con nueva máscara, y otra muy diferente la izquierda de tu partido, e incluso perredistas como Cuauhtémoc Cárdenas, a propósito de la definición, marcaron su distancia para beneficio de, insisto, la otra izquierda moderna.
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