marzo 17, 2012

El pantano electoral


Desde el inicio del extraño tiempo de ‘intercampañas’ las dudas y confusiones sobre qué sí se puede hacer y que no ha ido creciendo. El Instituto Federal electoral inclusive publico un desplegado que intentaba dar alguna luz sobre esto, pero al final terminó siendo contraproducente y dejando más preocupaciones que claridades.
Para empezar se dice que los virtuales candidatos presidenciales sí pueden dar entrevistas pero no pueden llamar al voto, ni hablar de sus plataformas electorales. Suena bien, pero si uno abre una plataforma electoral se dará cuenta que abarcan prácticamente todos los asuntos de la vida pública: pobreza, violencia, infraestructura, etc. Así que al final pueden dar entrevistas pero siendo rigoristas solo podrán hablar de su vida personal y del clima. Todo lo demás es potencialmente riesgoso e impugnable.
Por ello los candidatos han optado por diferentes estrategias frente al fenómeno: Peña Nieto por la cautela del puntero, Josefina la audacia de quién esta en buena racha, López Obrador por continuar su ruta original y Gabriel Quadri por ir calentado motores hacia la campaña. Pero todos notoriamente preocupados por las potenciales impugnaciones que de esta etapa emanen.
La semana anterior analizábamos la sobreregulación que existe en los procesos electorales partiendo de la desmedida reacción política ante la declaración del presidente Calderón en una reunión con banqueros sobre las preferencias electorales.
Y este proceso de ambigüedad solo detonara más conflictos y denuncias entre los candidatos.
Otra de las grandes dudas sobre la aplicación de la Reforma Electoral 2007-2008 es sobre el tema de la organización de debates. Y la realidad es que hasta el momento, las instituciones electorales han dejado en claro dos condiciones sobre el tema:
Por un lado, el IFE, por disposición expresa del COFIPE, organizará dos debates (en la primera semana de mayo y en la segunda semana de junio). Todavía está por definirse si el Instituto podrá organizar más encuentros de este tipo.
Por el otro, el IFE ha resuelto que los debates organizados por los medios de comunicación deberán seguir dos principios: garantía de equidad y gratuidad del tiempo aire en el que se transmitan.
El miércoles pasado, tanto el IFE como el Tribunal Electoral emitieron fallos que abonan a la discusión:
El 18 y 24 de enero la CIRT y el PAN presentaron dos consultas por separado al IFE, respecto a la organización y transmisión de debates. Como respuesta, el IFE emitió un acuerdo donde señaló que la regulación actual sentaba las características de los debates. Esta semana, el Tribunal Electoral revocó el acuerdo y ordenó al IFE la elaboración de un reglamento que establezca los lineamientos puntuales. De esta manera, las disposiciones del Instituto serán vinculatorias para los actores involucrados.
El Consejo General del IFE negó la petición formal de López Obrador para llevar a cabo 12 debates temáticos –propuesta encantadora viniendo de quién exigió que sólo hubiese un debate ene l 2006 y por ello se ausentó del primero- y transmitirlos en los espacios que la ley dispone para la difusión de propaganda política de los partidos.
Pero la tragedia en este tema es que la ley y quienes la interpretan en su cotidianeidad han convertido una de las herramientas centrales de la democracia en un mar de regulaciones, candados y condiciones.
Los debates son parte natural de cualquier democracia sana y vibrante, permiten confrontar ideas y personalidades, estilos y visiones. Los debates no deben ser entendidos desde la perspectiva de los partidos o de las autoridades electorales, sino de la ciudadanía y su utilidad para tomar decisiones informadas y convencidas.
Los Estados Unidos nos dan siempre una dura lección en este tema, demostrando que son capaces de ir a decenas de debates, con y sin público, con y sin moderadores, con 9 participantes o 4. Ellos van y contrastan sus ideas y saben que en estos espacios reside una gran parte de sus posibilidades de triunfo o derrota. Mitt Romney los ha usado para desinflar a los críticos de su religión –es mormón- y ha logrado convertirse en el candidato natural para enfrentar a Obama.
En el 2006 los debates fueron centrales en la decisión electoral y también detonaron el proceso de desplome del propio López Obrador.
Hacer de los debates un fango jurídico con excesiva regulación atenta directamente contra la calidad de nuestra democracia. Ojala y todos los participantes se den cuenta de ello y actúen.
@lucianopascoe

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