marzo 17, 2012

Acabemos con los diputados ‘unis’



La sociedad está enojada con la clase política. Se oye en las sobremesas, se lee en las redes sociales, se percibe en muchos ámbitos: la gente siente que los políticos son corruptos, flojos, incultos, ineficientes.
Esta percepción es, como casi todo en esta vida, maniquea e inexacta. Nada en la vida es blanco o negro, ni todos los políticos son corruptos, ni todos los ciudadanos son éticos. Y la realidad que tendemos a olvidar es que la clase política mexicana es simple y llanamente un reflejo de la sociedad mexicana, de nosotros mismos, de nuestros esfuercitos cotidianos por doblar las reglas, escapar de la justicia o imputar a otros nuestras responsabilidades.
Pero es tan cómodo caer en las posiciones maniqueas que se vuelven automáticas. ¿Cómo hace un conductor de algún medio de comunicación para generar empatía con sus escuchas? Se lanza furibundo a denostar a los políticos. Ahí todos le aplaudimos.
Pero incluso entre los políticos hay clases. No defenestramos igual a un embajador que a un delegado. Ni a un magistrado como aun ministerio público. Y de entre los más repudiados personajes de nuestra vida pública están los diputados federales. Villanos favoritos de todos nosotros. Flojos, conflictivos, improductivos, los diputados son objeto de mil y un críticas. Y en efecto algunos lo son. Otros no.
Por ello gran parte del debate en torno a reformar políticas siempre incluye el ingrediente de reducir el número de diputados, que desaparecer a los plurinominales (esos que no entran por un distrito si no por la lista del partido), y así sigue la lista de criticas y propuestas para tomar venganza de nuestros diputados.
Pero más allá de las vísceras, ¿Cuál es el debate que de verdad deberíamos tener sobre el legislativo? En mi opinión, el gran tema no es cuantos diputados, si qué diputados. Cómo lograr que se eleve la calidad de nuestros legisladores, que estén representándonos lo mejor de los partidos, y no los que tienden a estar.
Hoy la cámara de diputados se compone de 300 diputados electos directamente en sus distritos (esos que llenan la ciudad de pendones y mantas) y de 200 diputados diputados plurinominales, que surgen de listas partidistas, distribuidas en función a la votación de cada partido.
La representación proporcional, o pluris, sirven para varias cosas. En primer lugar equilibran el congreso, esto es si un partido llegase a ganar los 300 distritos electorales, no le tocaría ni un diputado plurinominal, todos irían para las otras fuerzas políticas, garantizando así la pluralidad del Congreso. Además permite a partidos minoritarios que no ganan un solo distrito pero que obtienen votos importantes, tener voces en el legislativo. El partido Alternativa Socialdemócrata ene l 2006, por ejemplo, obtuvo mas de un millón de votos, pero no ganó un solo distrito, gracias a los pluris tuvo 4 voces que representaban a ese millón de votantes.
Pero también hay que ser honestos, las listas plurinominales permiten postular y colocar ene l congreso a los mejores cuadros de cada partido, aquellos que por su responsabilidad o talento no pueden estar confinados a un solo distrito. Esto significa que los diputados de mayor calidad suelen venir de estas listas. La mayoría de los coordinadores parlamentarios, de los debatientes cotidianos, de los que entienden de temas especializados, los expertos jurídicos, surgen de las listas plurinominales, no de los distritos.
Esto es, las listas permiten a los partidos ingresar intelectuales, académicos y cuadros políticos profesionales al Congreso.
De la misma forma los representantes más faltistas, mas conflictivos y menos productivos tienden a ser los uninominales, los que llegan más por talento clientelas y manejo de grupos que por calidad política y cultura.
Varias democracias europeas y latinoamericanas han eliminado por completo la elección distrital y han convertido la elección legislativa en una contienda por las mejores y más completas listas.
Así en vez de votar por Pedro, Marco u Omar en su distrito (casi siempre desconocidos) estaría votando por una lista de un partido. Esas listas serían publicadas y publicitadas, así los partidos tendrían que crear listas plurales, con personajes de calidad y el ciudadano podría optar por aquella que represente mejor las ideas que comparte. Esto además genera una dinámica positiva, al ser el diputado representante de una lista de un partido, no podría renunciar a su militancia y cambiarse de partido, instantáneamente dejaría de ser diputado y entraría el siguiente lugar de la lista. Esto significa que los partidos se tienen que hacer responsables de sus legisladores y los legisladores de sus partidos.
La realidad es que la mejor manera de elevar la calidad de nuestros legisladores es ampliando la representación proporcional y reduciendo el asalto de las lógicas clientelares y populistas que tanto se generan en las elecciones territoriales.
Sin las batallas callejeras por las diputaciones, y solo eligiendo a los representantes del ejecutivo –esto significa que seguiríamos votando directo por presidentes de la república, gobernadores y presidentes municipales- lograríamos cambiar la forma en al que vemos al Congreso y podrían regresar esos debates de calidad y altura que se llegaron a ver en los inicios de nuestra democracia actual, con una justa representación de las minorías y con los mejores cuadros que cada partido pueda ofrecer.
@lucianopascoe

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buen blog Sr. Luciano como todos los demás. No lo había visto de tal manera y concuerdo con mucho de lo que comenta y sin omitir que aprendí algo nuevo. Espero en un futuro no muy lejano pueda suceder lo que sucede en otros países y podamos tener una democracia con una política adecuada y correcta.