mayo 22, 2006

Comerciales y debate público


En noviembre del 2003 publiqué este artículo, escrito con participación de Rodrigo Salazar. Lo escribimos después de estar discutiendo sobre mecanismos para romper el binomio dinero y política, pero también sobre la espeluznante bajeza argumentativa que se vive en la política.
Llegamos a la conclusión de que el ‘spot’ es una de las razones por las cuales la política es tan cara, pero también por la cual es tan pobre.
Veinte segundos para una idea- no da. Pero cuesta 200 mil pesos (más o menos 20 mil usd) colocarlo en televisión.
He ahí un grave problema, elemental, pero complejo: 20 mil dólares para vender un producto, no una propuesta, no idea.
La posibilidad de que en México la política cueste menos y sea de mejor calidad pasa por acabar con el spot. Foros, mesas redondas, discursos, debates, mesas de análisis. Todo antes que un spot.
Estaba vigente hace tres años, lo sigue estando.
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Comerciales y debate público

2003-11-15

Los medios de comunicación de todo tipo son un instrumento de la difusión plural de ideas y su confrontación de cara al público. De hecho, su pluralidad y libertad son un componente indispensable para la democracia. Lamentablemente, también pueden ser un instrumento para minar su calidad. En particular, los partidos que compiten por llegar al mayor número posible de electores en el menor tiempo, se ven orillados a privilegiar la televisión por encima de otros medios más proclives a la exposición de ideas complejas como el periódico, que es leído por poca gente, o la radio, a la que el auditorio promedio presta menos atención. En sí, la televisión no es necesariamente enemiga del debate público. Pero sí lo es el formato del comercial televisivo, que es caro y de tiempo limitado. El formato del comercial impone el uso de la mercadotecnia, que simplifica los mensajes al máximo, privilegia al mensaje visual sobre el verbal y minimiza la información real. En la democracia los ciudadanos tienen la nada pequeña responsabilidad de elegir un gobierno, y sobra decir que esta decisión será mejor en la medida en que se disponga de más y mejor información para el análisis. La enemistad entre el comercial y la información puede ser apreciada en los recientes promocionales del gobierno en favor de la reforma eléctrica. En ellos únicamente se “informa” de las supuestas bondades de dicha reforma (más empleos, más inversión, más recursos) y nada se dice de los medios técnicos para llegar a dichos beneficios (es decir, el contenido de la propuesta) ni sobre alternativas disponibles pero inadecuadas. Como recurso público, el que se paga en estos comerciales es dinero del contribuyente tirado a la basura. Los comerciales de los partidos y candidatos en tiempos electorales no son distintos en cuanto a su calidad informativa ni al buen uso del erario. Así, es el comercial lo que arruina al debate público, no la televisión. Los noticiarios que asumen como parte de su labor la transmisión de paneles de análisis con políticos y especialistas, por ejemplo, contribuyen al enriquecimiento la discusión. En realidad, la competencia política a través de los medios podría asumir este formato de manera obligatoria. Si los comerciales, que en sí son el mayor destinatario de recursos de los carísimos partidos mexicanos, no contribuyen a la democracia (y sí imponen un sesgo en favor de los partidos con mayores recursos), deberían ser sustituidos por debates. En vez de segmentos con canciones e imágenes unilaterales, el Estado podría comprar tiempo al aire para la confrontación de ideas entre candidatos y líderes partidistas. De paso, no se afectarían los tan temidos intereses televisivos y ese recurso no pasaría por las manos de los tan poco confiables partidos políticos. Estos debates pueden ser válidos para los períodos electorales como para la discusión de políticas públicas y propuestas controvertidas, como la mencionada anteriormente. Asimismo, sería conveniente que los antecedentes y las propuestas o plataformas de los candidatos y los partidos fuesen evaluadas en cada campaña por un grupo de “examinadorestecialistas y ciudadanos comunes. Estos examinadores revisarían la calidad, viabilidad y pros y contras de las propuestas de cada partido o candidato, junto con los antecedentes de éstos en el cumplimiento de sus propuestas y resultados en la administración (lo que debe ser analizado por separado). Los resultados de su análisis deberían ser presentados por televisión unas dos semanas antes de la elección, con el fin de que los partidos que se sientan perjudicados tengan tiempo de exponer sus respuestas, que deberán ser transmitidas también al aire en tiempo comprado por el Estado. Otro aspecto del mismo tema se refiere a la responsabilidad de los medios de comunicación. En particular, la televisión ha sido promotora activa del (justo) fastidio de la sociedad con la clase política y, de esta forma, del abstencionista. La constante denuncia del mal uso de los recursos públicos y los salarios de los políticos, no es acompañada de una crítica del enorme monto de dinero destinado a las campañas en televisión. Sería deseable que la televisión asumiera su responsabilidad social y, a manera de autorregulación, destinara tiempo a la discusión pública en los términos que aquí se han planteado, reduciendo una parte significativa del tiempo que destina a los mensajes políticos en forma comercial. Por supuesto, cada ciudadano es libre de prestar atención o no a estos debates y análisis —como lo es de prestar atención a los comerciales—. La idea es que, si lo deseara, tendría mejores elementos de juicio y más acordes al principio de gobierno por discusión que los proporcionados por los comerciales. De igual forma, si por alguna razón u otra los desdeña, tendrá por fuerza los gobernantes que este desdén merece.

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