Cada
vez que hay alguna movilización social masiva, conocidas como mega marchas. Rea
parece en muchas mesas y sobremesas el debate sobre la regulación de las
marchas y de las manifestaciones públicas.
Este
debate esta en vigencia desde hace años y notoriamente desde mediados de los
noventas en particular con la llegada del PRD a al jefatura de gobierno de la
ciudad y la crisis natural que conlleva administrar la movilización social. Y
no ha encontrado una solución funcional y sustantiva aún.
Y
si normalmente es tema, en tiempos electorales es inescapable tema. Es que es
entendible que la ciudadanía busque voces que ofrezcan soluciones y que los
políticos quieran ser quienes den luz sobre el asunto.
Lo
primero que vale la pena decir es que contrario a la posición tradicional de la
izquierda, estar a favor de la regulación de las marchas no es, bajo ningún término,
ser un derechoso que fomenta la violencia urbana o de estado. Los radicales
gustan de extremar posturas y la idea libertina de la manifestación y el bloqueo
les parece correcta y gustan de señalar al que diga que se deben regular como
autoritario.
La
verdad de las cosas es que cualquier ideología medianamente sensata entiende
que los derechos de transito y las condiciones de vida cotidiana se deben
respetar para todos los individuos y que esta ciudad con unos pocos cierres se
vuelve invivible.
La
frágil estabilidad vial de nuestra ciudad se desmorona en el momento en el que
los ciudadanos ponemos por delante nuestros intereses personales en lugar de los
comunitarios. Y cualquier gobierno sea de izquierda o derecha debe tener un
punto de inflexión sobre cuando ese equilibrio esta en juego.
Cuando
la viabilidad vial (valga la expresión), está en juego, la autoridad debe
encontrar formas audaces y contundentes para lograr con la mínima violencia
recomponer el equilibrio –o protegerlo-. Ese debiese ser el valor a tutelar el
equilibrio de la vida urbana.
No
es inusual que en un día como ayer de quincena y marchas masivas, cualquier
traslado se convierta en una vía crucis. Es un proceso inacabable de
frustración, enojo y finalmente resignación. Eso puede pasar en cualquier gran
conglomerado, pero debiese pasar menos y menos en nuestra ciudad capital.
Lo
segundo que hay que tener claro es que la marcha y la movilización en muchas
ocasiones –pero no siempre- es un último recursos de grupos sociales que ya no
encuentran formas de ser escuchados y atendidos por las autoridades, sean
cuales sean, y eso implica directamente que no todos los grupos son mezquinos y
absurdos en sus reclamos. Es decir: sí hay una diferencia entre la marcha de
Sicilia y las sistemáticas y burdas movilizaciones de los 400 Pueblos. Sí hay
una diferencia entre las movilizaciones de conmemoración del 2 de octubre –con
todo y sus loquitos- a las del SME con sus demandas demenciadas.
Es
urgente y obvio que debemos construir, sin ánimos partidistas y de rédito
político, un acuerdo social sobre que debemos permitir y que no. Es hora de un
debate serio y fundado sobre como queremos vivir y por ende que reglas
aplicables para todos debemos conciliar.
Las
marchas y los bloqueos, en mi opinión, deben ser tipificados y catalogados
según su impacto. Unos vecinos que cierran una calle en su colonia no son iguales
a un grupo que cierra una arteria principal o una vía rápida.
Por
eso es que es tan importante construir una visión sin apasionamientos y con la
mayor objetividad posible.
Los
bloqueos y marchas diseñados para poner en riesgo la vida de la metrópoli deben
ser contenidos y reprendidos, ¿reprimidos? No me gusta la idea, pero sin duda
debe haber claridad sobre cuando se usa la fuerza pública y cuando no.
Nuestra
ciudad esta urgida de estrategias que generen mejor calidad de vida, y una ineludible
es recuperar algunas de las horas que los traslados nos roban en esta ciudad. Cualquier
aspirante a gobernarnos en el Distrito Federal deberá tener una posición clara
sobre como mejorar la movilidad urbana y garantizar ciertas condiciones mínimas
para ella.
No
veo viable seguir teniendo cada 3 semanas, un par de días de furia como los que
hemos vivido jueves y viernes en esta ciudad. Es infame y es transversal:
afecta a todos y más a los grupos mas pobres que dependen día a día de su lenta
y mal diseñada red de transporte urbano metropolitano.
@lucianopascoe
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