marzo 17, 2012
Lemas e ideas... la ausencia
Esta fue la primer semana con tres candidatos presidenciales definidos y aun cuando falta el cuarto –Nueva Alianza postulará a un candidato propio al dar por terminada su coalición con el PRI-, podemos empezar a trazar líneas de reflexión y análisis frente a este proceso electoral.
El primer asunto es el entender que las cifras en las encuestas se acomodan siempre que los partidos definen a sus candidaturas. Cada vez que un logotipo se convierte un rostro se carga de contenido y cambia la percepción popular, a veces a favor, a veces en contra. Y ha sido notorio en algunos casos cómo al nombrar al participante cambia el espacio que ocupaba su partido en las encuestas. Un claro ejemplo es el de Isabel Miranda de Wallace, quien al ser nombrada de manera sorpresiva dio un crecimiento importante al PAN en el Distrito Federal, de entre 4 y 9 puntos según diversas encuestas, quedando inclusive por encima del PRI en algunas mediciones. Lo mismo ocurrió con Miguel Mancera quién dio entre 2 y 5 puntos adicionales al PRD al ser designado como candidato para el Gobierno del DF.
Y curiosamente lo mismo sucede con Josefina Vázquez Mota. Al confirmarse su victoria y al demostrar el PAN que pueden competir duramente pero que saben levantarle la mano al ganador, se consolidó como la segunda opción electoral del país y que si bien aun esta lejana del puntero, Peña Nieto, es más competitiva de lo que se supuso en un principio.
El fenómeno no nos debiese de sorprender, la gente tiene inclinaciones partidistas de manera tradicional y por carga histórica, pero esas convicciones pueden acomodarse y hasta cambiar frente a rostros afines o adversos. Esto implica que en la búsqueda de candidaturas los partidos deberán estar conscientes de que sus postulados deben de sumarle al partido que representan y no restarle.
De ahí que el PRD este tan convencido de que las encuestas son el mejor mecanismo de definición de candidaturas, pues así se aseguran de llevar a las personas más competitivas para sus objetivos electorales. Evidentemente el problema con este mecanismo es que impone de manera contundente que los partidos postulen a las mejores personas, recordándonos que lo popular no siempre es lo mejor. Unas cosas por otras dirían algunos.
Al final lo relevante es saber que las encuestas marcan una escalera –como la de Mitofsky publicada por La Razón el día de ayer- que marcan 40 puntos para Peña, 24 para Josefina y 18 para López Obrador, una clara lección de arrancar primero, como hizo Andrés Manuel, difícilmente significa llevar delantera, y por el contrario parece haberse estancado la campaña amorosa.
En segundo lugar hay que empezar reflexionar sobre la propaganda electoral y su contenido. Ya los perredistas han iniciado sus pre campañas y llenado de basura las ciudades del país, pero no deja de sorprender la ausencia de ideas y la sobrepoblación de frases comunes. Con la excepción de campañas como la de David Razú, que da ideas y propone una manera de ver la delegación Cuauhtémoc, el resto son cosas tan geniales como ‘Contigo’, ‘Avancemos con orden’, ‘100 por ciento contigo’, etc. Así sigue la agónica lista de lugares comunes.
Una campaña electoral debe ser vista como una gran oportunidad de comunicación y oferta de soluciones frente a una realidad determinada. Lo que deberíamos estar leyendo no son lemas a diestra y siniestra, sino trazos, pinceladas de como ese político ve un territorio y lo que ofrece para que la gente que vive ahí mejore su calidad de vida o avance una agenda programática especifica.
Por qué no tenemos a los pre candidatos hablando de servicios públicos, de leyes estratégicas y transformadoras, de programas de recuperación de áreas verdes, de ideas precisas sobre el combate a la corrupción. La realidad es que la vasta mayoría de los aspirantes no se han sentado a realizar el mas elemental y básico ejercicio que todo político debe hacer: definir qué quiero lograr, como lo quiero lograr y como comunico mis objetivos. Nadie se siente a diseñar el tipo de políticas publicas que impulsara desde el gobierno que aspira encabezar, ni las ideas centrales que darán sustento ideológico a su gestión, ni analizan las encuestas para entender las demandas ciudadanas mas sentidas.
Hoy por hoy la mayoría de los competidores sólo quieren llegar. Sólo aspiran al poder, pero no a lo que el poder les permite: cambiar la realidad.
Y esa debe ser la esencia de toda aspiración política, transformar las cosas para que todos estemos un poco mejor, sentar las bases para que los gobiernos sean menos caros y mas eficientes.
Esperemos que los que ganen sus candidaturas desechen sus lemas y den paso a ideas, se desliguen de la idea de que mientras mas pendones mejor y se percaten que un candidato con contenido es más competitivo y útil que uno con sólo dinero y hambre de poder.
@lucianopascoe
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario