Cuando uno está en una lucha, en una batalla por obtener algo, a veces cuesta mucho trabajo valorar los pequeños éxitos y más bien, uno está a la espera de las grandes victorias. Esto se ve una y otra vez en la política mexicana. Desde la izquierda y la derecha los casos son recurrentes: dejan de valorar los avances en un tema, en una ley, en una negociación porque están convencidos que hay una victoria total a la cual arribar. Y la verdad es que en este mundo hay muy pocas victorias totales. Tal vez uno encuentre a la mujer — u hombre— de su vida, tal vez uno logre ver a sus hijos llegar a ser felices. Pero después de eso hay muy pocas victorias absolutas en este andar. Es por eso que hay que aprender a valorar los pequeños pero importantes avances, aun cuando no sean enteramente satisfactorios. Y es precisamente en esta tesitura que habría que aprender a medir la discusión que ha tenido atrapada a la nación estadunidense. La legalización de siete millones de indocumentados, bajo ningún concepto, puede ser decretada una derrota. Es una victoria, es un triunfo y es, mídase así, el cambio total de siete millones de familias en los Estados Unidos. Eso debe valer algo. No es la victoria última, no es lo que hemos deseado obtener, no resuelve el problema integralmente. Pero vale la pena luchar por este primer paso. Al final, las transformaciones de fondo no se dan de golpe, ni en una revolución. Son procesos graduales en los que la gente va aprendiendo distintos códigos, en las que se requiere de transiciones. En las que se van dando pasos hacia la victoria final. El problema es cuando tienes sectores sociales que se reducen a victorias totales o ninguna. Eso poco abona en la consolidación de una sociedad diferente, mejor, flexible. Estos son tiempos en los que la gente involucrada en luchas, en batallas por derechos, por transformaciones, deben saber que hay que saber construir victorias graduales, no absolutas. Recordemos que en el absoluto caen las dictaduras, los absolutismos (auto sic), las intransigencias. Que el verdadero secreto de la tolerancia está en saber vivir con las victorias de otros, no sólo con las propias, es tolerancia saber apreciar la importancia de la libertad ajena —al lado de uno, no a tres continentes—, tolerancia es apreciar el éxito en un punto intermedio entre varios grupos. Y no el triunfo hegemónico de uno, aun cuando tenga la razón. Por que al final del camino los triunfos totales sólo acarrean la frustración del vecino, mientras que los triunfos progresivos, armados desde sucesivas aproximaciones, construyen leyes de convivencia. Al final del camino, los mexicanos en el “norte”, merecen ir acercándose a su libertad en la mínima armonía con los demás. No se trata de arrancar éxitos, se trata de construirlos, y eso, a veces, hace toda la diferencia entre unos que conquistan y otros que enamoran. Todo cambio viene acompañado de dolores, de pérdidas y de recompensas. Y es en esto una virtud, saber apreciar las cosas cuando se dan en los términos que permiten crecer y no que inhiben el desarrollo de una sociedad. Debemos aprender a reconocer y valorar el éxito que tiene tener a los EU discutiendo el tema de la migración, de su legalización, de sus beneficios para ese país. Vale mucho la pena ver al senador Kennedy tratando de hablar español, y a miles de migrantes y sus familias, dispuestos a movilizarse por sus derechos. Es histórico, tanto como la emancipación de los afro americanos, ver como los latinos retoman su dignidad, su autoestima y salen a exigir ser iguales. Pero en esa misma magnitud vale la pena apreciar que no habrá —enchiladas completas— habrá victorias que al sumarse harán la transformación de fondo que necesita la cultura norteamericana. Que al final, sólo se obtienen victorias totales en el amor y en la familia, lo demás está por conquistarse.
mayo 05, 2006
La victoria está por conquistarse
Cuando uno está en una lucha, en una batalla por obtener algo, a veces cuesta mucho trabajo valorar los pequeños éxitos y más bien, uno está a la espera de las grandes victorias. Esto se ve una y otra vez en la política mexicana. Desde la izquierda y la derecha los casos son recurrentes: dejan de valorar los avances en un tema, en una ley, en una negociación porque están convencidos que hay una victoria total a la cual arribar. Y la verdad es que en este mundo hay muy pocas victorias totales. Tal vez uno encuentre a la mujer — u hombre— de su vida, tal vez uno logre ver a sus hijos llegar a ser felices. Pero después de eso hay muy pocas victorias absolutas en este andar. Es por eso que hay que aprender a valorar los pequeños pero importantes avances, aun cuando no sean enteramente satisfactorios. Y es precisamente en esta tesitura que habría que aprender a medir la discusión que ha tenido atrapada a la nación estadunidense. La legalización de siete millones de indocumentados, bajo ningún concepto, puede ser decretada una derrota. Es una victoria, es un triunfo y es, mídase así, el cambio total de siete millones de familias en los Estados Unidos. Eso debe valer algo. No es la victoria última, no es lo que hemos deseado obtener, no resuelve el problema integralmente. Pero vale la pena luchar por este primer paso. Al final, las transformaciones de fondo no se dan de golpe, ni en una revolución. Son procesos graduales en los que la gente va aprendiendo distintos códigos, en las que se requiere de transiciones. En las que se van dando pasos hacia la victoria final. El problema es cuando tienes sectores sociales que se reducen a victorias totales o ninguna. Eso poco abona en la consolidación de una sociedad diferente, mejor, flexible. Estos son tiempos en los que la gente involucrada en luchas, en batallas por derechos, por transformaciones, deben saber que hay que saber construir victorias graduales, no absolutas. Recordemos que en el absoluto caen las dictaduras, los absolutismos (auto sic), las intransigencias. Que el verdadero secreto de la tolerancia está en saber vivir con las victorias de otros, no sólo con las propias, es tolerancia saber apreciar la importancia de la libertad ajena —al lado de uno, no a tres continentes—, tolerancia es apreciar el éxito en un punto intermedio entre varios grupos. Y no el triunfo hegemónico de uno, aun cuando tenga la razón. Por que al final del camino los triunfos totales sólo acarrean la frustración del vecino, mientras que los triunfos progresivos, armados desde sucesivas aproximaciones, construyen leyes de convivencia. Al final del camino, los mexicanos en el “norte”, merecen ir acercándose a su libertad en la mínima armonía con los demás. No se trata de arrancar éxitos, se trata de construirlos, y eso, a veces, hace toda la diferencia entre unos que conquistan y otros que enamoran. Todo cambio viene acompañado de dolores, de pérdidas y de recompensas. Y es en esto una virtud, saber apreciar las cosas cuando se dan en los términos que permiten crecer y no que inhiben el desarrollo de una sociedad. Debemos aprender a reconocer y valorar el éxito que tiene tener a los EU discutiendo el tema de la migración, de su legalización, de sus beneficios para ese país. Vale mucho la pena ver al senador Kennedy tratando de hablar español, y a miles de migrantes y sus familias, dispuestos a movilizarse por sus derechos. Es histórico, tanto como la emancipación de los afro americanos, ver como los latinos retoman su dignidad, su autoestima y salen a exigir ser iguales. Pero en esa misma magnitud vale la pena apreciar que no habrá —enchiladas completas— habrá victorias que al sumarse harán la transformación de fondo que necesita la cultura norteamericana. Que al final, sólo se obtienen victorias totales en el amor y en la familia, lo demás está por conquistarse.
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